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Mundo mágico

LA FELICITACIÓN DE LA TÍA CUQUI

LA FELICITACIÓN DE LA TÍA CUQUI

El dibujo es de mi sobrino Pablo Español, que así me ve el muy...

 

DEDICADO EN ESPECIAL A MIS AMIGOS DEL INSTITUTO QUEVEDO DE HUMOR

 

Mi tía Cuqui es un ser especial y goza de mi cariño más intenso. Vive un tanto solitaria en el pueblo, en una casa grande, hermosa, sí, una casa que siempre ha sido la de todos a lo largo de un montón de generaciones. Allí nunca dejó de haber bullicio y alegría, además de corral con gallinas ponedoras, gallo que animaba el gallinero, conejos que se multiplicaban continuamente, perro y gato. Algunos amigos del lugar le acompañan y siempre están para lo que necesite, que si el médico don Jonás, el cura mosén Pancracio, así como doña Julieta, y la verdad es que otras personas también pasadas en años viven el presente casi junto a ella. Aún recuerdo aquellas habitaciones llenas de gente, las reuniones de la cadiera junto a la chimenea, las tertulias de rosario y chocolate en el salón del primer piso…

Ella aún siente y añora las ausencias de los que se fueron, pero ha sabido mirar hacia delante y continuar la vida con una sonrisa, peleando contra la adversidad y comunicándose con el resto de los suyos y con el mundo en general, a través del “skype”, ese invento del demonio al que unos llaman Facebook y otros “Caralibro” . Así está al tanto de una manera interactiva de cuanto sucede más allá de su entorno municipal. De esta manera, muchas veces llama a su sobrino del alma, a este loco surrealista que a veces viste que es un desastre, que en ocasiones lleva el pelo largo, a fin de que me ponga ante la cámara para así pasarme revista y echarme la cantada. Me llama de todo, me dice que si estoy como una cabra, que soy un ingrato, que no voy a verla, y así me pone a parir hasta que suelto la carcajada, hasta que se ríe ella y me dice: “Calla, calla, desustanciado” .

Mi tía y yo nos queremos, casi como si no pudiéramos pasar el uno sin el otro, pero no nos parecemos en nada, si no es en que los dos tenemos la sangre roja y el corazón a la izquerda, mal que le pese a ella. Cuqui es conservadora, yo no; ella es de derechas, yo no. Bueno, para decir verdad, no sé que soy, si bien para hacer rabiar y sacar chispas, de vez en cuando hay que llevar la contraria, porque eso de estar siempre de acuerdo, supongo que tiene que ser algo aburrido. En la vida, un gramo de locura pienso que está bien tenerlo, y no importa si nos excedemos un poco.

Bueno, que llega la Navidad y nos intercambiamos muchos besicos al aire y por medio de la cámara de internet, que no saben a lo debido, pero algo es algo. Eso sí, cuando llegan los días 24, 25 y 31 de diciembre, así como el 1 de enero del año siguiente, raro es que no estemos juntos. Así que para Nochevieja, me fui por la mañana al pueblo a brindar una fecha tan celebrada. Hay que despedir el año  y dar la bienvenida al siguiente, siempre con las mejores intenciones y nunca con un “que te parta un rayo”, por más que alguno lo piense. Con estos deseos me he plantado en el pueblo, para brindar junto a la tía por nosotros, por la familia, los amigos y por los pacientes lectores del “Loco Surrealista”. Pero la tía dice que quiere brindar igualmente por la paz en el mundo y le contesto eso de “bueno….”, por lo que alzamos y acercamos nuestras copas. Así nos acordamos y así repetimos por el primico que está en Japón, por el bebé que parieron hace dos meses los vecinos de al lado de mi casa en la ciudad y que no hace más que llorar, por el ministro Montoro que nos fiscaliza todo, ¡no por ese no, que se nos atraganta el cava!, por Jesús cuando convirtió el agua en vino., que ese sí. Y tras copa y copa decidimos sentarnos porque no nos mantenemos en pie. Hay que dar cuenta del cabrito asado al horno que ha encargado Cuqui a la Panadería del pueblo, y está exquisitamente aragonés. Entre bocado y bocado, risas, y entre bocado y bocado, algún recuerdo salpicado de discusión, y como nunca llega la sangre al río, tan felices.

Lo hemos pasado tan bien hasta el momento y la verdad es que ya ha llegado la hora de marcharse. Pero yo no me quiero ir sin mi tía, que estamos los dos de lo más cariñoso, y como el que conduce soy yo y no estoy en condiciones alcohólicas, es ella la que me quiere secuestrar y me obliga a quedarme en su casa, para lo que en un plan preconcebido ha preparado mi habitación. Llamo a mi mujer, habituada a las horas intempestivas, le digo lo que pasa y ella me comenta que tiene el vehículo estropeado, que bien, que no puede venir a reunirse con nosotros, y que ella se irá a casa de sus padres. De esta manera llega el instante de las uvas y de los buenos deseos. Tía y yo expresamos al unísono las intenciones para nuestros lectores: “Que el año 2014 sea mucho mejor que 2013, que haya mucha ventura, salud y especialmente sentido del humor, que si se pierde éste se pierde la esencia del ser humano”. Personalmente le añado que “el Gobierno ponga punto final a los recortes, que la sanidad vuelva a ser lo que fue, que aumenten los sueldos y las pensiones, que descienda el número de parados en España…” Cuqui me dice: ”Estás borracho”, y yo apostillo: “Tu también”. Los dos: “Hasta el año que viene, besos para todos”. 

MANUEL ESPAÑOL

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