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Mundo mágico

FELIZ AÑO DESDE MI PARAÍSO DE MONTAÑAS

FELIZ AÑO DESDE MI PARAÍSO DE MONTAÑAS

 Dedicado en especial a mi amigo y primo Ramón Ruba

 

Es de noche, estoy en la luna (como siempre), y quiero levantar mi mirada hacia las estrellas. Para ello trato de liberar despacio, poco a poco y sin brusquedades, las nebulosas que me impiden verlas. Fuera cataratas visuales y de la mente, quiero nitidez y limpieza aunque sea de pensamiento. Sí, ahora el cielo está estrellado y cada uno de los cuerpos celestes se hallan pletóricos de ensoñación. Mantengo los ojos bien abiertos e intento iluminar mi interior. El firmamento se muestra juguetón cuan estrellas fugaces que te invitan a un “veo-veo qué ves” en el que la imaginación te permite y ayuda a penetrar en mundos diferentes y múltiples. Cada uno, al que desea en el momento, y a cambiar si es necesario.

En esta ocasión, la fecha en la que nos hallamos nos dice que el fin de año ha llegado ya, que hay que cargarse de buenos deseos para la caída de las siguientes 365 hojas del calendario, y unas y otras, todas sin descanso. ¿Qué harán mi tía Cuqui, y el tío Tan allá en mi Biescas paraíso de montañas?, y mi amigo Ramón, y Paco, Baltasar, Fernando,  Toñín, Pepe Luis, Gerardo, Manolé, Jorge, Elena…. Mi cuerpo y mi espíritu entre soñador y etéreo que no sabe donde se halla, vuelve a sus formas reales y se traslada a este lugar que me vio crecer, hacerme poco a poco persona, y en el que para estas fechas tradicionalmente se comenzaba y acababa alrededor del fuego, en el entorno de la cadiera, mientras la chimenea de la casa echaba humo con olor a leña y  mezclado con el del rico cabrito que resultaba del devenir de la brasa. Era la época en la que los vecinos del pueblo, en esa fecha,  entraban y salían de las casas, desde recién terminado el mediodía y hasta dos horas antes de dar las doce campanadas. Era también un espacio de tiempo muy entrañable, en el que se repartía vino dulce caliente (los niños como yo no) y se reía mientras se contaban chascarrillos y tonterías tales como el de la aparición del hombre de las 365 narices y 730 orejas. Eso sí, todo ello entre muchas risas, y además con la suerte de quienes teníamos un aparato de radio grande que no se escuchaba bien del todo, pero que hacía un ruido con aires musicales o daba el “parte” de noticias también con mucho ruido, todo lo imparciales que uno pueda imaginar. Haré un aparte por unos segundos, para decir que entonces servidor no sabía de política (ahora menos) pero me decían que Radio España Independiente o Pirenaica (se hallaba ubicada en Bucarest)  era de malos y estaba prohibida.. El caso es que uno ha sido siempre un rebelde y cuando me hallaba en la soledad me divertía con las noticias. “¿Será posible?”, me decía. Para mi, para mis amigos, la nochevieja tenía el encanto de que al día siguiente, el 1 de enero, los chicos inocentones y a la vez traviesos, jugábamos a San Manuel. Íbamos por las calles en cuadrilla, llamábamos de puerta en puerta con una imagen del Niño Jesús en brazos y la consigna siempre era la misma: “Buenos días nos de Dios, limosna para San Manuel”. ¿”Y donde está San Manuel, zagales?” nos peguntaban de inmediato. Y señalaban al Manolín de turno. “Más vale, que el muñeco ese que lleváis no come. Este año no hay dinero, pero os podemos dar unas patatas y cebollas para la cena”. Y así íbamos cargados con kilos y kilos del tubérculos que luego revendíamos en una tienda afín, y así comprar viandas para la cena, que siempre se hacía por turnos anuales en casa de uno diferente. Los menos nos daban alguna pesetilla que otra para añadir a la noche infantil, que en la de los mayores, la de las 730 orejas, después de escuchar las doce campanadas a través de la Radio Oficial, todos a misa de gallo, y a la vuelta eso sí, ya nos habían puesto los braseros para calentar nuestras camas.

Pero el pasado es el pasado, y como hay que vivir el presente y esperar con alegría el futuro, doy un salto y paso del recuerdo al día de ahora, en que hemos decidido ir a casa de la tía Cuqui, que con toda la ilusión del mundo ha preparado unos manjares , que… ¡alegría de la vida!; añadido también licores espiritosos. Además está con unas ganas de baile, que creo se le han acrecentado por aquello de que entre paso y paso culinario cae un trago para hacer la merluza rellena. Yo he traído y hago los gambones, así como el pastel frío de cabracho, la señora Blasa ha preparado unos cardos que me abren el apetito, y Jimena un soufflé muy especial. Tampoco ha de faltar un buen cava de Aragón, ni tinto ni blanco del Somontano, que aquí somos todos mayores. “¡Alegría, alegría, y tu Gabino –me dice la tía- encárgate de la música y haznos una exhibición de baile”. Así que decido poner “Marionetas en la cuerda”…. “Esa cosa tan antigua….no”, tengo que oírme. Rebobino y pregunto: “¿qué tal si recordamos nuestras noches locas de París?” Y la música parisina suena a todo volumen, y con tal viveza, que hasta el cura, don Casto, el de las tertulias de rosario y chocolate, no puede evitar bailar por la calle mientras va acompañado de su nueva casera. Sí, parece la juerga de la edad media avanzada.

Termina la cena llegan los brindis con cava. Tía Cuqui, que hasta el momento está más moderada de lo habitual, aunque no del todo, nos da a conocer la noticia: “he comprado un karaoke. Así que a cantar todo el mundo. Para ti Gabino y para Jimena como protagonistas os he puesto el “brindis de la Travista”…. No ha sido una idea muy brillante, porque tras los cristales llueve al sonar la música y el campanario se ha estropeado.

¡Pero la vida es bella: Feliz 2016 para todos!

 

MANUEL ESPAÑOL

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