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Mundo mágico

RABIOSO CORTE DE MANGAS

RABIOSO CORTE DE MANGAS

 Hoy es uno de esos días extraños y raros en los que me tengo que oír de todo, y además poner buena cara para evitar las ganas de hacer un rabioso corte de mangas a entrometidos que van por la vida con su yo por delante de los demás, que si te cruzas por su camino se puede organizar una gorda, porque la razón se creerá que está siempre de su parte. Si, me gritan, me miran mal y me dicen loco. Es que puedo tener todos los defectos del mundo, pero que sepan que rechazo su vulgaridad y alta cursilería. En realidad a uno, ya un veterano de la vida, casi en edad media alta, bueno, un poco más, le da igual, que en el fondo lo que me gusta en cierta forma también es provocar y arrancar alguna sonrisa, algo que no siempre se consigue. Si es esto último lo que logro en alguna ocasión es que ya me puedo acostar feliz y pensar en positivo casi permanentemente, que ya tengo una buena base. Es el valor de una equilibrada satisfacción resultante del equilibrio armónico gestual entre los labios y los ojos.. ¿Cómo están ustedes? ¿Se han aclarado? Yo, desde luego que no. Dice mi “concienciólogo” y “cabreador”, Pepito Grillo, que ya estoy de nuevo divagando con mis tonterías habituales, que se me ve venir, que tenga también buen gusto conmigo mismo y que no me meta con el falso equilibrio entre los políticos de “hoy te quiero más que ayer, y del mañana ya veremos por donde soplan los vientos”. ¿Pero cómo me voy a meter con nadie y hacer entrar en razón a no sé quién cuando estoy en franca minoría? ¡En qué lío tan grande me he metido! No sé lo que me digo, pero en fin, es la vida… Sí, la vida es bella por más que haya a quien le fastidie, que los amargados pululan demasiado. Así que he salido por la mañana a la calle haciendo monerías, saltando a ver si toco las ramas de los árboles y le doy con la cabeza a un balón elevado que me lanza un niño con el pie. Bien, parece que estoy en forma, frase que si la pronuncio delante de mi sufrida Jimena me sale con la canción “Lo dudo”. Reconozco que soy un provocador nato, que si me encuentro con Palomino Nicasio que gusta de la canción callejera, trato de hacerle el dúo hasta que me echa y me llama disonante, si bien para congraciarme le doy unas monedas, y me me invita a cantar de nuevo, pero que le avise cuando lo voy a hacer, porque él se va, que tan solo me permite invitarle a un café con leche y porras. No sé, pero he tenido un fracaso sonoro del que se han reído hasta los patos y los barbos del río Ebro a su paso por el zaragozano Puente de Piedra. Así que un rato calladito, no mucho porque no sé hacerlo, que el silencio no me sienta bien y me parece que las palabras de más, tampoco. Soy una cabeza mal pensante que camina, que pasea mucho por las calles y se fija en todo lo que le rodea, hasta en Nicolás el poeta y buen amiguete mío que se dedica a declamar sus suspiros románticos, que como ríos hermosos van a parar a la mar desde las arcadas donde se halla. ¡Y qué cosas dice en su histriónico estilo parodiando al rapsoda cursi que había salido hace dos días en la tele! Me sonrío con malicia ante su discurso, me ve, me llama con un movimiento del dedo índice de la mano derecha, me asusto y hago bien en no ir, porque rápidamente me llama capullo (la confianza, claro), me dice que no tengo el menor sentido de la intelectualidad, que por favor, que no le ponga nervioso porque sus reacciones pueden ser muy ácidas. Lo he sentido mucho, y si había salido de casa corriendo alegremente y metiendo la pata a cada paso, agacho la cabeza y me voy, que bien que me gusta ser provocador, pero en esta situación creo que me he pasado cuatro pueblos con el bueno de Nico. No hay humor válido si se provocan situaciones hirientes, es imposible. De esta manera hundido anímicamente dirijo mis pasos con una cierta lentitud, y así hasta frenar todo movimiento. Otra vez el Pepito Grillo de las glándulas pituitarias se me aparece en momento tan crucial machacando mis distorsionadas meninges. “Gabino –me dice- has faltado al buen gusto contigo mismo”. Y debo reconocer que tiene razón, que no me gusta meter la gamba y menos hundir a nadie a base de impertinencias. Vuelvo a deshacer lo andado en el último tramo y veo que el rapsoda insiste en su forma de entender el arte, hasta que me ve de nuevo, si bien soy yo quien se le dirige a él en esta ocasión: “Nico, que ahora quiero contártelo todo, que antes me has confundido, que no me estaba guaseando de ti y mucho menos he pretendido ofenderte. Siento que te lo hayas tomado equivocadamente. Me ha gustado tanto el poema que ahora, delante de ti y ante el público que nos acompaña, quiero recitarlo con todo el cariño que mereces”. Me cede los papeles, para mi vergüenza me presta un micrófono, y empiezo: “¿Dónde vas rosa de mi jardín? Estoy triste, te arrastras solitaria por las aguas. Mis dedos sensibles a tu tacto, han arrancado gotas de mi sangre ¡Oh perfume que embriaga mi ser!, mi corazón está contigo, mi alma está donde tu estés por ese cauce hermoso y a veces ingrato que ahora es tuyo y mío. ¡Ay rosa de mi jardín, del jardín de mis deseos, no puedo dejarte correr en soledad, que allá donde vayas tu, yo, amada mía, me perderé contigo”. Tibios aplausos. Nicolás me abraza con lágrimas en los ojos. Ante tan tamaña cursilería, en el momento que puedo me escabullo y busco el gentío de la calle, procuro que mi cara pase desapercibida. El niño que un par de horas antes me ha lanzado un balón a la cabeza, le dice a su madre: “Mamá, este señor de la poesía es el que ha jugado conmigo al pelotón”. Respuesta de la mamá: “Chiquillo, cuántas veces te he dicho que no hables con locos desconocidos por la calle?”

MANUEL ESPAÑOL

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