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Mundo mágico

LA VIDA EN UN CIRCO GENIAL

LA VIDA EN UN CIRCO GENIAL

 

Estoy de nuevo en Madrid, y ya me da la impresión de que mi espíritu surrealista se dispara sin remedio: carteles circenses con equilibristas, trapecistas, payasos, magos, elefantes con unas trompas enormes.... Sus calles constituyen un circo genial con personajes ilustres que a cambio de un voto te hacen promesas que parecen fantásticos   malabares, es decir, "nada por aquí, nada por allá y mañana, el diablo que te ha vuelto a engañar". Pero estos aspirantes a magos no son los geniales que me gustan, es más, se les ve venir con su escasa capacidad de dialogar por los cauces de la noble sonrisa y del raciocinio, que además, una vez conseguidos sus objetivos, "si te he visto no me acuerdo".

Hoy he disfrutado de una banda de música fantástica plagada de gentes animadas, con la cara pintada de blanco, pantalones a cuadros y zapatones, que me ha transportado hacia un mundo deliciosamente feliniano y con toques irreverentes. Ese sí que es el mundo de mis sueños con sus aires felices que me llenan de recuerdos hermosos y divertidos. Y como si de los flautistas de Hamelin se tratase, me he ido tras ellos por el Viejo Madrid, por ese Madrid castizo que si lo hubiese conocido Federico Fellini, no dudo que entre los escenarios evocadores de Madrid y Roma hubiese desatado aun mas su imaginación plagada de arte, colorido y buen humor, que tan necesario es en este valle, no sé si de encuentros o de encontronazos. El caso es que la banda ha puesto punto final al concierto alegre y divertido junto al Palacio de Oriente y frente al Teatro Real, pero este Madrid de tantos suspiros, de chulapas y chulapos no se ha detenido. "A ver...", que se dice por estos lares.

Sí, estoy repleto de ensoñación y de alegría, si bien al momento de acabarse el pasacalles me he llevado el gran susto, pues despistado de mi noto una mano que por detrás me da golpecitos en el hombro y al volverme me encuentro con la figura de Franco vestido de almirante, y para colmo, descabezado. "¿Pero es que no me conoces, Gabino?". Y me encuentro con un malvado hombre invisible. !Como iba a reconocerle!. "Pues no te conozco, modorro". Se quita parte del disfraz y me quedo de piedra al ver a Manolo, el amigo de mi primo Marcelo, que ha venido a la capital de la Villa y Corte, "a ver si me abro camino en el mundo de los cómicos de la legua”.. Le digo que se quite el disfraz, que le invito en el Arco de San Ginés a tomar un chocolate doble con churros, que mientras tanto el traje se lo guardara Rita la Cantaora, que a ella le dejaremos la consumición ya pagada para cuando vaya. Mientras, me confiesa Manolo que él y Rita se ha hecho novios, o no sé si me ha dicho que pareja inestable. Así que Paco Franco y Rita lo que se da no se quita, la pareja del año. Se lo contaré a Marcelo, otro que tal...

Dejo a mis amigos que sigan haciéndose fotos con los turistas con las compensaciones  de las propinas, y sigo mi periplo desenfadado por la calle Arenal y Puerta del Sol, donde las figuras estáticas hacen uso de toda su imaginación  brindando sus prodigios artísticos: el desafiante jugador de ajedrez bañado en maquillaje dorado y sin mover ni una pestaña, la florista de Alcalá que cautiva al personal, el motociclista que desafía la ley de la gravedad…Todo ello está bañado por meritorias actuaciones musicales, como la pareja de acordeonistas procedentes de la vieja Europa del Este, el violinista en el tejado, el saxofonista de Chamberi, Rosana la bailarina de claque... No sé, pero lo que es a mi me gustaría montar algún  numero, pero no sé hacer nada, que si algunas veces llamo la atención es por mis locuras, eso sí, siempre inofensivas. Puede que cuando hay acordeonistas o violinistas y toquen algún bolero, saque a bailar a la turista sueca que termina sacándome los colores, o a la señora voluminosa muy simpática y sin complejos con la que me marco un chotis, muy amarraditos los dos, ante los aplausos del publico y hasta alguna cámara indiscreta para vergüenza mía.

En el fondo, si es que voy mucho por allí es que muy cerquita se halla el Teatro Real, uno de los grandes templos del mundo de la ópera. Y junto a sus puertas sueño, y veo a Plácido Domingo, y me imagino a María Callas en sus épocas más esplendorosas, y mi corazón  se eleva hasta el Olimpo de la música. Soy el eterno soñador que no quiere despertar, y que cuando se va de ese entorno entona por lo bajito para que nadie me oiga, algunas de esas arias inmortales que tan grabadas se quedan en mi. Pongamos por caso, "Una furtiva lacrima".

 

MANUEL ESPAÑOL

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