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EN EL OLIMPO DE LA MÚSICA

EN EL OLIMPO DE LA MÚSICA

Sobrio, generoso,  entregado, siempre asistido por las musas que nunca le abandonan,  Arcadi Volodos es un prodigio de personalidad entregada a la música. Estudió canto, hizo dirección de orquesta,  y a sus 39 años, este hombre que nació en San Petersburgo (Rusia) en 1972, no sólo ha alcanzado la categoría de “genio el piano”, sino que día a día escribe las más bellas y armoniosas páginas. Hace poco tuve la ocasión por cuarta vez de escuchar y verle en directo en un concierto, que como solista protagonizó en el Auditorio de Zaragoza, ante cerca de dos mil espectadores. Todavía tengo los vellos erizados por la emoción sentida al escuchar la magistral interpretación que hizo de las notas sinfónicas de Schubert y Schumann.

Y es que, salió Volodos al escenario ante un público entregado, y desde la primera nota se superaba a través de sus manos, en perfecta armonía con la cabeza y el corazón. Arcadí. Así asistíamos a momentos pletóricos de una magia imposible de superar, estableciéndose una total comunicación con el público. De esta manera me sentía invitado por del genio ruso, a recorrer con él, junto al resto de los espectadores, formando parte de una atmósfera envolvente que permitía llegar a ese olimpo de los dioses de la música, donde además de Schubert y Schumann, también se encuentran Mozart, Beethoven, Bach, Mahler, Lizst, Verdi… Lo que pude sentir a  lo largo de un espacio de tiempo en el que perdí la  noción del mismo, es indescriptible.  No quiero perderme en más calificativos, pero si que disfruté como no había hecho casi nunca. Y por si fuera poco, aun tuve la fortuna de estar sentado muy próximo a la que había sido su profesora en Moscú, Galina Egiazarova. A ella y a un amigo personal del artista de San Petersbugo, se les notaban los gestos de admiración, y además es que sabían leer perfectamente los gestos y expresiones de Volodos, por lo que no dudaron en señalarme que él estaba muy feliz de cómo transcurría el concierto. Y tan contento se hallaba, que aun ofreció a un público entregado, nada menos que cuatro propinas. El delirio se produjo cuando se sentó de nuevo al piano y acometió las notas de  “La Malagueña”, de Lecuona. He de asegurar que nuca había oído interpretarla con tanta fuerza, con tanta brillantez, con tanto ímpetu transmisor.

Estoy convencido de que Arcadi Volodos, en plena juventud, pero también en plena madurez, tiene un puesto seguro en el olimpo de los dioses de la música, porque en cada concierto que protagoniza, produce arte, hace una creación. Sólo de los verdaderos artistas se puede hablar asi.

MANUEL ESPAÑOL

UN HOMBRE BUENO

UN HOMBRE BUENO

Nunca me han gustado las definiciones a base de calificativos, pero hace unos días tuve la oportunidad no desaprovechada de asistir la inauguración en la Casa Encendida, de Madrid, de la exposición de Gervasio Sánchez, titulada Desaparecidos, y está uy claro que él se merece los más encendidos elogios. El de Gervasio es un canto a la solidaridad humana, a la verdad sobre todas las cosas, lo que le confirma como un ser libre. Por eso y por muchas otras razones, me hallo convencido de estar también ante un hombre bueno, en el más extenso sentido de la palabra.

Periodista cordobés que ha echado profundas raíces en Zaragoza, y al que como compañero en la Redacción de Heraldo de Aragón he podido tratar en profundidad, de lo cual me siento orgulloso, puedo asegurar que con su cámara ha recorrido los más desgarradores conflictos bélicos del mundo, ha sido y sigue siendo testigo de las más auténticas tragedias. Y lejos de endurecerse, sus ojos, su expresión, reflejan la más generosa sensación de paz y de deseos de justicia, algo que igualmente transmite en todas sus obras.  En esta ocasión, con Desaparecidos, presenta 252 imágenes en blanco y negro, en torno a un mundo marcado por el hambre, la incomprensión y el crimen. La suya es una profunda llamada a las conciencias.

Pero nadie mejor que el propio Gervasio para dar una profunda descripción de sí mismo, de su conciencia y de lo que piensa, y lo hizo a través del discurso que pronunció cuando recogió el 7 de mayo de 2008 el Premio Ortega y Gasset de Fotografía:

UN DISCURSO VALIENTE

"Estimados miembros del jurado, señoras y señores:

Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo. ….

Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.

No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.

Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.

Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.

Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.

Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.

Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.

Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.

Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.

Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.

Muchas gracias."

 

 

¡PERO QUÉ PENA MÁS GRANDE…!

Por más que quiero levantar cabeza, hoy no puedo. El sentido del humor parece que lo he perdido, y por una vez hago la excepción y lo mantendré ausente. He escuchado y visto la grabación recibida sobre una llamada en directo que se efectuó a través de Punto Radio, a Luis del Olmo, maestro de maestros. No era una opinión lo que se oía, tampoco una pregunta. Era el grito de desesperación de un canario mayor de 50 años, que sin empleo y sin medios, y sin más fuente de ingresos, según el protagonista, de la paga única de 460 euros que ha retirado el Gobierno. El buen hombre aseguraba llorando, que muy pronto se quedaría sin vivienda, que debería buscarse un alojamiento bajo cualquier puente, que debe indagar en torno a los cubos de la basura para alimentarse. Tal pena y la forma por él expresada daba la impresión que no mentía lo más mínimo. Estoy convencido de ello.

No creo que este ciudadano isleño llegue a morirse de hambre, que las instituciones no lo consentirán, como no consienten en situaciones similares. Sin embargo es una pena muy honda la que puede afligir a cualquier español que tenga un mínimo de sensibilidad y de sentido de la justicia, la que se siente en casos como éste. No lo logro evitar, me revuelvo con furia.

Dentro de su indignación y disgusto exteriorizado ante los micrófonos de Del Olmo, se quejaba de las pagas que les quedan a determinados políticos cuando abandonan sus cargos. No se puede negar, y que me perdonen por hablar en primera persona sobre asuntos tan serios, que en nuestras ciudades y en los contenedores de las puertas de los supermercados, he visto personas muy mayores revolver las mercancías desechadas por haber prescrito la fecha de caducidad. Dignos y limpios buscando un alimento para no acostarse sin cenar.

Recuerdo cuando a los pocos días de morir Franco ascendió al trono don Juan Carlos I, en el acto de toma de posesión, y dentro de su declaración programática, dijo aquello de “ningún español sin trabajo”. No dudo de la buena fe del monarca, a quien respeto profundamente. Pero han pasado casi 36 años desde entonces, y el paro ha crecido hasta llegar a unas cifras tan alarmantes como las actuales, lo que quiere decir que algo va mal. Tampoco quiero acusar ni señalar culpables, algo que puede conducirnos hacia una demagogia, quizás, demasiado barata, en la que no quiero caer. Pero no me negaran que es muy lamentable que haya personas que pasen hambre, y precisamente en una época en la que muchísimas personas tratan de combatir la obesidad financiándose tratamientos muy costosos, o simplemente adquiriendo productos dietéticos y especialmente diseñados para no tener la sensación de vacío, que también son muy caros.

Toda esta problemática sucede ahora, en el siglo XXI, en este país occidental y desarrollado llamado España.  Y no digo nada si miramos hacia países africanos donde hay sufrimiento máximo y escasa esperanza de vida.

 Manuel Español