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Mundo mágico

LO DIGO YO

LO DIGO YO

Nunca me han gustado y siempre he detestado las frases hechas, sí aquellas que expresan la opinión de una mente absolutista y carente de recursos lingüísticos. Pero si alguna de ellas odio de manera especial es “lo digo yo”, que ya hace demasiados años se puso de moda, y que aun a pesar de que haya perdido fuerza en la actualidad, sigue pronunciándose en demasía..

Que si en una tertulia informal se habla de temas veterinarios, por poner un ejemplo cualquiera, no faltará una persona ajena a la profesión que se refiera a la salud o al desarrollo de crecimiento de un ternero, o de un pollo, o un conejo, e incluso una serpiente o un cocodrilo, en términos de dictar sentencia. Que si el ternero muerde a su madre y hasta le hace sangrar cuando ésta le da la teta, que si el pollo nace con los órganos genitales ya desarrollados, que si… Y el pollo (me refiero al animal contertulio) habla con tal seguridad, que cuando alguien pone en duda sus palabras, se reafirma con un contundente “Lo digo yo”.

Así me ha ocurrido en diferentes ocasiones con especímenes con los que he tropezado en lugares públicos u otros que no tanto, pero citare tan sólo uno: Un día iba con el carrito de la compra por el supermercado, completamente cargado, y a toda la velocidad, dirigiéndome a la zona de cajas. Tenía tres o cuatro personas por delante cuando llegué a mi punto de destino, y eso no lo asimiló un personaje especialmente osado, que intentó colarse de malas maneras y apartarme. Entre él, que mediría unos 2,10 metros,  era gordo, y en el fondo también un zangolotino, y servidor, que estoy en 1,65 metros, se estableció un diálogo para besugos. Ni qué decir tiene, que en un principio él me apartó, se puso delante y me tapó totalmente. “¡Eh, oiga, que me tapa”, le dije yo. “Ya lo sé”, me contestó el muy… El caso es que me enfadé y le dije antes testigos, que se había colado. Me tuve que oír cosas como que aun pequeñito, era un caradura mayúsculo. Y por ahí no tragué, por lo que me enfrenté al grandullón, ante unos testigos que habían optado por el más débil, es decir, por mí mismo. Así me fui creciendo por lo que llegué a creerme David contra Goliat. Al carecer de argumentos el gigantón, y al verse éste increpado y en minoría numérica, señaló: “Usted, lo que tiene que hacer es estar detrás de mi. Se lo digo yo”. Esa fue la mía, y le respondí preguntando  que quien era él. “Eso, ¿quién es usted”, corearon los demás. Y el hombre no acertó a reaccionar, mas que dejando la cola de malos humos y confundiéndose de nuevo entre las estanterías del súper.

En realidad, las personas que pronuncian esas frases hechas de una manera tan contundente, demuestran una falta de argumentos propios y de personalidad. En realidad estamos ante los recursos de la ignorancia.

 

MANUEL ESPAÑOL

 

2 comentarios

manu -

Pues aún vamos ganando algo: menos mal que no dijo aquello de "Usted no sabe con quien está hablando" ¿Por qué se opone la gente a la asignatura obligatoria de Educación para la Ciudadnía? Lección 1.- Hablar con las personas, lección 2: hacer cola en el super, y así todo el curso. Buena falta nos hace: ¡Se lo digo yo! (...es broma). Suerte con el blog.

Jaml -

Hola Manuel Español. Veo que tienes un apellido muy nacional. Bueno, bromas aparte y referente a tu comentario, es cierto que los patanes se encuentran en todos sitios. Pero sabes que te digo, exiten unos condicionantes que tienen que diferenciar a todos y cada uno de los seres humanos, como son: Cultura, educación, ejemplo, conocimiento, humildad, modestia, y muchas más que solo se detectan cuando de verdad se tropieza con personas de auténtica valía humana.

Bueno, pues de momento nada más. Felicitaciones por tu blog y recibe un cordial y afectuoso saludo.

Jaml (Juan A. Murcia López)