Blogia

Mundo mágico

DESPIERTA EN SU PROPIO SUEÑO

DESPIERTA EN SU PROPIO SUEÑO

Soltera, muy señora ella, superados los ochenta, doña Paquita es la esencia del alma soñadora. Cree y siente la necesidad del amor que un día se apagó, pero que llegó a crecer con una intensidad abrasadora. Los residuos continúan y allí está ella para dar fe de unos tiempos que siempre se agitan en su interior. La conocí…, mi memoria se encuentra algo diluida…, no diré cuando. Puede que haya muchas Paquitas en el mundo como esta alma sensible que todos los días pasea su soledad, y que habla y transmite a quien le quiera escuchar. La mía es muy especial y de tarde en tarde me encuentro con ella, siempre bien atildada y con los labios rojos dibujando una sonrisa. Habla y canta sola, no importa, no está loca si bien la existencia no deja de ser una locura que cada uno la lleva como puede. Es posible que la vida no le salude como bien merece, pero ella sonríe a la vida, a pesar del letargo que sufre. Es primavera y el verano se acerca.

Paseo por la ribera del Ebro en su discurrir por Zaragoza, muy cerquita de la basílica de Nuestra Señora del Pilar. Ella se encuentra sentada en un banco con la mirada puesta en dirección a las aguas del río; contempla la fauna y flora, escucha los trinos de los pájaros, el rugir del viento. Se siente un espíritu libre, y por momentos se abstrae de la realidad cotidiana y lanza al espacio su pasión por la copla, pero no cualquier copla. Los paseantes la observan, algunos con una sonrisa burlona, otros con afecto. Me acerco sigilosamente hacia donde está y por un momento consigue que su voz se confunda con la de la recordada Conchita Piquer. Pero evidentemente no es ella. De su garganta y con pletórica sensación de sentimientos que surgen de sus entrañas unos “Ojos verdes” que me derriten. ¡Ay qué sorpresas da la vida! Camino, medito sobre mi pasión por la música, por las letras, por las cosas bellas que nos regala la vida, aunque también las hay tristes. Sí, es cierto, los elementos más hermosos de nuestra existencia no cuestan dinero. Vale con amar y no odiar.

Doy un paso adelante y me planto junto a ella. “Doña Paquita (le digo) ha logrado usted emocionarme”. Me siento al lado de esta mujer que generosamente comparte su banco. Sigue mirando al frente y me dice: “Es que la copla cuenta unas historias tan bonitas, tan tristes y a la vez alegres, y de amores despechados que llenan de vida. Mi vida está llena de esta música…” De repente se para, gira la cabeza, me mira a los ojos fijamente y como asustada me espeta con suavidad: “Usted tiene los ojos verdes… Usted….” Y se queda cortada. Con sus manos, con sus dedos, palpa suavemente mi cara como si de una caricia se tratase, hasta llegar a mis ojos que los observa con detenimiento. Suelta unas lágrimas y continúa diciéndome: “Usted me recuerda unos años jóvenes cuando vivía en Barcelona, que aun a pesar de hacer mucho tiempo de ello, siguen muy vivos en mi. Él era alto, musculoso, rubio, venía en barco de un país muy lejano. Fue una historia muy dulce y bella, tan dulce como la miel, tan bella que te guiaba hacia un sueño del que nunca he querido despertar. Así que estoy despierta en mi propio mundo”. ¡Ay Paquita!, que algo sabía ya de ella, que más de una vez nos habíamos cruzado por los caminos estableciendo un entendimiento, una comunicación hermosa entre dos seres cargados de sensibilidades afines.

Sobre ella, cual musa me pareció, me había planteado muchas historias. Vista ahora, de su juventud puede apreciarse que ha sido una mujer excepcionalmente guapa, pero su belleza parece sacada de su fuerza interior y proyectada hasta cubrir lienzos en blanco que se quedan empapados por colores llenos de sentimientos y trabajados por artistas que bien podrían ser de la talla de Julio Romero de Torres, o Zuloaga, Rusiñol, Sorolla… También la miro embobado y trato de profundizar en su propio ser. Entonces ella empieza a entonar como un murmullo muy especial, ese “Tatuaje” que tan primorosamente cantara tiempos ha, también Conchita Piquer. Vuelve a aquel Barcelona de sus tiempos y me cuenta que ”él vino en un barco de nombre extranjero. Se llamaba, se llama Adam. Era alto y rubio como la cerveza y tenía los ojos verdes. Le vi acompañado de unos amigos por el inicio de las Ramblas de Barcelona. Me miró, le miré y todo a nuestro alrededor se quedó en formas difuminadas, o no existía para nosotros. Me dijo su nombre y yo le di el mío. Comenzaron unos días de bonanza, de ensueño para mi. Me tomó de las manos y a las pocas horas ya estábamos abrazados con ardor. Pero su barco tenía que partir cuatro días después y nos juramos amor eterno. Me daba miedo a que la despedida fuese para siempre, pero él me dijo que no, y poco antes de que la nave levantara anclas, como prueba de amor ciego, él se hizo un tatuaje: era un corazón atravesado por una flecha con los nombres de Adam y Paquita. Yo hice lo propio, lo llevaría siempre y jamás iba a ser borrado. Esperé un año, dos y hasta más, y casi día a día recorría el camino hacia el puerto a preguntar a los marineros por este hombre . A todos les enseñé mi brazo tatuado por un amor que cada día está más perdido para Adam, pero que yo conservaré siempre. Ahora, en Zaragoza, espero. Recreo en mi alma lo que podría haber sido mi vida y me dedico a pensar que mis sueños son reales. Sí, mi amigo, en la vida no hay nada más maravilloso y profundo que los sentimientos derivados del verdadero amor. Y yo, en este banco, espero hoy sentada. Mañana no lo sé, pero nos veremos más veces”. No quiero decir adiós, mi alma se halla encogida. Pero ha llegado el momento de levantarse y mis ojos verdes miran con la mayor ternura a doña Paquita. A mi también me gusta la copla, y no puedo evitar, antes de marchar, susurrarle al oído “La bien pagá”.

Que me perdone Miguel de Molina.

 

MANUEL ESPAÑOL

LA VIDA EN UN CIRCO GENIAL

LA VIDA EN UN CIRCO GENIAL

 

Estoy de nuevo en Madrid, y ya me da la impresión de que mi espíritu surrealista se dispara sin remedio: carteles circenses con equilibristas, trapecistas, payasos, magos, elefantes con unas trompas enormes.... Sus calles constituyen un circo genial con personajes ilustres que a cambio de un voto te hacen promesas que parecen fantásticos   malabares, es decir, "nada por aquí, nada por allá y mañana, el diablo que te ha vuelto a engañar". Pero estos aspirantes a magos no son los geniales que me gustan, es más, se les ve venir con su escasa capacidad de dialogar por los cauces de la noble sonrisa y del raciocinio, que además, una vez conseguidos sus objetivos, "si te he visto no me acuerdo".

Hoy he disfrutado de una banda de música fantástica plagada de gentes animadas, con la cara pintada de blanco, pantalones a cuadros y zapatones, que me ha transportado hacia un mundo deliciosamente feliniano y con toques irreverentes. Ese sí que es el mundo de mis sueños con sus aires felices que me llenan de recuerdos hermosos y divertidos. Y como si de los flautistas de Hamelin se tratase, me he ido tras ellos por el Viejo Madrid, por ese Madrid castizo que si lo hubiese conocido Federico Fellini, no dudo que entre los escenarios evocadores de Madrid y Roma hubiese desatado aun mas su imaginación plagada de arte, colorido y buen humor, que tan necesario es en este valle, no sé si de encuentros o de encontronazos. El caso es que la banda ha puesto punto final al concierto alegre y divertido junto al Palacio de Oriente y frente al Teatro Real, pero este Madrid de tantos suspiros, de chulapas y chulapos no se ha detenido. "A ver...", que se dice por estos lares.

Sí, estoy repleto de ensoñación y de alegría, si bien al momento de acabarse el pasacalles me he llevado el gran susto, pues despistado de mi noto una mano que por detrás me da golpecitos en el hombro y al volverme me encuentro con la figura de Franco vestido de almirante, y para colmo, descabezado. "¿Pero es que no me conoces, Gabino?". Y me encuentro con un malvado hombre invisible. !Como iba a reconocerle!. "Pues no te conozco, modorro". Se quita parte del disfraz y me quedo de piedra al ver a Manolo, el amigo de mi primo Marcelo, que ha venido a la capital de la Villa y Corte, "a ver si me abro camino en el mundo de los cómicos de la legua”.. Le digo que se quite el disfraz, que le invito en el Arco de San Ginés a tomar un chocolate doble con churros, que mientras tanto el traje se lo guardara Rita la Cantaora, que a ella le dejaremos la consumición ya pagada para cuando vaya. Mientras, me confiesa Manolo que él y Rita se ha hecho novios, o no sé si me ha dicho que pareja inestable. Así que Paco Franco y Rita lo que se da no se quita, la pareja del año. Se lo contaré a Marcelo, otro que tal...

Dejo a mis amigos que sigan haciéndose fotos con los turistas con las compensaciones  de las propinas, y sigo mi periplo desenfadado por la calle Arenal y Puerta del Sol, donde las figuras estáticas hacen uso de toda su imaginación  brindando sus prodigios artísticos: el desafiante jugador de ajedrez bañado en maquillaje dorado y sin mover ni una pestaña, la florista de Alcalá que cautiva al personal, el motociclista que desafía la ley de la gravedad…Todo ello está bañado por meritorias actuaciones musicales, como la pareja de acordeonistas procedentes de la vieja Europa del Este, el violinista en el tejado, el saxofonista de Chamberi, Rosana la bailarina de claque... No sé, pero lo que es a mi me gustaría montar algún  numero, pero no sé hacer nada, que si algunas veces llamo la atención es por mis locuras, eso sí, siempre inofensivas. Puede que cuando hay acordeonistas o violinistas y toquen algún bolero, saque a bailar a la turista sueca que termina sacándome los colores, o a la señora voluminosa muy simpática y sin complejos con la que me marco un chotis, muy amarraditos los dos, ante los aplausos del publico y hasta alguna cámara indiscreta para vergüenza mía.

En el fondo, si es que voy mucho por allí es que muy cerquita se halla el Teatro Real, uno de los grandes templos del mundo de la ópera. Y junto a sus puertas sueño, y veo a Plácido Domingo, y me imagino a María Callas en sus épocas más esplendorosas, y mi corazón  se eleva hasta el Olimpo de la música. Soy el eterno soñador que no quiere despertar, y que cuando se va de ese entorno entona por lo bajito para que nadie me oiga, algunas de esas arias inmortales que tan grabadas se quedan en mi. Pongamos por caso, "Una furtiva lacrima".

 

MANUEL ESPAÑOL

DESNUDO Y CALADO HASTA LOS HUESOS

DESNUDO Y CALADO HASTA LOS HUESOS

Camino por una calle solitaria, con árboles y pocas casas. El cielo está cubierto de negros nubarrones. Comienza a chispear, a llover con fuerza, y mi gabardina gris y mi gorro australiano también grisáceo se mojan con la misma intensidad que el suelo. Debo buscar refugio, pero todos los portales están cerrados; tan solo a lo lejos se vislumbra un letrero que dice “Mesón Típico”. Inicio una veloz carrera dentro de mis posibilidades y al cabo de diez minutos llego al local calado hasta los huesos y tiritando de un frío acrecentado por la fuerza del viento. Estamos en Zaragoza, cerca de la ribera del Ebro, es lo normal. En los bolsillos llevo algunos billetes y monedas que me pueden sacar de un apuro. Con cara de susto abro la puerta y entro. Allí está ella, una mujer que se sorprende al verme como si yo fuese una aparición fantasmal. No me da tiempo ni de decir buenos días, ya que nada más entrar estornudo con fuerza repetidamente. Eso sí, el local es acogedor y con una iluminación suficiente como para crear un buen ambiente. Encima del mostrador, pero higiénicamente protegidas, se encuentran cazuelas de callos, de cocidos montañés y madrileño, ensaladilla rusa, calamares en su tinta, croquetas variadas… Vamos, toda una tentación para romper con las normas del endocrinólogo. Pero para eso estoy yo, tanto que hasta Gloria, la mesonera, me lo nota. “¿Pero de donde sale usted así, alma de Dios?”, me dice. “Quítese la ropa y séquese, no sea que le pase como a mi difunto marido, que murió de una pulmonía hace 12 años aquí en este mismo lugar. ¡Huy… y además qué mala cara tiene!”. Me quito la gabardina a la vez que el gorro, me la toma y la retuerce como si fuera una toalla empapada. Afortunadamente el mesón está calentito y empiezo a tener  mejores sensaciones, aunque insuficientes. ¡Pero qué amable es esta señora, oiga. Todo un encanto! Ella sigue mirándome detenidamente, aunque como una inofensiva criatura necesitada de auxilio. “Pero esa camisa, ¡madre mía como está! Fuera, démela también”, me dice. Y me quedo en camiseta y en un momento también sin pantalones ni calcetines y termino con nudismo  total. Ya pueden ustedes imaginar mi situación; de risa y con mucha vergüenza. De repente toma Gloria el teléfono interior conectado con el piso de arriba y dice con aspecto y acento nervioso: “Lolita, hija. ¿Te acuerdas donde está la ropa que guardamos de tu padre, que en paz descanse? (silencio) Pues baja la ropa interior y un albornoz, que creo que le ira bien a este señor ¿Cómo se llama usted? (silencio) Dice que se llama Gabino. Pues eso, baja la ropa para Gabino… Ah, y unas zapatillas de estar por casa. Que no, que a mi no me pasa nada, que no estoy loca todavía. Tu haz rápidamente lo que te diga y no preguntes tanto”. Atento a la conversación telefónica entre madre hija, tapado por una cortina, y del todo desnudito, comienzo a preocuparme. Vaya número, pero para no creerlo… Al momento baja Lolita, una niña muy guapa y con cara de bondadosa, como la madre. Me quedo embobado mirándola y el embobamiento desaparece cuando la chica me dice que tengo un parecido asombroso con su padre (q.e.p.d.). Y me trata con una simpatía muy especial y sin ningún complejo. Mientras me tapo con la cortina con una mano, con la otra me voy poniendo las prendas que me muestran sin mirar de frente y que me encajan un poco estrechamente; vamos, como para filmarlo. Así que bien tapadito y abrigado, comienzo a relajarme. La ropa mojada se la han quedado para secar, y aquí con tan buena compañía me quedo hasta que todo vuelva a la normalidad, no importa el tiempo que necesite, que hoy no tengo prisa alguna, que Jimena me ha abandonado por dos días “sin que sirva de precedente”, según me dijo, y no sé cómo puede acabar la aventura. El caso es que la cara de susto y frío no me ha abandonado del todo, y Lolita le dice a su señora madre que “Gabino, que ya lleva las ropas de papá, parece de la familia. Aún tiene frío y no le hemos ofrecido ni un té o café”. Yo les digo que “aquí estoy muy bien y con una compañía que me da mucho calor. Lo malo es que si vienen clientes y me ven con este aspecto, igual les espanto; claro, que si no molesto abusando de su bondad, podría refugiarme en el piso superior”. Me dicen que no hay problema, que la puerta la han cerrado a fin de evitar problemas. “Además aquí hay mejor calefacción que arriba, y como usted está desnudo…”. Entiendo que el espectáculo no es precisamente agradable, que “ahora que me doy cuenta, la ropa del finado me está más estrecha de lo que imaginaba y en cualquier momento puede saltar la sorpresa. Y como parece que ninguno de los tres tenemos prisa, establecemos una tertulia divertida acompañada de buenas viandas y un vino tinto del Somontano de Barbastro, que resucita. “Nunca hubiese imaginado –suelta Gloria- que iba a pasar lo de hoy. Ha sido tan entrañable y a la vez tan divertido… Si me permites que te tutee, Gabino, te diré que tu cara ya no es la de antes. Pareces divertido y buena persona”. Les comento que no sé cómo pagar tanta bondad y cariño, que espero que en la ropa mojada y ya seca se hayan secado también los billetes y las monedas. Las dos me cortan en seco: “Ni se te ocurra. Este es nuestro modo de vida y en la vida no se trata de ganar dinero, sino de disfrutar de ella. Tu nos has hecho disfrutar”. Lolita apostilla que “otro día te vienes tu con tu mujer y los cuatro lo pasaremos muy bien”. Con la ropa propia seca y con muy buen aspecto, salgo de nuevo a la calle. Luce el sol, se ve animación. Tan  pronto  se ha abierto la puerta del Mesón Típico han entrado clientes. Gloria y Lolita lucen sus mejores sonrisas y yo voy alegre por la calle cantando “Volver”. Por supuesto que volveré.

 

MANUEL ESPAÑOL

FUNDIDOS POR EL HIELO Y LA NIEVE

FUNDIDOS POR EL HIELO Y LA NIEVE

Sueño, siempre sueño, con el amor, con el éxtasis que produce la felicidad, con los tiempos pasados, con los tiempos venideros, con las pesadillas infernales. ¿Es un delito?  No creo, lo que parece es que la realidad me huye y entonces me veo en la necesidad de crear mi propio tiempo, el que imagino, el que deseo en constante búsqueda de una libertad que me hacen sentir de una manera un tanto surrealista. Pero pienso que eso es bonito: jugar con el ayer  y proyectarlo hacia el futuro sin huir de los aires presentes que nos anclan a unos momentos a veces muy auténticos, pero que no siempre gustan. Gabino, Manuel, ¿eres feliz?, me pregunto con cierta frecuencia. Hoy me encuentro muy feliz, y no sé por qué, me está dando por pensar en un conjunto de revoltijos que me transportan desde la infancia hasta la madurez, abarcando todas las fases de la vida. Comencemos por retrotraerme a determinados pasajes de mi infancia en Biescas hasta convertirme en el adulto aprendiz de todo, que es lo que soy hoy en día.

 

El reloj de la torre  de El Salvador, de Biescas, da las 8 de la mañana. Comienzo a abrir los ojos. Bajo la ventana de mi cuarto oigo a un hombre decir a otro: “La que ha caído. Y encima, con hielo en las calles”. El Evaristo se ha roto la cadera y una de las vacas de Tomás ha patinado al entrar en la cuadra y se ha roto los cuernos. Con el frío que hace, lo calenticos que estaríamos en la cama. Anda, vamos a tomar un carajillo a Ruba, chiqué”. Tengo 12 años, estoy en la habitación “Valle de Broto”, saco la mano derecha fuera y rápidamente la vuelvo a poner en el interior de la cama. Mi impaciencia tiene un límite y al final decido ponerme en pie de un brinco, abro el ventano para que entre la luz, y el pueblo presenta un color blanquecino total. Tras un pequeño paréntesis, los copos de nieve han vuelto a hacer su aparición, y ¡con qué fuerza!. Son enormes. Y así estoy durante un buen rato tapado con una manta que me cubre de arriba abajo, desde los pies hasta la cabeza como si fuese un fantasma, tan feliz… Hoy no habrá que ir a clase. A ver qué hacen conmigo. Pronto entrarán en la estancia la abuela, la tía, la otra tía, la otra, y el abuelo, y me dirán lo mismo: “Arriba, corazón. Vete al baño, vístete pronto y baja a la cadiera, que tu tío Julián ya ha encendido la hoguera, que ahí estarás más caliente y desayunarás mejor. Eso sí, bájate bien lavado y peinado”. Así que me espera un buen café con leche caliente y con un platito de nata acompañado de unas cañadas (tortas rústicas con azúcar y aceite) que devoro con cara de felicidad. Hoy no ha venido Basi que tanto me mima, por lo que el chocolate caliente y humeante quedará para el día siguiente. Vamos, igualico que ahora. Llega mi tío Sebastián y me dice que cuando termine el desayuno pase con él a la tienda, y de allí a la trastienda, que habrá que preparar el aceite para la venta. No son tiempos del líquido elemento embotellado, sino que viene en grandes garrafas para su venta a granel. Pues sí, dadas las bajas temperaturas, el aceite está congelado y hay que derretir por métodos un tanto primitivos. Es igual, que mientras haya buen humor y cariño soy el ser más feliz del mundo en esa tienda en la que no hago más que revolver, que hasta me hacen la vista gorda para que pueda sacar clandestinamente de la estantería esos piñones que tanto me gustan, y las pastillas de café con leche…. Llegan dos clientas mayorcitas, les pregunto qué desean. “Hablar con alguien responsable” me contestan con una sonrisa irónica, y yo me cabreo, que seré un nene, pero cuando hay que ser serio lo intento, que otra cosa es que lo consiga. Bueno, me hago el enfadado y a las damas las dejo con tía Pura y tía Trini. En un instante, cuando me dirijo a la puerta, entra la tía Concha, de Ruba. Hace la compra, sale también con un recipiente de leche y me apresuro a llevársela hasta el bar. Me dice que muy bien, que le acompañe, que “ahí están tus primos Jesús y Ramón. Vente a jugar con ellos, que lo pasaréis muy bien”. Cruzamos la calle y en un momento nos plantamos en el lugar. La calle está con un espesor de poco más de medio metro de nieve y los chicos de mi edad lanzándose bolas de nieve por los pasillos abiertos. Así que dejamos los libros y nos lanzamos los tres a la batalla blanca y con algunas pequeñas dosis de malicia. Una chica me lava la cara bruscamente con dos puñados del blanco elemento y se echa a correr. Como debe ser, pongo cara de tonto y de susto, y mis amigos me dicen que me apañe solo en mi venganza. Corro tras Pilín y cuando estoy a punto de alcanzarle para ahuecarle el vestido a la altura del cuello y con la nieve preparada, aparecen todas las chicas del pueblo y acabo perseguido por ellas. Algún día mi venganza será terrible, aunque dada mi inocencia... Si es que soy tonto… El caso es que acabamos todos, chicos y chicas, tomando ese chocolate que nos calienta por dentro, que nos ensucia la cara y que nos prepara para nuevas travesuras con las risas correspondientes de chicos y grandes. No, no ha habido enfado alguno.

Vuelvo a la tienda. Me paso a la cuadra, que está enfrente, para calentarme un poco mientras pacen serenamente las doce vacas de uno de los establos. Vuelvo a la tienda. El abuelo me me dice que  ni mis tíos ni mi madre se hallan en casa, y que hay trabajo. Además están a punto de llegar cuatro mulos con sus muleros de Aso, y hay que cargarlos con productos de la tienda. No hace falta que me digan nada, que arranco con rapidez y me voy corriendo a Casa Ruba a darles el recado. Allí, bien atendidos por Ramón y Lucía  (los padres de Jesús y Ramoné) no paran de reír teniendo por delante unos vasitos de vino y unos callos que comentan saben a gloria. Les digo que como no me den parte, me chivo. Y como callos, pero de beber me dan agua, que tampoco estaba mal en aquel momento y que actualmente me escandalizaría.  ¡Qué barbaridad, qué crimen  es ese de ingerir callos acompañados de agua! Y cuando lo cuento actualmente, el primo Ramón Ruba se me descuajeringa de risa. Menos mal que este Ramoné , con eso de que soy mayor (somos mayores) y algo de borrachitos ya tenemos, trata de resarcirme de esos momentos infantiles tan divertidos de H2O y que en el fondo añoramos. Los buenos callos han de ser acompañados con vino tinto y si me apura alguien, diré que no maridan nada mal con un buen cava, como el que pruebo de tiempo en tiempo en las madrileñas Cuevas de Luis Candelas.

Han pasado ya varias generaciones y la que representamos aquellos amigos de infancia como Ramón, Teresa María, Pilita, Ana Mari, Kiko, José, Pepe Luis, Agustín, Ricardo, Paco, Juan, Jorge, Manolé, Eduardo, los Toñines, Pedro… hemos dejado atrás a personas muy queridas que siempre permanecerán vivas en nuestro interior, y el caso es que hemos llegado a primera línea, pletóricos de buen humor y conscientes de que el camino que nos queda se va acortando. Es igual. Cuando nos juntamos en el pueblo y muchas de las veces nos reunimos en Casa Ruba, somos las personas más felices del mundo sin mirar hacia la línea de horizonte. La de tonterías que salen a la luz, y las que esperamos puedan salir durante muchos años más, aunque sea salpicados por algunos momentos de inevitable emoción.

Sí, hemos dado un gran salto en el tiempo, y cuando subo a Biescas no puede faltar la tertulia con Ramón. Si rozamos la soledad nos situamos en la barra en la zona “El rincón del abuelo”, donde hablamos de lo divino de lo humano, recordamos que en los tiempos primitivos del bar-hotel (Casa fundada en 1884) se limitaba con la carpintería de Salvador Lacasa y en la parte de atrás, en el actual comedor se hallaba ubicado el Cine Duarsal, donde los domingos veíamos películas y siendo ya un poco más mozos tratábamos de ligar los chicos con las chicas, aunque ahora que pienso no sé si eran ellas con nosotros. Aún recuerdo que en ocasiones se hacía teatro en esa misma sala, y hasta vi a allí Maxi interpretar a un personaje protagonista. ¡Y qué bien lo hacía! Las sesiones dominicales de la tarde a primera hora, estaban dedicadas a los menores como nosotros (¡qué desconsideración!) , y dentro se respiraba un aroma muy humano mezclado con el de las pipas y cacahuetes que consumíamos mientras atacaba el Séptimo de Caballería, o el malo de turno recibía su castigo.

Mis raíces, amigo primo Ramón, están en Biescas intentando juntarse con todas las buenas gentes que desde el día en que aparecí me abrieron sus casas, sus vidas. Aquí volví a sentirme niño y aquí he madurado (no sé si del todo). Es mucho lo que debo a esta tierra, es mucho lo que tengo para recordar de tu familia, de la mía, de las chocolatadas que de niños nos hacía Lourdes Oliver en Arratiecho, de las frutas robadas y hasta toleradas, de algunas travesuras que algún día contaré y que ahora no me atrevo.

 

MANUEL ESPAÑOL

VUELVE LA CENSURA PREVIA

VUELVE LA CENSURA PREVIA

 ¡Vaya día que llevo discutiendo conmigo mismo! Como siempre, no he llegado a ningún acuerdo en mis formas de expresión, ni en los objetivos trazados, que siempre he huido de las vulgaridades, las broncas fuertes y los insultos personales. Oiga, que para eso están los políticos trepas que no saben hablar (no todos, seamos correctos) y en estos momentos no sé de quien fiarme. Sí, estoy cabreado y sin pretender mostrar mi acritud al máximo, algunos flecos pienso dejar que se me vean con toda claridad. No se ponen de acuerdo y Sus Señorías tan sólo se anuncian públicamente pidiendo la concesión cargos. Si es que parecen menores de edad que tienen la masa gris en su estado más incipiente (¡ojo, que no les he llamado tontos!). Bueno, no he soltado por el momento burrada alguna, pero al ritmo que vamos puede pasar cualquier cosas. Del Régimen anterior no quiero hablar en exceso, que a veces las réplicas son más peligrosas que los propios terremotos y aún quedan restos… Y para colmo, la censura de TVE al Rey emérito de España Juan Carlos I. ¡Ay!, que a mis jóvenes setenta años, estaría muy formal y algo mono recordando tonterías del pasado. El caso es que con medio centenar años de ejercicio de la profesión de periodista, llevo acumulada una represión filosofal que no me la puedo quitar así como así. En la época de Franco tuve que aprender a mantener el puesto laboral y fui moderado, tratando como todos mis compañeros, también de escribir entre líneas para intentar que se entendiese algo de la propia información, y sin embargo siempre hubo alguien que decía eso de “no te pases chaval, que si pones más detalles se te va a entender todo”. Y hasta que se levantó la censura previa, que ya tenía bemoles eso de la visita de cada noche al censor con las páginas de pruebas. En Deportes, especialidad en la que igualmente trabajé durante mucho tiempo, no se registraban mayores problemas, aunque se miraban con lupa las alineaciones y demás por si había algún nombre extraviado, pero la realidad es que te enfrentabas más a los hinchas del equipo que habías criticado, a los jugadores que se estaban enfrentando a su posible renovación de contrato o al fichaje por algún club que resolviese sus problemas económicos, que anda, que nosotros también teníamos los nuestros. Pobretes unos y otros, que tampoco se trataba de hacer sangre. La situación era llevadera porque estábamos ejerciendo la profesión que con sus pros y sus contras más nos gustaba, que era mejor hablar de un gol de Kubala, que hacer las informaciones laborales y sindicales teledirigidas. Eran tiempos en los que se ponía a prueba el máximo de nuestra capacidad de resistencia. Debíamos ser buenos y convencernos de ello para luego sacar tu propia sonrisa. ¡Menos mal que ahora puedes hacer un corte de mangas, y si no haces mención de agresividad no pasa nada. Y como en esta España, Grande y Libre, en la que las monedas de cinco pesetas llevaban acuñadas la efigie de Caudillo con las letras “Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios” (“Dios que gracia” sonreíamos hacia nuestros adentros) se pasaban igualmente momentos buenos, algunos verdaderamente divertidos. En época de juventud, cuando tuve la suerte de viajar a París con un seleccionado aragonés de balonmano al Torneo Internacional de Francia, y cuando el cine erótico estaba plenamente vetado, antes de entrenar en las canchas nos metimos en el cine de al lado del hotel a ver “Enmanuele”, con la figura estelar de Silvia Kristel, dando la impresión de que no todos habíamos visto la misma película aunque sí parecida, que según la contaban unos u otros exagerados, llevaban cargas de sexo siempre prohibido pero distinto, a las que ahora no se les hace ni caso. ¡Ay! Y en Biarritz y Perpignan, ciudades fronterizas con España, todos los fines de semana llegaban autobuses llenos de españoles. Por cierto, que el ya mencionado torneo balonmanista de París lo ganó España, y para gastar una broma al capitán nuestro, que era el aragonés Fernando de Andrés, le dimos el gran susto de piratearle la Copa que se le habían arrebatado de sus manos. Y él tan colorado, tan nervioso, llamándonos de todo, que “¡con qué cara me presento yo en el autobús!, y demás” Han pasado muchos, demasiados años quizás y seguimos los de esta “Grande y libre” (“ahora cincuenta, pequeñas y cabreadas”), que aun a pesar del artículo 20 de la Constitución Española, que consagra la Libertad de Expresión en este país de no entrar un mínimo de sensatez, nos veremos obligados por el momento a viajar a tierras galas para ver de nuevo cine español. Me resistía, pero al final lo voy a tratar con un grado de desfachatez determinado, pero sin pretensiones de ofender a nadie. Hace pocos días, una emisora oficial de la televisión francesa realizó todo un reportaje dedicado al reinado de don Juan Carlos en España. Se rodó unos días antes de producirse de forma oficial la abdicación en la persona de Felipe VI. Se habían grabado cinco horas y se dejaron finalmente en hora y media. El Rey emérito hizo un repaso total a sus 40 años de reinado, que fueron los que transformaron España. TVE figuraba como entidad coproductora. La película se estrenó en el país vecino con todos los honores, y el ente público adujo que la proyección no era proyectable aquí porque don Juan Carlos no figuraba ya como jefe de Estado. Y luego nos tenemos que tragar lo que nos ponen de las historias de otros países. Particularmente desearía que los responsables de TVE hicieran una cura de humildad acompañada de dosis de sabiduría y pusiesen en la primera cadena tamaña producción. No caigamos en otro tipo de censura previa. O ¿hay duendes traviesos que se infiltran en Televisión Española?

MANUEL ESPAÑOL

Pie de foto : Volaremos de nuevo a París

ATAQUE DE CELOS EN EL METRO

ATAQUE DE CELOS EN EL METRO

Mecachis la pena negra que me envuelve. Hoy he vuelto a entrar en el metro madrileño (soy adicto a este medio de transporte) donde surgen las sorpresas y los imprevistos!. Unas veces te alegran la mañana o la tarde e incluso la noche, y otras te ponen los nervios a prueba, y hasta puedes entablar conversación con gentes de todo tipo, como niñas monas, jóvenes coquetas y hermosas o tíos simpáticos, que también los hay. El caso es que en esta ocasión entro en el vagón tomado en la estación de  Ópera, y como no hay asiento libre me quedo de pie. Muy cerca de donde me hallo está ella sentada,  y no puedo apartar los ojos de esa figura grácil, hermosa y angelical a la vez. Cuando más embelesado estoy ante esta belleza racial y rubia, ella pone cara de sorpresa al tiempo que me mira fijamente y lanza sus mejores sonrisas. Mientras, recibo un codazo en el brazo derecho, y un caballerete con cara picarona me dice que "la tienes en el bote". Así que me vuelvo y le digo que "por supuesto que sí. Fíjate que es mi mujer...". El otro me pide perdón por su frivolidad, le digo que no tiene importancia, que "mi Jimena me sorprende todos los días, es una mujer maravillosa. ¿Verdad que llama la atención?". El caso es que durante tan breve diálogo para besugos, queda vacío un asiento al lado de Jimena, y cuando me doy cuenta se sienta el típico ligoncillo y patoso a la vez. Tiene cara de gilipollas, pelo canoso, ondulado, muy sonriente y saludador, y muy hortera, que cuando abre la boca asoma un diente de oro. Ella me mira como diciendo "resígnate" y a la vez responde con otro saludo y una sonrisa al pollo ese. Noto que se enzarzan en una animada conversación, que él le saca su móvil y ella el suyo. Mientras, el coleguilla que estaba de pie a mi lado, se calla y huye de mi educada e irónicamente, no sé muy bien si con una sonrisa picarona, como si pensase que había ido de farol ante una dama que es la mía. Y claro, la situación de esta manera planteada, no es plato de buen gusto, lo que me provoca un semblante un tanto serio y diría que hasta ácido. Me fijo más en mi mujer y en su pareja, que se hallan en una posición reposada. Pero no paran de hablar, que el pollo saca papel y boli para anotar y ella dice no sé qué, que rápidamente el otro se mete de nuevo los artilugios esos en el bolsillo. Por fin llega la parada más cercana a nuestro domicilio, y Jimena se levanta,  va donde estoy yo, me toma de la mano, subimos las escaleras que nos llevaran hasta la superficie donde luce el sol, a ver si me aclaro. "¿Por qué estas tan serio?", dice mi medio limón con una cara de guasa que no se puede aguantar. "Porque no soporto a los chuletas maleducados y entrometidos. ¿Que, era gracioso?"

-No mucho, más bien nada; pero el hombre no tenía malas intenciones.

-Pues yo contigo las tengo a todas horas. Además he visto que os enseñabais los teléfonos.

-Ay que feliz me estás haciendo Gabino. Parece que te ha dado un ataque de celos.

-¿Yooooo, y del tío ese? Lo último que me podía suceder, ¿A mí? Bien equivocada que estas.

-Pues me ha propuesto quedar algún día para conocernos más y ver si de alguna manera podíamos encajar. Además me ha dicho que acababa de divorciarse y que necesita pareja que le entienda.

-Si será cabr.......

-Claro, que le he contestado que estoy muy enamorada, que tengo el mejor marido del mundo, que en esos momentos nos estabas  viendo y empezaba a verte mala cara.

-¿Y qué te ha contestado?

-Nada, que en ese momento ha decidido meterse de nuevo en el bolsillo el papel y el bolígrafo que había sacado para anotar mi teléfono y darme el suyo. Yo creo que cuando te ha visto se ha quedado impresionado de tu buena presencia. ¡Eres insustituible! ¿Acaso has pensado que iba a coquetear en serio con ese esmirriado? ¿Y por eso te has puesto celoso?.

-Insisto, que de celoso, nada; bueno, que para ser sincero, solo un poco. Pero yo entiendo  al ligoncillo ese, que no tiene otra cosa que el mismo gusto que yo. ¡Ay Jimena, que eres mi bombón de nata y fresa, que no puedo querer a otra más que a ti.

A tantos grados de amor asciende la conversación, que aquí me paro, freno en seco y no digo más, que las interioridades no son precisamente para airearlas. Quien tenga imaginación, ya sabe.

 

MANUEL ESPAÑOL

 

 

 

 

SUSPIROS DE MACARIO

SUSPIROS DE MACARIO


Estoy amarrado a este Madrid para soñar, de chulapas y chulapones, donde se derrochan las bellas y graciosas palabras, los requiebros y las sonrisas, la gracia y el salero. Es algo que no se puede evitar  porque surge con naturalidad. Aquí espero pasar una pequeña pero intensa temporada. ¿Son  todo el mundo así en la tierra de Frascuelo y de Marcial el más grande? Excepciones también las hay, pero me gusta ser optimista y quedarme con las esencias positivas. Esto es lo que me sucedió ayer, un día que me comenzó cruzado pero que acabó muy bien:

Son las ocho de la mañana. Suena el antipático despertador con muy malos y asquerosos modales, y me dice que ya es hora de levantarse. Saco una mano fuera de la ropa de la cama, después la cabeza, y le hago pedorretas  al armatoste ese.  Comienzo a levantarme por imperativo ilegal, pongo en marcha la radio del baño, y Pepa Bueno me dice en la SER que seguimos sin Gobierno en este país todavía llamado España. Que no, que quienes deben, no solo no se ponen de acuerdo, sino que lejos de dirigirse la palabra y dialogar  se insultan sin miramientos con sus caras y gestos marcados por la acritud. ¡Vaya ejemplo! Mientras, a nosotros, los sufridos votantes cada cuatro años nos recuerdan beatíficamente y también con cierta dosis de cinismo sin apenas apariencia maliciosa, esos principios de la Ilustración de "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo". 

Uno, que es  "fan" total de Pepa Bueno, muy a mi pesar, se ve obligado a mover el dial, y me sale "Suspiros de España". ¡Yaya pasodoble que me marco en solitario bajo la ducha¡ La vida se hace día a día, hora a hora, a base de suspiros. De esta manera ha llegado el primero. Así que salgo a la calle, saludo a mi amigo Pacorro y poco después entro en una cafetería de la que soy asiduo, y en la que me conocen bien los dos camareros; les pregunto si pueden ponerme un café con leche y unas porras, y segundo suspiro:  "Podemos". A continuación les pido que me dejen  de gracias, que me presten algún diario deportivo, con lo que me encuentro con la cesión de "Marca" y "As", que no hablan del Gobierno puro y duro ni se meten en política profunda,  pero que coinciden en señalar que mi equipo, el Real Zaragoza, no gana ni a la de tres, con lo que la devolución de los rotativos a su procedencia prestamista es inmediata. Y de esta manera  se produce un nuevo suspiro. Así resulta imposible levantar cabeza. Sigo mi trayecto por la calle Fuencarral, que a pesar de la hora presenta una animación tan inusual, que obliga a abrirse paso entre los somnolientos viandantes, que no acaban de despertar. Con estos ánimos inexpresivos me  introduzco en la boca del metro sita en la Glorieta de Bilbao. Subo al vagón después de un pequeño traspiés, y ya con un semblante más bien serio, me encuentro con Macario (personaje real), que con las dos manos simula hacerme una foto para la posteridad, al mismo tiempo que me dice "buenos dias" y "bienvenido al tren de los buenos deseos". Macario, vestido con jersey de lana verde, una cazadora, pantalón vaquero, lleva puesto en la cabeza un sombrero con una cinta violeta que le da la vuelta completa al mismo, y entre sombrero y cinta tiene  colocadas flores de papel  con colores rojo, amarillo, verde, naranja, rosa, además de todos los que quepan en la imaginación loca de una cabeza pensante; a la vez porta una cesta con papel y tijeras, materiales empleados para confeccionar sus flores cuando no habla, pero es muy poco lo que para. "Oiga, señora, señor, señorita, nene, tengan una de mis flores, que no les cobro nada, que si me dan sus sonrisas, con una sola, ya me sentiré sobradamente  recompensado". Se me produce un nuevo suspiro, esta vez de agradecimiento hacia un personaje muy singular, que me dice: "amigo, parece que estás amargado y con una buena dosis de enfado. Bah, no te preocupes, que si te contase mi vida verías tu, ja ja jajaja. Te presto a mi suegra, jajajajajajajaja. Oye, que ella y yo lo pasamos muy bien. Que si, que hay que reír y a las tragedias darles el esquinazo y hacer asomar una cara de buenazo, como tu tienes". Vuelvo a sonreír de forma continuada, que este hombre que imparte humor, ternura, me contagia y con él las carcajadas salen de manera fácil. Quiero entablar una conversación prolongada con Macario, pero no hay manera. A una niña le regala una flor roja, y sin que le pida nada la pequeña le da un beso en la mejilla derecha. "Hoy me siento el hombre mejor pagado del mundo, la de esta niña ha sido la recompensa mas sincera que podía recibir. Eso no tiene precio", me dice. 

Puedo asegurar que el hecho de conocer a Macario me ha producido un tipo de impacto sin precedentes. Sus ojos le bailan a este payaso de la vida que va sembrando sonrisas. Me he pasado dos estaciones de más junto a él disfrutando de su compañía, siendo testigo  directo de cómo a los pasajeros que entran en el vagón les hace retratos simulados acompañados de la palabra "bienvenidos". Ha sido el más bello de los espectáculos con  sabor muy humano, en el que ha arrancado sonrisas a quienes en un principio mostraban  una seriedad inexpresiva. Gracias amigo, por haberte conocido. Has provocado el más bello de mis suspiros. Soñar, sonreír y disfrutar con Macario es gratis. Solo quiere la sonrisa de los demás.

 

MANUEL ESPAÑOL

RABIOSO CORTE DE MANGAS

RABIOSO CORTE DE MANGAS

 Hoy es uno de esos días extraños y raros en los que me tengo que oír de todo, y además poner buena cara para evitar las ganas de hacer un rabioso corte de mangas a entrometidos que van por la vida con su yo por delante de los demás, que si te cruzas por su camino se puede organizar una gorda, porque la razón se creerá que está siempre de su parte. Si, me gritan, me miran mal y me dicen loco. Es que puedo tener todos los defectos del mundo, pero que sepan que rechazo su vulgaridad y alta cursilería. En realidad a uno, ya un veterano de la vida, casi en edad media alta, bueno, un poco más, le da igual, que en el fondo lo que me gusta en cierta forma también es provocar y arrancar alguna sonrisa, algo que no siempre se consigue. Si es esto último lo que logro en alguna ocasión es que ya me puedo acostar feliz y pensar en positivo casi permanentemente, que ya tengo una buena base. Es el valor de una equilibrada satisfacción resultante del equilibrio armónico gestual entre los labios y los ojos.. ¿Cómo están ustedes? ¿Se han aclarado? Yo, desde luego que no. Dice mi “concienciólogo” y “cabreador”, Pepito Grillo, que ya estoy de nuevo divagando con mis tonterías habituales, que se me ve venir, que tenga también buen gusto conmigo mismo y que no me meta con el falso equilibrio entre los políticos de “hoy te quiero más que ayer, y del mañana ya veremos por donde soplan los vientos”. ¿Pero cómo me voy a meter con nadie y hacer entrar en razón a no sé quién cuando estoy en franca minoría? ¡En qué lío tan grande me he metido! No sé lo que me digo, pero en fin, es la vida… Sí, la vida es bella por más que haya a quien le fastidie, que los amargados pululan demasiado. Así que he salido por la mañana a la calle haciendo monerías, saltando a ver si toco las ramas de los árboles y le doy con la cabeza a un balón elevado que me lanza un niño con el pie. Bien, parece que estoy en forma, frase que si la pronuncio delante de mi sufrida Jimena me sale con la canción “Lo dudo”. Reconozco que soy un provocador nato, que si me encuentro con Palomino Nicasio que gusta de la canción callejera, trato de hacerle el dúo hasta que me echa y me llama disonante, si bien para congraciarme le doy unas monedas, y me me invita a cantar de nuevo, pero que le avise cuando lo voy a hacer, porque él se va, que tan solo me permite invitarle a un café con leche y porras. No sé, pero he tenido un fracaso sonoro del que se han reído hasta los patos y los barbos del río Ebro a su paso por el zaragozano Puente de Piedra. Así que un rato calladito, no mucho porque no sé hacerlo, que el silencio no me sienta bien y me parece que las palabras de más, tampoco. Soy una cabeza mal pensante que camina, que pasea mucho por las calles y se fija en todo lo que le rodea, hasta en Nicolás el poeta y buen amiguete mío que se dedica a declamar sus suspiros románticos, que como ríos hermosos van a parar a la mar desde las arcadas donde se halla. ¡Y qué cosas dice en su histriónico estilo parodiando al rapsoda cursi que había salido hace dos días en la tele! Me sonrío con malicia ante su discurso, me ve, me llama con un movimiento del dedo índice de la mano derecha, me asusto y hago bien en no ir, porque rápidamente me llama capullo (la confianza, claro), me dice que no tengo el menor sentido de la intelectualidad, que por favor, que no le ponga nervioso porque sus reacciones pueden ser muy ácidas. Lo he sentido mucho, y si había salido de casa corriendo alegremente y metiendo la pata a cada paso, agacho la cabeza y me voy, que bien que me gusta ser provocador, pero en esta situación creo que me he pasado cuatro pueblos con el bueno de Nico. No hay humor válido si se provocan situaciones hirientes, es imposible. De esta manera hundido anímicamente dirijo mis pasos con una cierta lentitud, y así hasta frenar todo movimiento. Otra vez el Pepito Grillo de las glándulas pituitarias se me aparece en momento tan crucial machacando mis distorsionadas meninges. “Gabino –me dice- has faltado al buen gusto contigo mismo”. Y debo reconocer que tiene razón, que no me gusta meter la gamba y menos hundir a nadie a base de impertinencias. Vuelvo a deshacer lo andado en el último tramo y veo que el rapsoda insiste en su forma de entender el arte, hasta que me ve de nuevo, si bien soy yo quien se le dirige a él en esta ocasión: “Nico, que ahora quiero contártelo todo, que antes me has confundido, que no me estaba guaseando de ti y mucho menos he pretendido ofenderte. Siento que te lo hayas tomado equivocadamente. Me ha gustado tanto el poema que ahora, delante de ti y ante el público que nos acompaña, quiero recitarlo con todo el cariño que mereces”. Me cede los papeles, para mi vergüenza me presta un micrófono, y empiezo: “¿Dónde vas rosa de mi jardín? Estoy triste, te arrastras solitaria por las aguas. Mis dedos sensibles a tu tacto, han arrancado gotas de mi sangre ¡Oh perfume que embriaga mi ser!, mi corazón está contigo, mi alma está donde tu estés por ese cauce hermoso y a veces ingrato que ahora es tuyo y mío. ¡Ay rosa de mi jardín, del jardín de mis deseos, no puedo dejarte correr en soledad, que allá donde vayas tu, yo, amada mía, me perderé contigo”. Tibios aplausos. Nicolás me abraza con lágrimas en los ojos. Ante tan tamaña cursilería, en el momento que puedo me escabullo y busco el gentío de la calle, procuro que mi cara pase desapercibida. El niño que un par de horas antes me ha lanzado un balón a la cabeza, le dice a su madre: “Mamá, este señor de la poesía es el que ha jugado conmigo al pelotón”. Respuesta de la mamá: “Chiquillo, cuántas veces te he dicho que no hables con locos desconocidos por la calle?”

MANUEL ESPAÑOL