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Mundo mágico

KATARZYNA, OJOS PARDOS DE GATA

KATARZYNA, OJOS PARDOS DE GATA

Sentíase herida hasta en lo más profundo de su ser. Su mirada con ojos pardos de gata le delataba, a mi me entristecía. Era muy expresiva y parecía estar al acecho, como si estuviese también acompañada de un odio salvaje en busca de descarga. He de confesar que me daba miedo observar su rostro erguido con la cabeza tensada por un orgullo no disimulado. Yo iba solitario con mi mochila a los hombros, buscaba compañía y ella huía de la soledad. Pero no nos encontrábamos. Se llamaba Katarzyna, habíamos coincidido solitarios en un bosque de Zakopane, y procedía de los Cárpatos polacos. ¡Qué zona montañera tan hermosa!. He de reconocer que la tremenda fuerza de atracción que sentía por ella se transformaba en temor o ¿amor? Momentos antes le había lanzado una mirada timorata y furtiva y ella me la devolvió con un rictus de desprecio, tampoco exento de desconfianza. Avergonzado, huí de su presencia, pero fue por unos segundos nada más, eso sí, muy intensos. Acababa de hacerme con su retrato imposible de borrar de mi memoria interna, así que pasasen años y más años. Buscaba su aproximación con deseos de inmediatez, al tiempo que la rechazaba por miedo a ese rostro entre angelical y salvaje, tal vez en un  momento timoratamente impenetrable, como si estuviese dispuesta a agredirme con sus afiladas uñas internas. ¿Pero por qué?, ¿qué había hecho yo? Me tengo por persona educada y mis intenciones eran buenas, muy humanas, quizás demasiado humanas, y ahí estaba mi expresión, puede que demasiado sincera y sin máscara, algo que creo no es para provocar ofensa alguna. Ella no lo vio así, y en el momento de darse la vuelta tropezó con una rama que le hizo sufrir una caída sin  lesiones físicas aparentes. Más tímido que decidido fui a ayudarla a que se incorporase; le ofrecí mi mano y la apartó con una indicación para que  yo desapareciese de su entorno. Al final decidí a mirarle fijamente a sus ojos  cargados de encanto y misterio, ella cedió en su agresividad, los bajó como si tratase de hacer un velo invisible. Sonreí, sonrió, aceptó mi mano, saqué el botiquín de la mochila y le curé un brazo desnudo un tanto sanguinolento. Resultó efusiva en su agradecimiento, y yo una persona feliz a la que casi se le salía el corazón, esto último por decirlo de alguna forma un tanto exagerada, pero prácticamente real.

Sí, ojos pardos, cara de gata, pero ahora de dulce expresión, a base de ímprobos esfuerzos idiomáticos, ella en polaco y yo en un inglés más bien malo que bueno pero suficiente, este Gabino Zwarowany (loco en polaco) de marcado acento español, bien que pudo entenderse con la dama gatuna. Afortunadamente perdimos la vergüenza, aunque solo un poco, lo suficiente como para podernos entender. Katarzyna me confesó que era nativa y vivía muy cerca de Zakopane, que había ido allí a casa de unos familiares de la que se había ido para hacer una excursión solitaria por una zona boscosa, que creía haberse perdido y sentía un miedo acrecentado cuando me acababa de ver. “Es que en mi casa me dicen que desconfíe siempre de las personas desconocidas, y más en la soledad de las montañas”. “Me ves con cara de agresor para que al principio me miraras con tanto miedo?”, le pregunté. “No parece”, dijo ella para añadir continuación: “Mis hermanos me han dicho que cuidado con la soledad, que no hable con el primero que encuentre, que a veces las apariencias engañan”. ¿Crees que te engaño?” le respondo. Primera risa del día: “No me importaría”.

Cogidos de la mano a pesar de las mochilas al hombro, nos dirigimos hacia el centro de la ciudad, donde la dejé en casa de sus parientes y quedamos que iría a buscarla dos horas después para ir a bailar al Willa Monte Rosa, un lugar elegido por ella, donde se escucha una música lenta y muy especial y hasta rítmica. Nada más llegar allí, caprichos del destino, sonaba la voz sensual y bolerista de Olga Guillot. Todo un caramelo. Nuestras mejillas se juntaron y los corazones sufirieron un alza de golosos sentimientos. ¡Ay Katarzyna, ojos pardos de gata, no quiero despertar de este sueño!

 

MANUEL ESPAÑOL

 

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