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Mundo mágico

A LOS RICOS BOMBONES DE CHOCOLATE Y CARAMELO

A LOS RICOS BOMBONES DE CHOCOLATE Y CARAMELO

Akin se llama mi amigo nigeriano y Folami su mujer, dos negrazos encantadores que cautivan a la primera mirada. Les conocí hace tres años en un mercadillo playero del sur de Andalucía. Los dos, jóvenes y emprendedores, habían dejado a los dos hijos en su país, al que volvían a pasar días en los descansos de temporada, y así sacaban adelante y con alegría el negocio. Su tienda hecha muy coquetamente ya base de toldos, cuando estuve por allí la primera vez, era la más visitada, bien por la bondad de los artículos de piel (carteras, monederos, bolsos) o por la ropa atractiva, de buen gusto y de bellos coloridos. El español lo hablan con un impecable acento gaditano y ambos están rodeados de una simpatía y un sentido del humor muy envolvente. Hasta un petardo como yo, que cotillea estos puestos africanos con bastante ligereza, no pudo evitar una primera parada que duró casi una hora. Akin, muy gracioso él, es el relaciones públicas perfecto, y de su rostro no salen mas que sonrisas. Y ella… con un semblante muy dulce y con la mirada embobada hacia su marido, hace como que no se entera de nada, pero controla todo, que nadie se desmande y que del entorno no desaparezcan cosas, “que tal y como está la vida hay que permanecer muy atenta”, me dice. Pues eso, que el primer día llegué por allí, cotilleé en el puesto y entre hermosas ropas de colores había una mujer muy esbelta, todo un tipazo; vamos, un bellezón. Cuando se dio cuenta Folami de mi presencia se me puso delante y con una sonrisa que tan bien sabía emplear ayudada por unos dientes blanquísimos, me dijo: “Hola, chico (sí, sí, chico, no se extrañe nadie), ¿te gusta algo de aquí? Bueno, bonito, barato”. Y uno, pequeñajo, regordete y algo calvo, que aunque con buena intención y sin traviesas insinuaciones quería coquetear, vio a un tío alto y fuerte que por la talla bien podría jugar al baloncesto entre las estrellas de la NBA, y eché marcha atrás en mis intenciones y señalé un monedero, bueno y bonito que me lo daba a cambio de cuarenta euros. Me asusté tanto que vino Akin para preguntarle a su chica qué me había dicho. “No, amigo, que a veces confunde las mercancías, pero tienes razón, que te ha pedido mucho dinero. Tu amigo, yo amigo. Hola amigo. Yo Akin ¿Cuarenta euros? Es muy bueno, pero no, se te ve buena persona y te lo dejo en treinta”. Mi respuesta fue que “no pensaba gastar tanto, que  no me he traído dinero suficiente de casa”. Y en este toma y daca me preguntó que cuánto podía darle, por lo que me rasqué el bolsillo y le enseñé veinte euros que me los aceptó sin mediar palabra. Y un servidor de usted y de Cristo Bendito llego al lugar donde había quedado con mi chica, faltándome tiempo para enseñarle el regalo que  de “motu propio” acababa de realizarle. Muy chafadora ella me señalaba que “en Oportunidades de El Corte Inglés de Zaragooza hay mejores oportunidades. ¡Ay Gabino, qué torpe eres!, que te engañan como quieren. Ahora mismo vamos a la tienda a devolver ese monedero. Y …” Mientras, intentando decirle que me escuchase, que el regalo era un chollo, que “me ha dicho Akin que es de cocodrilo. Encima que me ha hecho un precio tan especial para que me lo pudiese llevar… Que no puedo, Nena, que me parece feo”. “Pues anda tu y tu ética… Mañana vuelvo contigo allí y verás cómo lo que le saque es mucho más chollo que esto”. Naturalmente que como siempre acepté a la primera su propuesta, que para evitar discusiones absurdas prefiero darle la razón desde el principio. Ella me contestó con que no le diese la razón como a los locos, y yo respondiéndole, pues eso de “locuela, cómo no te la voy a dar si es que la tienes”. Así que vueltas a la sonrisa y como concesión me dice que en el fondo no soy malo, que “vámonos pues a tomar una tortilla de camarones”. Como cuando empiezo con la guasa no hay quien me pare, le dije que me había quedado sin dinero al mismo tiempo que le tapaba la boca con la mano, y ¡casi me muerde! Se dio cuenta que era una broma que no había aceptado muy bien,  porque picó como una mosca. El caso es que tras la juerga nocturna volvimos al hotel a descansar, y el día después al puesto de tan encantadores comerciantes. De repente, cuando ya estábamos cerca veo la mano gigante de Akin que la mueve a forma de saludo. Me da un cariñoso abrazo como si nos conociésemos de toda la vida mientras me dice “amigo” y “hermano”. Ella, alucinada con la estatura del nigeriano. Se la presento, y muy cordialmente me dice “¿Este es tu bombón de caramelo?”. Le digo que sí, que es muy dulce, para pasar a preguntarle por su chica, también “muy bombón”. Él pone cara seria y dice que la suya no es de caramelo, pero se parte de risa cuando señala que es “mi bombón de chocolate”. Total, que entre Akin y Folami, casi nos venden todo el puesto entre sonrisas mutuas. Y terminamos ese día hablando de religión, de la suya, claro. Buen chico, buenos musulmanes. Me dice él que su credo le permite casarse con cuatro mujeres, pero que solo tiene a Folami. Con malicia y algo de picaresca le pregunto si no se lo ha pensado bien. Su respuesta es clara: “no me deja y como nos queremos tanto, ni se me ocurre”. Y eso me lo dice mientras toma cándidamente de la mano a mi mujer y aprovecho para hacer lo mismo con la suya entre las más sinceras y bromistas sonrisas. ¿O no?

MANUEL ESPAÑOL

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