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Mundo mágico

SIN IMAGINACIÓN NI PODER. ¿TODAVÍA?

SIN IMAGINACIÓN NI PODER. ¿TODAVÍA?

 

Estoy con la mente en blanco, todavía sobrepasado por la explosión de los últimos acontecimientos y los que vendrán. Me siento como un hombre sin imaginación, que ya es triste, especialmente para mi que soy de los que decíamos convencidos eso de "la imaginación al poder". Si, ya lo habéis adivinado, que uno de esos miembros de la generación del 68 que se iba a comer el globo multirracial ¿Al poder yo? Pobre de este país todavía llamado España, si tiene que confiar en pajarracos chiflados como este periodista que sueña con un mundo mejor y menos averiado. En este estado de ánimo, pensando sin pensar en mi, paseo por la ribera derecha del madrileño río Manzanares (o izquierda si preferís) como ausente, con la mirada perdida, además con toda una ceguera mental que no pasa desapercibida a los transeúntes que se paran y se quedan mirando con cara de pena. Así, hasta que me cruzo con una chica 10 que viene por el lado contrario haciendo "jogging", que me alegra la vista. Se para a mi lado y me pregunta con toda apariencia de candidez: "¿Señor, le ocurre algo?". Mi rostro que aparentaba una palidez inmensa, reacciona al ponerse del color de Caperucita la rojilla, y no se me ocurre otra cosa que decirle que estoy muy apenado porque igualmente he salido a correr y se me había olvidado la bolsa con el chandal. Entonces la buena moza no hace otra cosa que decirme que "por eso ni se preocupe, que a diez metros de aquí tengo otro equipo de mi hermano en el coche y se lo puedo prestar. Veo que zapatillas no le hace falta porque las lleva puestas" De esta manera y para mis adentros mendigo que "esta farolada me va a costar cara y el ridículo va a ser espantoso". No hago mas que pensarlo así y compruebo que el equipo me va a la medida, con lo que el primer bache esta salvado y vuelvo a las carcajadas que tan habituales son en mi. La tomo a ella con las dos manos y me pongo a saltar sobre el terreno, con la consiguiente risotada por parte de ella. "Me llamo Gabino -le digo- y soy miembro de la Generación del 68’ aunque me gustaría decirte que del 80 je je je je". Y ella me contesta: "No hace falta que te rías, que me llamo Rosa y soy hija de de Julián Borrego, de la Generación del 68".
-¿Quien, el que se caso con Lucia Mendizorraza?  
-El mismo.
-Pues que suerte tuvo tu padre, que aun me acuerdo que entonces, cuando todos los mozos íbamos detrás de Luchy. Tu progenitor, como era el guaperas del grupo y el mas gracioso fue el que mejor lo supo hacer. ¡Y que hija tiene! Mira, Rosita, que me has alegrado el día. Pero date cuenta que te doblo la edad.
-¿Y eso que importa? Vamos a empezar a correr despacio y poco a poco aumentaremos el ritmo. ¡Ay cuando se lo cuente a mi padre, que risa le va a dar!
El caso es que como tengo un cierto sentido del ridículo, aunque trato de disimularlo, y ante la paliza que veo me va a dar la hija de mi amigo, le comento que como voy tan elegante con el traje de su hermano, prefiero cambiar el plan de trabajo y le propongo dar un paseo por las zonas verdes para ver los patos chillones, los peces saltarines, las culebrillas de agua, el croar de las ranas, todo ello en un río con mucha vida. Como el sedentarismo parece que no le va mucho a mi ocasional compañera de jornada, le hago otra propuesta que me va a salir por un ojo de la cara y las pestañas del otro ojo, le señalo un bar-kiosco con muy buena pinta y especializado en gambones a la plancha, chopitos, almejas a la marinera y cerveza de Heidelberg. Me dice que muy bien, pero que ella no tiene dinero para tanto (la chica en el fondo es muy modosa). Le contesto que es lógico que siendo tan joven disponga de tanto dinero, pero que para eso esta el Tito Gabino con muchas ganas de agradecerle que casi me ha salvado la vida. ¡Ay Julián!, que hija tiene el puñetero. ¡Que bien lo ha sabido hacer! Pero no le envidio, que mi Jimena yo nos entendemos muy bien. 
Nos sentamos en un velador bastante amplio, en uno de esos en los que caben muchos platos llenos. Al final nos decantamos por una botella de vino blanco de Viñas del Vero, que es una delicia como entra, Ambrosio el barman, saca a continuación una doble de gambones, una de chopitos, otra de navajas, y unas patatas bravas, que me chiflan. Rosita me dice que frenemos el ritmo y que no sigamos con tanta demanda, mientras contemplamos una pareja que se achucha dulcemente. Miro a continuación a la hija de Julián, que le da por reirse y que para distraer la atención me comenta que "con este aperitivo voy tener que aflojarme el pantalón", ella que está perfecta y que también dice ser profesora titulada de Educación Física. Que si quiero me dará las clases gratis, que si se enteran sus padres, que tanto hablan de mi, que le pago, montaran en cólera. " Así que Tito, mañana empezamos las clases". ¿Y que hago yo ahora? Pues a reír con Rosita, a comer y a beber. A base de chistes y de decir tonterías las carcajadas son mutuas y continuas, que por lo menos, un día que he empezado con la mente en blanco, acabo tan majara como siempre. Al momento se oye una voz masculina muy fuerte que grita "Rosa Rosae", y la ultima gamba que me queda me cae a la copa de vino a causa del susto. Es cuando aparece Julián, seguido de Lucia Mendizorraza, que dicen alegrarse mucho al verme. Poco después aparece un tiarrón cachas con mi ropa colgada de sus manos que desde la distancia le pregunta: "¿De quien es esta ropa Rosae? Estaba en tu coche, y..." Yo me pongo a temblar y trato de esconderme debajo de la mesa, mas, cuando me dicen que Lorenzo Malquerie es el marido de Rosa. Me dan ganas de decirle: "Oiga, señor, yo no se nada, que no se nada de nada, que esto no es lo que parece", pero afortunadamente me callo, porque el se adelanta y señala: "Pero si es el Tito Gabino, que te he reconocido porque llevas el DNI en el bolsillo de la camisa" Esa confesión me cabrea, Rosita se cabrea, mientras, a Julián y a Lucia les da por reírse. Lorenzo que es un guasón se carcajea porque me ha reconocido al instante. Es que somos contra parientes por parte de la tia Cuqui, y aun a pesar que nos conocemos muy bien, mi vista comienza a fallar, mi oído tambien, o es que estoy algo beodo y no me había dado cuenta que era el. De esta manera vuelven a salir las botellas y las viandas a la mesa, y al cabo de mucho rato damos fin a un día muy divertido, no sin antes la chica guapetona y estilosa me diga: "Y no te olvides, Gabino, que mañana empezamos las clases". "Puedo participar yo?, dice Lorenzo. La respuesta de su mujer es clara: "NOOOOOOOOOO". Y este loco surrealista, al final tan feliz.

MANUEL ESPAÑOL

 

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