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Mundo mágico

LÁGRIMAS EN EL CAUCE DEL SENA

LÁGRIMAS EN EL CAUCE DEL SENA

Me llegó la noticia al poco del atentado. Mis ojos se humedecieron. París, “la novia del mundo”, como dice la canción, se había teñido de luto y de sangre. Por razones anímicas y vínculos familiares puedo decir que Francia es mi segundo país. Anteayer, ayer y hoy, y mañana, y pasado, y espero que hasta mi último suspiro, me siento y me sentiré francés de espíritu. Ayer intenté dar rienda suelta a mis sentimientos, pero mi mente era un torbellino revuelto de ideas buenas y malas y hasta de rabia incontenible. No me salía una frase tras otra que no contuviera improperios y la sensación de impotencia era muy grande, por lo que tuve que rendirme ante todo un síndrome de bloqueo mental. Hoy, el bloqueo ha desaparecido sólo a medias, pero tal y como se desarrollan los acontecimientos, la indignación ha aumentado mucho mas todavía. No puede ser que la barbarie de unos fanáticos en nombre de su credo, haya manchado al mundo democrático y libre, y que lo haya hecho en la patria de la “Libertad, igualdad y fraternidad”. Estos días el Sena ya no lleva agua en su cauce, sino lágrimas por el dolor que ha causado el asesinato de doce personas cargado de una vileza baja e indescriptible. Hoy, los hermanos Kouachi, súbditos franceses y yihaidistas reconocidos, autores materiales de la masacre, y que habían sido felicitados por su “hazaña” por parte de Al Qaeda y el Estado Islámico, han sido abatidos cuando deseaban salir de un local en el que estaban en poder de un rehén. No me alegro de la muerte de los terroristas, que me hubiese  gustado su detención, a ver si en los interrogatorios ya sin más armas que las de la policía hubiesen “cantado”. Han preferido su muerte. Está claro que su espíritu cobarde había sido infectado por la creencia de que al momento estarían sentados junto a Alá. Respeto profundamente las creencias religiosas de todos los credos que predican la fraternidad. Quienes son malos y despectivos sin límite alguno son los hombres responsables de las facciones separadas de determinados credos. Tengo amigos musulmanes grandes personas, con sus peculiaridades y formas de entender la vida que no son los míos, pero que respeto porque son consecuentes y nunca violentos con su forma de practicar su religión. Para ello, repito, mis respetos. Lo que nunca entenderé ni quiero, es cómo al grito de “Alá es grande”, es decir en nombre de Dios, se mate al prójimo, se torture hasta extremos terroríficos y causando baños de sangre. Y no digamos el menosprecio asesino que los fanáticos de esta clase tienen hacia las mujeres.

No sé qué consecuencias pueden tener los sucesos de estos días. Los periodistas y dibujantes han sido objetivo de estos desalmados. Nos ha costado sangre, sudor y lágrimas, además de un trabajo duro e intenso, consagrar nuestros derechos a hacer uso de la libertad de expresión. Eso significa el triunfo del mundo de las ideas, de las criticas, sobre la intolerancia y ese mundo de ignorantes que creen que los problemas se resuelven de una forma violenta. No, no digo, que ellos con su forma de pensar, piensen que “nuestras aspiraciones son justas. Si todo el mundo pensara como nosotros, no habría derramamientos de sangre”. Sin palabras.

Mientras tanto,  las aguas del Sena bajan mezcladas de sangre y lágrimas. Estoy triste y cada vez más indignado. Lo malo es que el mundo parece estar amenazado por un fanatismo marcado por la ignorancia y la irreflexión y todo un afán de poderío mas propio de la Edad Media.

 

MANUEL ESPAÑOL

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