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Mundo mágico

LIADO ENTRE CABLES Y ZARAGOZA SEXI

LIADO ENTRE CABLES Y ZARAGOZA SEXI

 Veinticuatro cables, treinta tarjetas comerciales, seis de crédito, diez de accesos para puertas y un majara como yo para no aclararme. Todo ello a fin de desplazarse sigilosamente “y sin equipaje“. Ya se sabe que los móviles necesitan una conexión para ser correctamente alimentados, que además  se pueden conectar otros artilugios auxiliares del demonio para no agarrar el aparatito con la mano, y así dar la impresión de que va uno por la calle hablando solo, algo que suelo hacer con frecuencia y sin necesidad de teléfono, aunque tan solo sea para provocar. Total, para decir con gesticulaciones muy elocuentes y a veces poco ortodoxas frases como “hola cariño, te echo en falta. Si, yo también te quiero mucho. Si, si, que la culpa la tiene el Gobierno, que te sobra razón  Claro, que eso lo sabe todo el mundo. Mecachis la pena negra cómo nos toman el pelo“… Dices todas estas tonterías de las que se entera todo el mundo, y según quien te escuche te tomara por un cabraloca  solitario y escasamente razonable, mientras que un agente del orden que en recuerdo de viejos tiempos todavía se cree autoridad,  puede que te diga muy educadamente (tan solo es un decir) eso de “modérese, señor, o de lo contrario le impondré una multa, y si fuera menester deberé detenerle por alborotador“. Y que no sea curioso, que hasta es posible que deba dar explicaciones inoportunas, y de hecho parece que lo va a hacer para mi desgracia y así deberé responder para qué sirve cada cable portado en una bolsa de plástico semitransparente, y por mucho que le explique uno por uno no entenderá nada, y  ante esta posibilidad tengo miedo, que a ver si piensa que el de la maquinilla de afeitar es para cargar la batería de una bomba, el del Ipad para alimentar un artilugio de espionaje, el del alimentación del libro electrónico un instrumento de piratería. Y así, todo resignado hasta que llega un coche patrulla que descubre al ¡falso agente!, y una vez metido dentro del vehículo el presunto delincuente, dos policías legales me preguntan que si me ha importunado mucho. Les digo que no, que tan solamente lo  injusto, pero de una manera moderada. Ellos me responden que perdone, que el detenido es el primo hermano de un policía local que mentalmente se quedó en el 70, y que no le gusta como se  dirige ahora el orden público urbano y pretende hacerlo a su manera, que el falso es muy buena persona, y que si no quiero ponerle una denuncia se lo llevarán en el coche a su casa a tomar la medicina,  que piensan quitarle el uniforme para que no les ponga en mas apuros. Antes de marchar me preguntan: "¿tanto cable para que lo necesita?". Voy a abrir la boca y con una sonrisa me manifiestan que bueno, no responda. ¡Ah¡, una pequeña recomendación: no hable a solas y en alto por la calle para evitar confusiones. Es ese el momento en que me doy cuenta que en vez del micrófono incorporado e invisible del móvil, he metido el altavoz a toda potencia. Afortunadamente siempre he respetado a las mamás y a los papás de los viandantes, que si no, no podría estar ahora contándolo.

No, si este mundo me gusta con su guasona locura con razonamientos aparentes, pero que si te metes a mirarlos con lupa se te puede poner una cara de tonto (omito parecidos para evitar malas interpretaciones) y si en ese momento me miro al espejo hasta me causo risa. Cables aparte, menos mal que no han salido a relucir públicamente las múltiples tarjetas para atenciones comerciales o incluso de crédito. Que si la de la mercería de enfrente de casa, la de Helios, la de la Luna de Valencia, la del Casino de un pueblo de La Mancha, las de los descuentos de los supermercados, la del Club de las Gatas Locas, la de la SD Biescas, la de la Asociacion de Vecinos, la del Aero Club, la Sanitaria, la de RENFE, la de Farmacia, el pasaporte, las de transportes de varias ciudades. Y se me olvidaba: el DNI. Es como una baraja, y para quien le gusta jugar a todas cartas ya puede prepararse a tenerlas presentes a fin de no quedarse ni cojo ni manco. Pero como soy un loco surrealista razonable, me doy cuenta de que en el buen tiempo no sé donde meter tanta tarjeta por si es precisa una sola en un momento determinado, que nunca se sabe, dándose el caso además que si las llevo en un bolso de caballero, me lo puedo dejar en cualquier cervecería y vete a saber quien se lo encuentra. Un buen día fui a visitar a un amigo a su oficina, para la que me había dado un artilugio plano de estos, a fin de abrir la verja de entrada, y resulta que lo había perdido. Cuando al final decidió salir para abrirme manualmente, tuve que oír lindezas como animalico, que eres mas cabezudo que yo. Que por si te ocurre esto otra vez, te voy a contar un secreto (aquí si que me callo, que a veces cuando hablo meto la pata). Y por si fuera poco quiero exponer una pequeña anécdota doméstica sucedida en una de mis habituales llegadas a casa: Jimena, rodillo en mano como en los comics, me advierte que me ha encontrado una tarjeta sellada hace una semana, y que estaba muy disgustada. Abro los ojos, dirijo la mirada al suelo, pongo la cara del  tonto que no sabe nada, algo que me sale muy bien, y antes de decirme más me enseña la del Club Sexi Zaragoza, de masajes alegres. Como por discreción va sin nombre y de verdad no tengo noticias de ella, no sé qué decir. Y la tristeza inicial de ella se transforma en ira, hasta que se me enciende la lucecita salvadora, por lo que le digo inmediatamente que llame a su amiguísima Patricia, que se había ido ayer tras pasar veinte días en nuestra casa y que  siempre en tono de broma nos contaba que tenia un ligue, algo que no nos extrañaba de esta digamos, chica tan atractiva. Con mirada maliciosa y algo indiscreta, decide llamar: Patri, cariño, has echado en falta estos días alguna cosa?" Y Patri no le deja casi ni terminar la pregunta: "¡Ay Jimena!, la del Club Sexi Zaragoza. Iba a llamarte ahora mismo. Qué habréis pensado de mi…“. Caramba, caramba, cómo cambia la expresión de esta Jimena que en tan buen apuro me había metido, y que ahora muestra su semblante mas alegre y le pregunta que si el “boy“ correspondiente le había tratado bien. Yo, que estaba atento a la conversación, oigo que "!maravillosamente“,  por lo que se produce una risotada tremenda entre las dos. Luego Jimena cuelga y me dice con entusiasmo: "!Ay Gabino que te voy a dar unos achuchones... Ven a mis brazos Y un servidor de ustedes y de Cristo Bendito, que se queda con una cara de gilipollas, que eso de los achuchones me gusta mucho.

 

MANUEL ESPAÑOL

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