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Mundo mágico

UN CORREDOR DE BOLSA EN LA LUNA

UN CORREDOR DE BOLSA EN LA LUNA

 

“Gabino, muévete. ¿Qué haces ahí en la luna quieto y con la mirada perdida?” “Pensar en ti, pesada”, le contesto en tono burlón a Jimena. No, si entiendo la ironía, que me he comprometido a bajar el papel, los plásticos y los cristales a los cubos de la basura, después iniciar mi jornada de corredor de bolsa (sí, de tienda en tienda), hacer mis 8 kilómetros diarios de caminata, escaquearme diez minutos para tomarme por ahí una caña de cerveza con su tapita (eso me lo callo), acudir al banco para dar liquidez a las finanzas cotidianas, hacer la comida a base de arroz con  pescado y pimientos rellenos de morcilla, terminar de leer el “María Sabina El carro de heno”(Camilo José Cela), escribir algún relato que tenga que ver con el absurdo. ¡Buufff, me falta tiempo y talento! y todavía no me he levantado de la cama. “Que sí, hermosa, que haré todo. ¿Qué dices que falta de mi cuenta de intenciones? Ah, sí, renovar el carnet de conducir haciendo el correspondiente reconocimiento médico. Que sí, que no te preocupes, que haré todo”. No sé cómo fui tan tonto de inventarme ayer “El Día del Boy Activo”, es decir, yo, comprometido a realizar todas una serie de tareas, incluidas las de la casa, así como a aceptar las  sugerencias de la superioridad. Verdaderamente se lo dije el día anterior a ver si era capaz de arrancarle una sonrisa, que la pobriña, que es muy buena y dulce, se hallaba muy preocupada, y lo que soltó fue una prolongada carcajada añadida con auténtica guasa con la consigna “…y no te olvides de arreglar el grifo de la cocina” (con las manazas que tengo). Me pregunta que si estoy loco. “Sí, mi amor, por ti, que no a causa de ti”.  Y hoy me tengo que escuchar eso de “con que hagas la mitad de lo que te propusiste ayer….”

Así que me he levantado de un brinco, y por eso de la foto  que deberé llevar en el carnet de conducir, coqueto de mi, me he entregado a fondo a las tareas del baño y aseo, con ducha incluida y cantando el  aria de Fígaro del “Barbero de Sevilla”, y todo eso después de leer el periódico entero, que es lo primero que hago. Que sí, que sí, que el humor por encima de todo, pero  que mi vicio después de tantos años no permite que me prive de la actualidad, y parece que tardo demasiado, por lo que muy pronto vienen las risitas de que “no llegas, que no llegas….” Y empiezo a ponerme nervioso. Comienzo a pensar que mis propósitos han sido altamente descabellados y en contra de mi natura,  por lo que puede que acabe arrepentido. Así que salga el sol por donde salga, muy pronto estoy en la calle dispuesto a comerme el mundo local, no sin antes hacer mi chica un añadido de última hora cuando estoy a punto de salir: “con los zapatos sucios no puedes ir por ahí”. Como me he comprometido a aceptar todas las “sugerencias”, me callo, sonrío y tras un beso cariñoso cierro la puerta de casa. “¡Pero los zapatos….!” Me doy cuenta que no estoy tan mal y comienza todo un periplo por imperativo ¿legal?

Por supuesto que “nervios fuera” y a sonreír, que “la vida es hermosa”, que “al mal tiempo buena cara”. Por supuesto que ahora no soy ya ese chico que está en la luna con la mirada perdida, que vuelvo a mi curiosidad habitual, a disfrutar de las vistas que se me ofrecen de forma natural, y como soy hombre, dice Jimena que no puedo hacer dos cosas a la vez. En esas estoy cuando sin darme cuenta  me para un viejo e impertinente amigo poniéndome la palma de la mano en la frente,  por lo que mi cara se pone de auténtico susto, y como no sé decir nunca que no, el resultado de media hora perdida y un tercer café añadido y abrazo incluido. ¡Qué cinismo! Pero siempre a reír, que es mejor. Voy a la frutería y hago la compra con rapidez y saltándome la fila para pagar ante unas personas muy comprensibles, después me acerco al “súper” a por vino de origen Somontano, que no debe faltar jamás en la mesa de casa, pescado congelado (nunca fresco por eso del anisakis). Termino de hacer la compra en diversos establecimientos, vuelvo a casa a dejar la mercancía, pero antes me encuentro con Miguel, el cantante y poeta de los elementos absurdos, que me quiere cantar la última. “Que no, que no, Michel, que voy con mucha prisa, que no llego”, pero se pone tan pesado que le pido que sea breve, que como decía Gracián, “lo bué, si bre, dos veces bué”. Y ni Baltasar Gracián, ni nada: diez minutos menos. Y llego a casa y a Jimena la encuentro con una buena amiga a la que apenas saludo, por lo que me voy a la renovación del carnet; cuando me preparo para  pagar me encuentro con que he dejado e dinero junto a la compra. Se apiadan de mi, me dicen que sea bueno y que vuelva a la tarde con la cantidad estipulada, bien yo o quien designe este pirado que soy, y que no tiene tiempo para nada. Eso sí, que la cocina es sagrada y hay que hacerla con paciencia, y como me he dejado los ingredientes preparados, lo he pasado bomba (arroz bomba) y no ha salido nada mal. Está claro que  no he podido hacer mis ocho kilómetros diarios, que a Camilo José Cela lo he dejado para otro rato, como llevo haciendo no recuerdo cuanto tiempo. Antes de empezar a escribir ha preguntado mi Jimena: “¿Cuántas cosas te has dejado de hacer?”. Mi respuesta: “Calla simpática” .  Termina diciendo con sus carcajadas habituales, eso de “date prisa, que tienes que hacer la cena, después fregar y a continuación reparar el grifo”. Recuerda que tu decretaste eso del “Día del Boy Activo”. Está claro que lo suprimiré.

 

MANUEL ESPAÑOL

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