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Mundo mágico

J.R. MORANDEIRA: IMPRESIONANTE SER HUMANO

J.R. MORANDEIRA:  IMPRESIONANTE SER HUMANO

Van cayendo las hojas no sólo de los calendarios, y el otoño con sus colores amarillentos y rojos decadentes ha dado paso al invierno crudo, a una realidad no precisamente paisajística, y que en nuestro interior rechazamos. Y en el tránsito hacia las gélidas temperaturas, a primerísima hora de la mañana del 4 de noviembre pasado, nos quedábamos helados con una noticia que nos dejaba extremadamente tristes: José Ramón Morandeira García-Lacruz fallecía en el Hospital de Viella mientras participaba en una reunión montañera europea al más alto nivel. Había sido un mazazo de tal magnitud, que sacudió con la máxima intensidad las fibras sensibles del  interior más profundo de quienes le queríamos y admirábamos.

Su memoria, el legado que deja este abridor de huellas imborrables, impresionante ser humano, permanecerán grabados también en la historia de la investigación médica, del ejercicio de la ciencia de Hipócrates, de la práctica del montañismo, y de tantos y tantos aspectos de la vida…

De ese día fatídico ha pasado más de un mes, y con el espíritu mayormente sereno, pero con el recuerdo siempre latente y a la vez intensamente vivo, sigo repasando fotografías suyas alimentándome de muchos recuerdos. El hombre más luchador del mundo, el personaje más tenaz por las causas nobles que he conocido, se merece un homenaje que perpetúe su memoria. Y José Ramón, que nunca ha sido políticamente correcto, pero cuya vida constituido un batallar constante por las causas justas, que las ha defendido con una sapiencia profunda, producto de sus muchos años de investigación médica, de su constante tratar a enfermos de todo tipo, de hacer del Hospital Clínico Universitario de Zaragoza un centro mundial de referencia en lo referente a las patologías de montaña, siempre se hacía escuchar, y de hecho consiguió muchas cosas que otros no hubiesen logrado. Además, su generosidad nunca conoció de límites, su contagioso y permanente sentido del humor nos hacía felices a todos.

Solía decir que las montañas constituyen “el santuario donde practico mi religión”. Era, es, irrepetible. Ha dejado unas huellas tan importantes que ni el paso largo del tiempo las podrá borrar. En su Santiago de Compostela natal de la que hablaba con tanto cariño, en esta tierra llamada Aragón, estamos en deuda con él. Y también me extiendo al resto de España, aunque sus sentimientos jamás conocieron de fronteras.

Sería hermoso que la ciudad de Zaragoza le dedicase una de sus vías, avenidas o plazas, que lo mismo ocurriese en las poblaciones de las tres provincias; entiendo igualmente como una maravilla, que algún pico, alguna montaña, llevasen el nombre “Doctor José Ramón Morandeira”.

Él siempre ha paseado por el mundo respirando sentimiento aragonés a través de  los poros de la piel y de su corazón, que era enorme, pero también con los sentimientos universales de amor  a la vida. Repito, estamos en deuda con él.

MANUEL ESPAÑOL

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