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Mundo mágico

POR UNA SONRISA, UN ESCAÑO

POR UNA SONRISA, UN ESCAÑO

Pongo la televisión, pongo la radio, leo los periódicos y hago mi asomo por la prensa digital, y de lo único que me entero o confirma mis sospechas es del ambiente de cabreo global existente en este país todavía llamado España. Y si del sentido del humor se trata, tan solo tiene su aparición en breves dosis y poniendo por medio la descalificación como bicarbonato para escupir unas ocurrencias nada afortunadas  y en tono de reproche. El señor don Pedro Sánchez le llama mentiroso al señor don Mariano Rajoy, Rajoy otro tanto de lo mismo al aún líder de la oposición. Ambos se lanzan contra Pablo Iglesias, que cuando da rienda suelta a su piquito no hay quien le frene ni a diestra ni a siniestra, y eso que no es de centro precisamente. Mientras, Rosa Díez se hace tener en cuenta también a base de despropósitos verbales, vorágine en la que también ha entrado el neófito Alberto Rivera. Mientras, un Cayo Lara que de vez en cuando saca la vena a punto de reventar, ha puesto como escudo a Alberto Garzón, que aspira a  Moncloa. Y no digo nada con lo que pasa por Catalunya (aún España) con su canción de “te quiero pero yo más”, con Josep Antonio Durán y Lleida y Artur Mas queriendo comerse la parte mas dulce del gran pastel. Y lo curioso del caso es que, entre ellos, en  cada uno de sus partidos, hay diferencias incuestionables que no se resuelven con una sonrisa precisamente. Y menos mal que las descargas de agresividad, son por el momento, a base de dialectos desordenados y hasta algunos de ellos pueden acabar en los tribunales. Si a cada a cada desencuentro se atacase con bolas de acero, estarían todos los políticos con escaño y muchos sin escaño, muertos o lisiados. No, no piense nadie mal, que servidor de ustedes y de Cristo Bendito, que en mis principios me encuentro muy lejos esa agresividad sin elegancia que tanto se prodiga desde la Carrera de San Jerónimo (Congreso) o de la plaza de la Marina Española (Senado), donde se aplaude o patalea según quien habla. Los excesos verbales sin más sonrisas que las de después de la comprobación de haber hecho daño a los rivales proliferan continuamente y de manera especial cuando hay espectadores o televisión y radio en directo. Personalmente cuando les escucho me parece que me hallo en un gallinero de increpaciones en el que nadie aporta soluciones. “Ustedes están hundiendo el país”, “en su partido no hay más que corrupción”, “pues en el suyo… Dese una vuelta por su sede, señor X”, “nosotros traeremos la prosperidad a los españoles”, “crearemos empleo hasta que no haya parados”, “ustedes son unos mentirosos”, son sólo algunas muestras de diálogos entre sordos cargados de cizaña. Curiosamente, después en los descansos, menos mal que unos se van a la cafetería de su correspondiente hemiciclo, y además los del Congreso de los Diputados tienen Casa Manolo (frente al Teatro La Zarzuela) donde se vuelcan con unas croquetas muy especiales. Parece que en comiendo o en bebiendo se han acabado los problemas entre ellos, que no los del país. En sus intervenciones nadie dice qué va a hacer ni cómo, que es lo esencial, ni qué impuestos incluirán, ni los que quitarán, ni cómo quedará la Sanidad, ni la Enseñanza. ¿Cómo les vamos a hacer caso? Ya en los parlamentos, ya en las campañas electorales, los ataques son una parte casi diría que esencial en su hacer. Como en el boxeo, que quien antes deje K.O. al otro, ese es el que impondrá su ley. ¿Y estos van a gobernar el país? Debo ser un bicho raro, porque personalmente me gusta la gente que sabe sonreír de forma natural, la que sin cinismos de ninguna clase da síntomas de generosidad, del tan necesario e inteligente sentido del humor que tanto falta a derechas, izquierdas y centro. ¿Qué tal quedaría si en el panorama electoral se estableciese la norma de “Una sonrisa, un escaño?” No creo que solucionase nada pero quedaría más divertido, por lo menos de cara a las fotos.

 

MANUEL ESPAÑOL

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