HORA BRUJA / A VER QUIEN SE DA UN SUSTO MAYOR

Estoy en Madrid castizo, si, esa ciudad que me resulta cautivadora. A decir verdad, la jornada ha sido muy intensa y hasta divertida, por lo que mejor, imposible. Es para estar satisfecho. Pero tengo sueño a estas horas, y aunque parezca mentira, las ganas de juerga no se han acabado todavía. ¡Vaya contradicción¡ El caso es que los párpados empiezan a pesar, se me caen, y dentro de poco espero que Morfeo se apiade de mí y me envíe sueños mágicos, y no digo ya de los de las mil y una noches, que me conformo con que sean divertidos o provocadores de sonrisas, que deseo no muy escandalosas que si no, Jimena me despertará bruscamente o preguntará en que pienso o que sueños acabo de tener para poner esa cara tan dulce y angelical, que adivino me va a decir. “Pues pensaba en ti, cariño, en estas horas tan maravillosas que me haces pasar día a día“, le explicare. Y claro, ella no se lo cree, me llamara cínico, gamberro y demás lindezas, y con una risita manipuladora y la sagacidad que le caracteriza, me hará confesar lo que no esperaba decir. Que luego me veo obligado a recalcar una vez mas que “los sueños son incontrolables, que a veces resultan traidores, que al fin y al cabo sueños son“. De esta manera, y ante la que se avecina, voy abriendo más y más los ojos, y como se me va la modorra, prefiero rebobinar para verme metido de nuevo en los aconteceres del día a punto de terminar. Que el amigo Morfeo se haga el despistado y me espere un poco todavía, eso sí, con las buenas intenciones preparadas.
Como suelo disfrutar de un buen dormir, hoy he despertado con dificultades y con una lentitud desesperante. Sin embargo pongo la radio y la intervención del maestro Iñaki Gabilondo, tan acertado siempre en sus comentarios, acaba de terminar, por lo que he caído de nuevo en un sopor que no me deja ser dueño de mi mismo. Ella, que se ha levantado hace una hora por lo menos, me viene alegre y con su vena operística unida a la potencia de su voz, me canta fuerte y al oído el dueto de Violeta y Alfredo, de la opera de Puccini, “La Traviata“. Cada día me admiro con mayor intensudad de mi rapidez de reflejos, modesto que es uno, pues de estar dormido y despertar con algún improperio, he pasado a una sonora carcajada, algo que no le ha hecho mucha gracia a Jimenita de mi alma, pero como también tiene su sentido del humor, tampoco se lo ha tomado muy a mal. Buena ducha con “Can Can” como música de fondo, y un servidor de usted y de Cristo Bendito, haciendo el ganso (pobres patos), a desayunar con dos cafés bien cargados y otras tantas rebanadas de pan tostado con tomate, ajo y aceite. Y a base de risas diciéndonos diversas tonterías, salimos de casa cada uno hacia su destino. El caso es que aunque con ganas de guasa, aun con todo no paro de bostezar, algo que es observado por el camarero de un bar cercano al lugar por el que paso, entre el edificio del Senado y el Palacio Real, y que con una bandeja de churros en la mano, me dice eso de “Chico...., anda, que llevas una torta que se te ve en la cara. Chico, tomate un churrito y espabila un poco“. Le doy las gracias por lo de “chico“ y por el churro, que le digo está buenísimo, y que si quiere darme dos más se lo agradeceré, por lo que me da tres que me los como saboreándolos a plena satisfacción, con lo que me siento muy bien almorzado. El otro se ríe y me dice le vigilan, que entre en su bar, y por lo menos consuma por un café, “a un eurito”, que allí lo tienen de muy buena calidad. Cumplo con mi palabra dada, y ya me encuentro despejado y con ganas de música rockera bailando por la calle a mi manera. De repente, me veo tan metido en mis pensamientos y movimientos surrealistas, que no me doy cuenta que me hallo frente a la puerta principal del Palacio hasta que un guardia civil me dice muy amablemente que me retire un poco del lugar, “una chispina“, que dice él con acento gallego, y que si me quedo un rato podré ver a Felipe VI, quien no tardara casi nada. Y don Felipe que no viene, por lo que me dispongo a dejar el lugar, y al volverme tengo una visión terrible ¡Vaya susto¡ Pues que me tropiezo con Francisco Franco, barrigudín él, vestido de blanco almirante y haciéndome el saludo marcial. He estado a punto de salir corriendo ante la risa de unos testigos, pero he reaccionado a tiempo al pensar de que este Paco tenía voz recia y no de flautín, como el “Caudillo de España por la gracia de Dios,. Dios, que gracia“. Acababa de encontrarme con uno de los hombres invisibles que pululan por la Villa y Corte posando junto a los turistas a fin de sacarse algunos escasos beneficios. Así que a modo de despedida, he estado a punto de saludarle alzando el brazo derecho con una cierta inclinación. Pero eso me ha parecido muy fuerte, y hasta allí no llego, he decidido desearle muchas propinas. Además le he dicho que si ve a Felipe VI le salude de mi parte. ¡A ver quien se da un susto mayor¡
MANUEL ESPAÑOL
0 comentarios