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Mundo mágico

MI PARAÍSO SE LLAMA BIESCAS

MI PARAÍSO SE LLAMA BIESCAS


Me gustan los paisajes con montañas, árboles, aguas de deshielos en forma de cascadas. Si me hallo en la naturaleza salvaje y siempre grandiosa, disfruto de la contemplación de las nubes con sus caprichosas formas, del sonido musical del viento con sus silbidos, del olor a tierra húmeda y también seca, de la fauna y de la flora, del gusto de los frutos silvestres y del tacto privilegiado cuando siento el roce acariciador de una determinada planta, o de los  aires cálidos y hasta frescos. Eso es como tocar el cielo con el pensamiento, y con los cinco sentidos. Con todos estos condicionantes bien cumplidos, la imaginación se dispara y los sentimientos alcanzan la más alta y esplendorosa cota. Estoy en condiciones de afirmar que este salvajillo y loco surrealista, cuando se siente así es que se halla en el paraíso, y aunque haya tantos y tantos paraísos en la tierra, el suyo y mayormente especial, se encuentra en el Pirineo aragonés y se llama Biescas. Es ahí donde tengo tantos y tantos ingredientes para alcanzar la felicidad plena:  amor, cariño, familia, amigos de infancia y de mayoría  de edad, donde siempre hay tiempo para una sonrisa, para disfrutar de los buenos recuerdos, para gozar del presente y tener ilusiones de cara al futuro, tengas la edad que tengas.

Ahora me encuentro en el Madrid abierto, cultural y divertido, y que tan bien me trata, luego, en breve, volveré a mi Zaragoza, mi otra enamorada con la que tan identificado me siento. Pero con frecuencia tengo ataques de nostalgia, y como imaginación no me falta del todo, a la espera de que llegue el verano, me dedico a cerrar los ojos y a fabricar mi propia realidad, por lo que tanto mi mente como mi espíritu se  trasladan a Biescas con la velocidad del pensamiento, para recibir los mas cálidos abrazos, para disfrutar del contacto físico y químico con mi gente. Pueden ser conversaciones primarias en apariencia, pero como disfruto tanto de familia y amigos, no puedo ser mas efusivo. No sé por qué, una de las personas que primero abrazo es al buenazo de Baltasar cuando me lo encuentro en la plaza del Ayuntamiento. Y si me hallo con Paco, me gusta hablar de sus vacas, saber cuantas tiene preñadas, si se vende bien la carne, si los arboles dan frutos. Y entonces me dirá que “la vida en el pueblo es dura y a veces ingrata, pero no la cambiaría  por nada del mundo“. Le digo que hace muy bien, y hasta puede que sienta algo de envidia por como afronta su existencia este hombre que tantos momentos parideros ha compartido con sus animales, con los terneros recién nacidos. Su existencia es de una autenticidad humana como no hay muchas.

Una de mis preferencias cuando voy por el Biescas, donde existen muy buenos establecimientos dedicados al buen yantar, es Casa Ruba, donde mi amigo Ramón me pone al tanto de los acontecimientos, de las penas y las alegrías que se van produciendo durante mis meses de ausencia. Buen zagal él, que si llego solo siendo el sabedor de mis limitaciones médico gastronómicas, diablillo que es, me invita a pecar en su establecimiento con cerca de ciento cincuenta años de existencia a sus espaldas. Y hablamos de los que se han ido y los que vamos quedando sin que nos abandone la ilusión. Y hablamos de Pepe y de Pedro, dos de nuestros inseparables amigos en todo y con los que compartimos travesuras. Se trata de dos médicos que conmigo se muestran muy permisivos, dado el marcaje conyugal al que maliciosamente creen que estoy sometido. Y seguimos pasando revista a cercanos tan entrañables como Jorge, Manole, los Toñines, Juanito, Manolo Laborda. Pronto los veremos de nuevo, y como dicen en Bilbao, haremos unas buenas risas.

 El caso es que si a alguien quiero allí de una manera muy especial, es a mi tío Sebastian, el decano de la familia junto a la tía Angelines. Una conversación con ellos puede ser tan divertida y a la vez instructiva como nadie pueda imaginar, y siempre llena de afecto y de un cariño tan ilimitado, que provoca repetidamente paradas de reloj, como si el tiempo no pasase. Y ellos, con toda la jovialidad del mundo, son los mejores compañeros a la hora de alternar por los bares para tomar  esas cañas tan clásicas y siempre bien acompañadas. Y si me reúno con los primos, la sesión es que no tiene fin. Y no digo nada si coincidimos con mi hermano y Concha y mis sobrinos Ignacio y Pablo. Es que me paso el día de brinco en brinco. Busco también el afecto de Maica y Angel, y entonces la alegría resulta completa.

¡Pero que suerte tengo en la vida¡ Soy un amante de la naturaleza salvaje, y mi pueblo es un privilegio con sus montañas espectaculares para mis sentidos, y que con tanta pasión me gusta recorrer. Me siento allí como uno mas entre sus gentes, y de ello no resulta extraño verme presumir. Es que son su mejor patrimonio, personas que antes de llegar ahí ya te han tendido la mano.

 

MANUEL ESPAÑOL

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