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Mundo mágico

TIA CUQUI ME SALVA AL TROTE

TIA CUQUI ME SALVA AL TROTE

Dibujo: PABLO ESPAÑOL SANGORRÍN


Mis aventuras deportivo-rurales tienen mucha guasa, pero guasa añadida en grado superlativo, si se desarrolla por el entorno de Biescas, y además decide tía Cuqui meterse de por medio, algo que me encanta, y más desde que mandó a don Casto a freír churros. Así, aprovechando que Jimena se ha desplazado a la ciudad tan solo por dos días, decido ir a su casa, que es ahí donde hago la vida cuando estoy solo en el pueblo, a fin de hablar de lo divino y de lo humano, es decir, del Rajoy de turno, de la multiplicidad de opositores, que si Pablusky Iglesias está más mono o no con el pelo recogido en forma de coleta, y en la facha que tendría si el hombre fuese a la peluquería a hacerse un repaso apuradillo, o se afeitase la cabeza, que todo puede ser, aunque en este ultimo caso le asomarían las ideas. Vamos, lo mismo que si se les viesen a los demás sus pensamientos… Oiga, que ni afirmo ni desmiento, que a veces lo mío es hablar por hablar, y cada uno hace lo que puede y sabe.
El caso es que, como tengo la llave de la casa de la tita, decido entrar sin llamar. Y allí, en su habitación cercana a la cuadra, me la encuentro a medio vestir y con los pololos sin poner. Me dice que no se halla visible, que no sea majadero, y me larga con cajas destempladas hacia el mueble bar, donde también se encuentra la despensa. No parece que se halle en su mejor momento anímico, pero no me enfado, que como los dos tenemos muy buen carácter (a veces) y somos generosos, hay siempre confianza y cariño. Me dice medio a gritos que para cenar ha preparado un bacalao ajoarriero al estilo montañés, que tanto me gusta, pero que no se me ocurra ni tocarlo, que me sirva todo lo que quiera, salvo eso. Y entre bocado y bocado de chorizo y jamón regado con un tinto riquísimo del Somontano de Barbastro, me entretengo mientras ella canta al estilo latino eso de “caballo, caballo viejo y cansao“, y de esta manera hasta que llega con un aspecto mas presentable y nos sentamos a platicar, palabra esta ultima que me gusta y que emplea muy a menudo mi amigo Julio Cesar Bermudez.
Debo decir que Cuqui y yo, cuando hablamos de política no coincidimos en nada, que ella se cree todo lo que dice el Gobierno y yo, cero, si bien estoy mayormente de acuerdo con aquellos que dicen sentirse de la oposición, a pesar que debo reconocer que tampoco me gustan. Es que, como mal menor me veo obligado a tomar partido para discutir, y hay que decir A o Z. Y si en algún momento nos mostramos convergentes, pensamos que algo raro sucede, y eso tampoco nos place mucho. De esta manera se va caldeando el ambiente hasta que ella me dice que como no he conocido la guerra, no sé nada de la vida de nuestros antepasados. Es cuando me echo a reír, actitud mía que no parece encajar con agrado, por lo que me dice eso de desustanciado, que si estoy loco, que si soy un loco surrealista, y es cuando le digo la consabida frase de “y tu más“. Mientras, le pongo en su tocadiscos, el “Bamboleo“ interpretado por Julito Iglesias, que no Pablo Iglesias. De este modo nos ponemos a bailar en un estilo no muy ortodoxo con pisotones incluidos, salpicado de múltiples carcajadas. Tras la cena y las copas que tanto nos gustan, nos da por decir una tontería tras otra. Lo único serio que me cuenta entre copa y copa, y dudo que esté en sus cabales, es que al día siguiente se dedicará a montar a su viejo caballo blanco percherón, con el que volará por las sendas de Arratiecho. Si, que no me confundo, que a su equino asegura le han aparecido alas en un complejo proceso de transformación. ¡Ay madre, que borrachera....¡
Por fin amanece, que no es poco, y servidor de ustedes y de Cristo bendito, también decide entrar en el juego y adelantarse convenientemente en la excursión a pie, porque debo reconocer que no dispongo de un caballo blanco alado. De este modo me adentro por el parque y recorrer la senda que sube hacia la carretera de Gavin. Una vez que la cruzo comienzo a disfrutar de un paisaje muy singular, pasando por un caminito rodeado de pinos, escuchando los trinos de los pájaros, el sonido acariciador del agua, veo ardillas y hasta una inofensiva culebra que se asusta al verme con los bastones en punta preparados y en posición de prevengan. Por fin, completo el primer tramo de la caminata, que acaba en la denominada Caseta de las Brujas. Decido sentarme a fin de beber agua y echar un bocado, y es precisamente cuando me doy cuenta que he olvidado de la mochila. Pero no pasa nada, que el bacalao ajoarriero de la cena anterior me dejó llenas las reservas de las necesidades alimentarias, que si quiero beber, allí al lado tengo un riachuelo con agua cristalina y fría, que me produce una sensación deliciosa.
No sé que me ocurre, pero de repente tengo la sensación de que el sol ha desaparecido y ha dado paso a una noche estrellada. Verdaderamente me encuentro en medio de un mundo plácido y onírico poblado por duendecillas, duendes y brujitas buenas que me envuelven con sus danzas. Suena la marcha nupcial de Mendelson, y pareciéndome revivir en el “Sueño de una noche de verano“, una ninfa bella, seductora, muy especial, me toma de la mano y me hace participar con ella en un baile mágico. Me dice que se llama Jimena, que viene a rescatarme de la manipulación a la que me han sometido las brujitas, ninfas y duendecillas, y el susto que me doy es mayúsculo. ¡Vaya bronca interna que me llevo cuando me doy cuenta de que es la Jimena autentica, aunque algo disfrazadilla, y me parece sensacionalmente guapa y escultural! No puedo evitar decir eso de “¡Ay Jimena, Jimenita de mi alma, Jimenaza de mis sueños“... Y el sueño ha tenido mucho de erótico, por lo que el despertar ha sido muy amargo. En ese momento, cuando el sol esta mas fuerte y castiga y estoy más amodorrado, oigo el sonido de un trotar y al alimón la voz de Cuqui, que habla con su caballo viejo y cansado, y desde luego sin alas, eso si, con un par de alforjas. “Ay Gabino, que tonto eres, que si no fuese por tu tía no acababas la excursión y casi te hubieses muerto de hambre. Toma tu mochila. Por cierto, te he encontrado demasiado cerca. Algo te ha sucedido.
_Tia, no me ha pasado nada, que lo único es que me he sentado y relajado tanto que he dormido y he soñado…”.
_¿Conmigo?
_No, con Jimena,
_Y......
_Y te lo contaré otro día, que aún tengo dormido el habla y las ideas.

Entonces, tía descabalga y ayuda al sobrino a montar en el caballo viejo y cansado, que no parece este muy contento con la carga de dos animales, dicen que racionales. Hacemos una parada, nos apeamos y no se me ocurre mejor cosa que darle al equino cuatro terrones de azúcar que porto en la mochila, a ver si repone fuerzas el pobre. La tía se asusta y asegura que se trata de una dosis excesiva, pero cede. El caso es que volvemos a montar los dos y el caballo se pone a un trote alegre que nos hace muy felices, conmigo algo más espabilado. Así, hasta que nos cruzamos con una yegua coqueta y provocadora que excita a este “Roncinante“ rejuvenecido y endulzado, que a base de impulsos nos lanza con viento fresco fuera de su esqueleto, eso si, con mucho cuidado, pero con prisas. Y Cuqui y yo, resignados y sin rasguños, nos dedicamos a contemplar el show. No se, pero visto lo visto, creo que siempre llevaré terrones de azúcar en los bolsillos, por si acaso.
¡Ay caballo, caballo viejo y cansao...¡

MANUEL ESPAÑOL

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