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Mundo mágico

LA VENGANZA DE GABINO

LA VENGANZA DE GABINO

 

Son las ocho de la mañana y las Fiestas de Biescas continúan. Los últimos noctámbulos inician el retorno a sus casas al amanecer, sin haber eliminado del todo los vapores inspirados por el dios Baco. Los encargados de las tareas de limpieza recogen los restos que han acumulado jóvenes y no tan jóvenes desde que los primeros rayos de Helios relevan al día anterior. Montañas de vasos de plástico, de botellas de cristal, de deshechos humanos, son engullidos por maquinas y camiones, para dar paso a las mangueras que a presión sueltan el agua y limpian las calles. Algunos, los que pueden, se echan a correr para no ser mojados. Y otros, a quienes no se les han acabado las ganas de juerga, comprometen a los limpiadores con eso de “la manga riega, aquí no llega“, con lo que se establecen unas carreras muy divertidas que a algunos les despejan del todo, como si estuviesen recién salidos de la ducha. A esas horas, servidor de ustedes y de Cristo Bendito, tras robarle horas al sueño, ya esta en la calle dispuesto a iniciar la excursión diaria, eso si, con la bota de vino tinto del Somontano llena y el bocadillo de tortilla con chorizo a la espalda. Me encuentro con un grupo de jóvenes que han debido pasar unas horas muy agitadas, que marchan con pasos titubeantes, y que con palabras firmes me gritan: “Eh, tu, el de la bota, que es acto de caridad dar de beber al sediento“. Les contesto que les invito a tomar todos los cafés que quieran, pero bien cargaditos, que llevan buena moña. Me dicen que eso me lo recordaran a las tantas de la tarde, que no es bueno cometer excesos a esas horas. A lo lejos escucho unas voces desarmonizadas que cantan eso de que “el vino que tiene Asunción ni es tinto ni claro,, nitiene color. Asuncion, Asuncion, echale vino al porrón ... “. Así que trato de acelerarme para ir a tomar un cafe al bar de unos amigos, que no se si ha cerrado en toda la noche o es ahora cuando comienza la jornada. Por el camino me encuentro con Pepón un amiguete en estado borrachín, que agarrado a una farola, me grita que no me acerque a él, que allí donde se encuentra la tierra tiembla, y si se escapa propagará un terremoto que nos aguará las fiestas, que eso está muy feo. Como mi amigo es un hombre cabal que solo cae víctima de los vapores etílicos en los días festivos del pueblo, trato de hacerle volver a la realidad, pero no hay manera. Trato de ganármelo soltando algunas de mis tonterías, y no se me ocurre decirle otra cosa, que acabo de desconectar el alumbrado publico, que el peligro ha pasado. Como en el fondo este infeliz se cree todo, se suelta de la farola y se cae al suelo. Logro levantarle a base de mucho esfuerzo, y hago como que me pongo serio obligándole a mover las piernas aunque se apoye en mi. Al final consigo llevarle a su domicilio, toco el timbre y sale su hermana Matilde en camisón corto y con cara de pocos amigos. “¿Que le ha pasado a Pepón?, ¿que has hecho con él?, me dice asustada y de mal genio; vamos, como si yo tuviese la culpa. Le dejo ahí como puedo, y a las pocas horas me entero de que en casa del amigo se había organizado una gorda entre hermanos, pues resulta que ella había ligado con un senegalés que estaba en las habitaciones interiores, y todo en esa casa eran despropósitos. Vamos, que por intentar una buena obra con un buen amigo, cabreo a todo el mundo. Si seré cenizo... Ya se sabe, que como reza uno e los versos iniciales de Miguel de Cervantes en El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha? “No te metas en dibú ni en saber vidas ajé, que lo que no va ni vié, pasar de largo es cordú“. Visto lo visto, espero asimilar las palabras de don Miguel, si bien es que mi cabeza da tantas vueltas...
Llevo taal cantidad de paradas matinales, que cada vez que pienso en la marcha del caminante, improviso con mayor rapidez los atajos, que luego, si llego tarde, Jimena se desespera y llama hasta a la Guardia Civil con su flota de helicópteros para que me localice. De esta manera pongo en marcha toda mi capacidad de recursos, y si he pensado en llegar a mi domicilio a las 14.30 horas, cada vez queda menos y no he podido pasar de casi dos horas de saludos y charradas que decimos en Aragón. Nada, que haré lo que pueda sin preocuparme, que lo bueno está en disfrutar con autenticidad. Y la excursión andariega por las montañas, para otro día en el que no haya fiestas.
Sigo por el casco urbano, me encuentro con Merceditas, algo menos veterana que yo, pero que esta de muy buen ver, que se mira en el espejo de un escaparate de la calle Esperanza, y se retoca las pestañas y los labios sin advertir mi presencia, dada la cara de sueño que presenta. Se halla muy cariñosa y cuando se da cuenta, se me abraza y me pide que le acompañe a su casa. Y uno que no sabe decir que no, lo hace y me invita a entrar. Me pongo nervioso poniendo en marcha mi mente a veces retorcida y hasta calenturienta, y no se me ocurre otra cosa que decirle la gran alergia que tengo hacia los gatos, que como ella tiene dos me da miedo que la visita no me produzca una reacción. “Pues tu te lo pierdes _me dice_ que como un día me dijiste que era el mejor manjar, hace tiempo que tengo la ilusión de pepararte un par de huevos fritos con puntillas acompañados de patatas fritas y chorizo. Lo siento, pero lo primero es la salud, y ya vendrá el dia en que os lleve a casa una docena de huevos de corral que le gustan tanto a tu mujer“. Si, se me queda una cara de gili...
Con la cabeza gacha tras la ocasión perdida, vuelvo al centro y veo a Miguel dispuesto a abrir las puertas de su establecimiento para poder trabajar en el interior, que muy sonriente me dice lo de Buenos Días. Josefina se encuentra en su bar poniendo en marcha la maquina de café, mientras en la cocina se empiezan a preparar las tortillas tan variadas que ofrecerá después. Finalmente, mientras por mi cabeza y mi estomago todavía ronda el festín gastronómico al que me había invitado Merceditas, me dirijo al bar-café de Ramón, que presenta unos aromas que alimentan. ¡Caramba! ¿Y a quien me encuentro? No me lo esperaba: a Jimena, que ha acudido con unas amigas a desayunar lo que por mi bien no me permite. Me pregunta qué hago a esas horas en el lugar, y le cuento lo de Pepón, que me he encontrado con Merceditas, que unos resaqueros querían quitarme el vino. “¿Y no has comido nada desde entonces? me contesta. Pobrecito, tendrás apetito... Bueno, pues ahora te tomas un café solo, te dedicas a caminar el tiempo que te queda hasta la hora de comer, almuerzas antes el bocadillo de tortilla con chorizo y bebes del vino que te he puesto, pero no todo“. Uno que es sumiso se toma su situación a broma y se va por el camino que pasa por el camposanto y que desde el cruce de subida hacia el camping, conducirá luego a Gavin. El caso es que al pasar por el sendero de desvío, me encuentro tendidos en el suelo a tres jóvenes pasados de alcohol, que no parecen respirar. Me escondo tras unos arbustos, comienzo a agitar las hojas y como la imitación de los sonidos de especies del mundo animal no se me dan mal del todo, hago como los lobos con sus aullidos desesperados. Rápidamente los infelices despiertan y salen de estampida del lugar, como víctimas de una pesadilla. Pobrecillos, ellos han sido los paganos de una venganza que no merecían. Me río, y luego me digo a mi mismo? “Gabino, que cabrito que eres“.

MANUEL ESPAÑOL

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