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Mundo mágico

BAILEMOS TODOS LA LAMBADA

BAILEMOS TODOS LA LAMBADA

El dibujo es de mi sobrino Pablo, que si lo ve publicasdo me pedirá derechos de autor

 

Estoy que no me entiendo, y mira que e pregunto: ¿Por qué me despierto cantando y bailando la lambada si estoy solo? Es que si me llega a ver Jimena, lo lógico es que ponga en duda el buen equilibrio de mis facultades mentales, y menos mal que ha madrugado y salido de casa antes que yo. Pero lo malo no es eso, es que ya desnudito (no he dicho desnudazo), me he metido en el cuarto de baño, me he mirado al espejo y he puesto una cara de terror irreconocible por mi parte. He visto a un tipo relleno, cuasi calvo (los pocos cabellos que tiene estaban despeinados), y no sigo, porque en algo valoro mi estima, que vamos, no voy a entrar en detalles. Así que directamente a la ducha, eso sí con agua templadita, que me hace volver alegremente a la lambada sin esa chica que se ve en los videos y que te vuelve un poco tarumba con sus movimientos, que soy educado y no tengo en estos momentos capacidad para definirlos con la corrección que debo a mis lectores y hasta a mi mismo. ¡Ay Gabino, que hoy estás más surrealista que nunca y no sabes bien lo que dices!

Me llama Jimena cuando estoy en el desayuno, y me dice que me porte bien, que no cometa excesos que luego perjudiquen mi salud, que me olvide de esos churritos que tan a mano tengo, que son para una merienda con los sobrinos, que tampoco me haga chocolate caliente, que me acuerde de las recomendaciones del endocrinólogo. ¡Buaff! Pura represión que aun estropea más mi salud mental. Al final, dos buenos cafés de cápsula acompañados de una tostada de pan con tomate, ajo y aceite, y… otro café, que a ver si me espabilo. Ya lo creo que mi ritmo empieza a acelerarse, que salgo de casa sin usar el ascensor y bajo las escaleras a paso rápido (vivo en un sexto piso), me para el empleado de la casa y me indica que me invita a un buen mate, que es inofensivo. Lo dejamos para otro día en el que me halle con mayor calma, y ajeno a cuanto acontece a mi alrededor salgo cantando la mismísima melodía con la que me había despertado, así hasta que me encuentro con la hija de un amigo, que no puede más de risa ante mis gestos. No, no me avergüenzo, que lo mío es arrancar de vez en cuando una sonrisa, algo que tanto valoro y tanto me gusta. Y a pesar de ello le digo que a callar, que no lo comente ni en sus círculos más íntimos. Justo eso que no debía haberle manifestado, que ahora a estas horas tan vespertinas me han llamado mis cuñados, hermano, mis sobrinos, vecinos y amigos y demás gentes de mal vivir, de esos que dicen que soy muy majete, que me quieren mucho, que…. No, no me he enfadado ni pienso, que al revés, me divierte la provocación inofensiva. He recordado y recuerdo ahora lo realizado a lo largo del día, y tampoco es para esconderse, si bien algo más de cordura no me iría del todo mal. Y ahora, en estos momentos, lo que me faltaba, suena el teléfono y veo que el número de llamada procede de casa de la tía Cuqui, que si me paso más de dos días sin hablar con ella, se impacienta. Me dice que hoy en el pueblo ha tenido una tertulia de rosario y chocolate, vamos, que como de vez en cuando va a verla el cura párroco, “para hacerle al hombre la estancia más agradable, además de rezar el rosario, le invito a una buena chocolatada sin colesterol, esa cosa que dicen tan mala y que él tiene descontrolada”. Y yo le digo: ”Pero tía, y tu que no eres nada religiosa ¿aguantas tanto rezo?. Que a ti tampoco te va el dulce te tomas tanto tate bebido?”. “Calla, Gabino, que eres un canalla, que yo te encubro ante tu mujer, que un caprichito de nada no me va a sentar mal, que todo ello me sabe delicioso. Lo malo es el rosario, que mira, te voy a confesar que me aburre. ¿Y qué voy a hacer si veo al pobre tan ilusionado ahora que ya no hay tanta gente en el pueblo que le haga caso como antes? Reconozco que es un poco aburrido, pero es tan bueno al mismo tiempo, que lo tomo como una obra de caridad”. “Tía, que tengo muchas ganas de estar contigo –le digo-, de que me prepares uno de esos platos que cuando vengo con Jimena no llego ni a probarlos”. “Así me gusta mi sobrino, tan alegre y cariñoso –me contesta-. Ay ladrón, cómo te echo en falta”.

_ Tía

-¿Qué?

- ¿Bailamos la lambada?. Pongo la música y la danzamos  uno a cada lado del teléfono como si estuviéramos juntos.

-Pues que suene la música, sobrino.

¿Ustedes bailan? Les invito también. ¡¡¡Jimenaaaaa, bailaaaa!!!

Hasta mañana y muy buenas noches.

 

MANUEL ESPAÑOL

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