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Mundo mágico

ESCAPADA ALEGRE TRAS UNA TERRIBLE PESADILLA

ESCAPADA ALEGRE TRAS UNA TERRIBLE PESADILLA

Soñaba que era un turista en el desierto arenoso del Sahara, en pleno horario solar, y que me hallaba dentro de una limusina todo terreno con aire muy bien acondicionado y dotado de bebidas refrescantes que consumía mientras otras personas sin protección, casi sin ropa y con rostro de auténtica sequedad y de sufrimiento, no podían hacer nada, ni tenerse en pie, y se arrastraban pidiendo agua y más agua y no güisqui. Y uno que no es ajeno al dolor de los demás, intentando que Ahmed el conductor nativo parara y abriese las puertas del vehículo y así repartir lo que casi me  sobraba y para otros resultaba vital. “Ahmed, frena, que quiero compartir, tirarme en marcha si es preciso, no seas asesino”. Y por más que gritase, el otro que hacía oídos sordos, comenzó a asomar una sonrisa cínica y maligna que yo apreciaba a través de los espejos. Así hasta de repente me quedé sin luz, todo a mi alrededor estaba oscuro y por si fuera poco, al tacto noté que me hallaba encerrado entre unas planchas de acero. Cuando iba a exhalar el que yo creía mi último suspiro, grité con todas mis fuerzas y desperté entre jadeos de desesperación sobre las sábanas revueltas. Afortunadamente Jimena ya se había despertado y salido de casa ahorrándose de esta manera un susto monumental, que eso sí que no me gusta compartir. Como era una de esas pesadillas  que quieres quitártelas de la mente de forma inmediata, esta mañana he puesto rápidamente en marcha una emisora local de radio, cuyo programa estaba dedicado a la samba brasileira y al bossa nova, y cuyos sones me han ido apaciguando los ánimos, hasta reconducirme tímidamente hacia mis posiciones de loco surrealista, si bien de vez en cuando, durante una o dos horas he ido por la calle y se me ponían para corbata los xxxxxxx con tan solo pensar, que ustedes ya me entienden, que de tan tamaños sustos no se puede esperar una reacción urgente y continuada.

Si ayer me hallaba marcado por una atonía total y como buen ser humano un tanto cuadriculado de mente, me he propuesto también superar la situación, poner en marcha la imaginación y las adversidades oníricas dejarlas aparcadas. Para ello nada mejor que volver a mis largas caminatas que tenía casi abandonadas y cubrir así la distancia programada de un mínimo de ocho kilómetros a buen ritmo, con alguna parada. Así que caminado el primer kilómetro me he encontrado con Pedro K, un buen cantante de calle que en ese momento, guitarra en mano se hallaba emulando a Georges Brassens con “La mala reputación”. Le he aplaudido, le he depositado mi impuesto revolucionario (escaso porque con las prisas por salir de casa aún llevaba el poco dinero sobrante del día anterior) y como aún me llegaba nos tomamos un café juntos (él con churros y un croissant). Sí, sí, y como los bolsillos estaban vacíos he decidido “ir a silbar a la vía”, que es un dicho muy manido ante esta situación. Afortunadamente, la vía del ferrocarril se encuentra relativamente cerca del azud zaragozano del río Ebro, por cuya pasarela doy la vuelta hasta llegar al Puente de La Almozara, todo ello a través de un terreno semisalvaje y muy hermoso, en el que está comprendido el tramo de la “Senda de los Besos Robados”, que en sus momentos y aún ahora tenía muy poca luz, árboles y se respiraba una atmósfera muy romántica. Entonces la iluminación se limitaba a algunas escasas bombillas, que si molestaban no faltaban voluntarios que las apagaban a pedradas. Y de momento me callo sobre este aspecto, que supongo querréis enteraros de todo a sabiendas que soy muy discreto aunque no lo parezca. En un primer instante no he visto a nadie, tan sólo un pato despistado fuera del agua, que cuando me ha oído gritar a lo Tarzán se ha asustado tanto, que se ha zambullido en el cauce por si acaso. Luego me he encontrado de nuevo con el pescador de hacía dos años que me mandó a hacer puñetas cuando le pregunté eso tan manido de “¿pican o no pican?” , que lo hice media hora después de haberle observado con constancia y en silencio su escasa fortuna. En esta ocasión, como se trata de un tío muy listo y estaba de un humor excelente,  me ha reconocido y rápidamente me ha dicho eso de “tonteras, que no te enteras. Ven, mira la bolsa, que la tengo llenica”. El hombre se ha puesto tan feliz de poder dar la buena nueva, que hasta me ha invitado a almorzar con chorizo ibérico y con el vino que guardaba en su bota llena. Estos sí que han sido buenos tragos, y tan alegres hemos estado que Víctor (así se llama este pescador) no ha dudado en parafrasear a Bogart con la frase “este puede ser el comienzo de una hermosa amistad”. Así que nos hemos despedido con un sincero apretón de manos para momentos después a buen ritmo, casi saltarín, entonar a pleno pulmón una parte de la zarzuela “Gigantes y cabezudos”, con el Pilar de fondo, si bien yo de gigante reconozco que no tengo mucho.

 

MANUEL ESPAÑOL

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