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Mundo mágico

TOCATA Y FUGA DESESPERADA

TOCATA Y FUGA DESESPERADA

Era una noche de verano muy hermosa, y para colmo de luna llena. Dicen que es cuando cobran vida semisalvaje y semihumana algunas bestias de dos piernas, cuando los lobos aullan pletóricos de odio y de sed violenta. “No son mas que tonterías inventadas sin ninguna consistencia”, me dije a mi mismo. Estaba claro que era la gran noche para iniciar en Biescas mi caminata hacia la Caseta de las Brujas, en la montaña Arratiecho, con luz natural y sin tropezón alguno con las piedras del camino, con esas ramas de arbustos y árboles que a veces te sorprenden sin tiempo para evitar que te arañen la cara como mal menor. Además, con el apoyo de una linterna frontal, casi era como ir con alimbramiento casi diurno. Estratégicamente, todo estaba atado y bien atado para ir a dormir, si es que podía, a la mencionada caseta, un refugio sencillo como los de antes, lo malo es que sin puertas, porque algún gracioso las había arrancado, no se si para hacer fuego o para aprovechamiento propio. El caso es que mientras Jimena y mis amigos se quedaban en el pueblo a cenar un menú de capricho, con copa posterior incluída, para ellos era yo el gilipollas extravagante y pirado, que sacrificaba el placer de una buena juerga pecadora de las que tanto me gustan, por la soledad de la montaña, con nocturnidad y alevosía. Mi objetivo más o menos secretillo, aunque a voces, era la satisfacción de sentir la música al mas alto volumen, en una situación de de soledad total. En la mochila había introducido un saco ligero de dormir, un walkman con altavoces acoplables para poner música a todo volumen, así como discos con las voces de Camarón, Mayte Martin, Simon Diaz, Luz Casal, Antonio Escarpa, Luis Adolfo Lorente, Maria Callas y Plácido Domingo, entre otros, así como las grandes sinfonías de Haydn, Beethoven, Bach, Brahms... Vamos, que disponía ya de todos los ingredientes para disfrutar de unas cuantas horas llenas de magia y de encanto. Tampoco faltaba alimentación y bebida que me introdujo Jimena, es decir, cacahuetes y agua. ¡Ni que fuese un mono!, que mientras ella estaba en lo estaba pasándolo de vicio, gastronómico se entiende, o por lo menos eso creo yo. Ante lo que estaba a punto de suceder, a toda esta cuadrilla de cabritos les propuse que para que no me amargasen la vida aplazasen la cena a otra noche en que yo pudiera y no coincidiese con luna llena. Respuesta de la portavoz del grupo, Jimena, ante las risitas cínicas y malintencionadas de los demás: “Gabino, tu has elegido esta noche para salirte con la tuya y lo has conseguido. Deja que los demás hagamos lo que nos de la gana y te unes al equipo este si es que tanto te apetece, y te quedas”. Pero ¡que puñetera mi medio limón!. No me esperaba tal reacción, pero como soy un pelaire bastante terco, casi tanto como ella, torcí el gesto poniendo cara de malo, y a continuación les sonreí y señalé la noche tan clara que alumbraba los caminos, y diciéndoles que mas me valía que me fuese por si me transformaba en un fiero hombre lobo. La única respuesta a mis palabras fue una risotada coral, que me enfureció lo suficiente como para darme una vuelta enérgica y pensar en la venganza que iba a surgir de mi. Y monte arriba que me fui como toro enamorado de la luna y y en tal estado me hallaba hasta que me volvieron los sueños musicales con sus correspondientes ilusiones que llenaban mi cabeza de grillos entrometidos. Sali de la puerta de Casa Ruba, y aún pasé por diversos establecimientos hosteleros del lugar que se hallaban muy animados y tentadores. Pero al igual que Ulises hizo caso omiso del canto de las sirenas, fiel a mis propósitos resistí las tentaciones, pasé por Biescas Aventura, donde me dieron ganas de hacer el Tarzán, pero mi amigo Javier, que estaba en la entrada, me preguntó lo de mi excursión de luna llena Dado que se había enterado, no iba a decir que me rajaba. Crucé el barranco, y aunque la luz nocturna era buena, me coloque y encendí el frontal antes de iniciar la ascensión con el apoyo de dos... bastones que me convirtieron en un hombre total a cuatro patas. Y así, en silencio, en algunos momentos me reía y en otros me dedicaba a escuchar los sonidos de la fauna y de la flora, que a decir verdad, no dejaban de impresionar. Y yo que soñaba con Bach y Beethoven, a fin de espabilar un poco me arranqué por las viejas rumbas de Peret, como por ejemplo, esa de “Borriquito como yo”, o “Belén”. “El caso es que por fin llegué a la caseta de las Brujas y contemplé con satisfacción que el arroyo contenía agua fresquita, y posada sobre un pino me quedé muy sorprendido al ver una gran lechuza, si, de esas que dicen que traen muy mala suerte. Como soy bastante escéptico muy pronto me cure del espanto y mientras preparaba el saco de dormir, puse a Camarón con toda su fuerza. Comenzaba a vivir la magia de la noche, pero al momento escuche el sonido de una inoportuna motocicleta de cross, que muy pronto invadió por unos segundos mi recien iniciada paz, mi espacio, lo que me puso algo nervioso ante mis propias prguntas. ¿Y si es un atracador?, ¿un asaltante de caminos que se ha enterado de mis andanzas? o ¿tiene buenas intenciones?. Así elucubraba hasta que vi se apeaba Pedro para contarme que “Jimena esta muy preocupada,y por si nos necesitas,como te has dejado el teléfono móvil me ha pedido que te lo trajese. No veas Gabino,el menú que nos han sacado. Ay como nos estamos acordando de ti... Bueno, que me bajo, que ya sabes eso de que oveja que bala, bocado que pierde…”. “Si será…”, dije para mis adentros.

Como el cuerpo es débil y a veces la voluntad mucho mas, me dio pena no haberme quedado, pero pronto volví a mis sueños experimentales y puse el maravilloso dueto entre Adán y Eva, de !La Creación!, de Haydn. Enseguida surgió una atmósfera extraña pero hermosa. en que la lechuza se había transformado en un querubín, la Caseta en un palacio, y en el auditorio palaciego una gran Orquesta Sinfónica que con sus coros me hacían sentir en el paraíso. Los cacahuetes me parecían manjares y el agua el más magno regalo de la naturaleza. Plácidamente me metí en el saco de dormir a pensar en los mas paradisiacos deseos. Me hallaba de esta manera flotando entre una noche estrellada y una luna llena, no sé si de guasa o de que, que de repente hizo parar”!La Creación” para hacerme sentir un silencio total, algo así como como si la existencia se bloqueara. Me había quedado atónito y fue cuando de repente comenzó a sonar con su inmensa gravedad la “Tocata y Fuga”, de Juan Sebastian Bach, con los sonidos del órgano y toda su fuerza sobrecogedora. Tan impresionado me quede, que a la lechuza la vi agresiva y con ganas de hacerme daño, escuché aullar a una manada de lobos, de repente se desato un fuerte viento, unas culebras se movían en torno a mi saco de dormir, unos perros lanzaban ladridos lastimeros. Me acordé de que mi Jimena tenía razón, que Pedro se había ofrecido a devolverme con la moto, aunque tarado, al mundo de los vivos. Me puse de nuevo el frontal, recogí la mochila, y como cuesta abajo corro con mayor rapidez que en las subidas, ni me di cuenta ni tropece con piedra alguna, que creo que volaba, no sé si en la escoba prestada por alguna de mis brujitas buenas, que de eso no me acuerdo de tan alocado estaba. Llegue por fin a la carretera y me esperaba Pedro, que regresaba de nuevo para ver que tal me encontraba, y de esta manera nos subimos los dos a su incómoda moto, y ya se pueden imaginar el recibimiento. Iban a comenzar las copas y por deferencia hacia mi me sacaron un bocadillo de jamón con tomate y me apunté a la copa esa gin tonic de Bombay Azul, tan excelentemente prepara Andrés y que me supo tan deliciosa, que después me puso otra igual ante el mosqueo de mi medio limón. Y Pensar que había querido pasar en solitario una noche mágica en el monte...

MANUEL ESPAÑOL

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