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Mundo mágico

DESNUDO Y DEBAJO DE LA CAMA

DESNUDO Y DEBAJO DE LA CAMA


Son las 8 de la mañana y oigo que me habla una oveja y que me llama tontín. ¿Pero es que las ovejas hablan o lo mío ha sido un sueño sin ningún tipo de entendederas? “Gabino, que desde que te juntas con determinadas gentes te encuentro bastante extraño”, me dice un Pepito Grillo que me marca más de la cuenta. Me levanto atónito e incrédulo, miro debajo de la cama y me da un ataque de risa. ¿Pues no resulta que hallo un ser extraño con cara de bebé y sonrisa de travieso, que dice se llama Telesforo y que me llama repetidamente “papá tontón?” Vamos, ni que fuera un GPS de esos que me conducen por los malos caminos y terminan estrellándote contra una roca más dura que el cráneo de Catapiedras, ese legendario luchador que abría paredes a cabezazos. ¡Zas!. Y y el primer testarazo ya me lo he dado entre ovejas, pedradas, Telesforo y Pepito Grillo. Ante tan tremendo lío, en fracciones de segundo decido meterme debajo de la ducha, soltar el agua fría y dar un grito que todavía se oye por las riveras del Ebro a su paso por el Pilar. Mudito me he quedado con la impresión, si bien poco a poco la temperatura del líquido elemento se eleva muy lentamente de una manera muy agradable, y me da por cantar eso del “Amante bandido”. Al cabo del rato vuelve a sonar el balido de “tontín”, me parece otra cosa, y hasta me da la sensación de cierto tipo de justicia en su articulación. Me seco con el albornoz, pero algo “mosca” aún sigo en ese mal sueño del elemento Telesforo, por lo que decido agacharme de nuevo y mirar debajo de la cama con mucho cuidado. Allí no encuentro nada de nada, ni una mota de polvo, que buena es mi doña Jimena, como para pasarme por alto una limpieza imperfecta. Pero la imagen del monstruito este persiste en el interior de mi cerebro, con lo que cabe deducir que mi higiene mental no es perfecta. Me reincorporo, me vuelvo a quedar desnudito sin aditivos y oigo de nuevo la voz esa de “papá tontón”, con lo que la imagen del espejo se me aparece de una forma horrorosa, y por ello a causa del susto me meto de nuevo en la ducha, a ver si en esta ocasión cambian las circunstancias. Al salir de las malas influencias de la humedad, se me ocurre una idea. En esta ocasión, sin pérdida de tiempo, me pongo a husmear ¡otra vez! por debajo de la cama. Pero… ¡qué imaginación la mía! Nada, que no hay nada de nada, con lo que poco a poco se van calmando los ánimos, y ya con ciertos aires de tranquilidad trato de salir con cuidado, pero oigo un berrido más que un balido, que me dice: “¡Gabino… ¿qué haces desnudo debajo de la cama?”- “Te lo explicaré, Jimena, pero no es nada de lo que parece”. Salgo con más prisas que calma y al pasar la cabeza por el límite de del hueco del artilugio que entre otras cosas sirve para dormir, el golpe es tan morrocotudo, que asusta a mi medio limón, mientras yo me quedo de un cuerpo… No miren, lectores, no miren, que no estoy para que me pongan el ojo encima; bueno, ni el ojo ni…
Ya de vuelta a la normalidad, como es natural, Jimena me pide explicaciones sobre el extraño comportamiento de este loco surrealista. Le vuelvo a contar la historia con toda su viveza, como si fuese en directo, y… “fíjate Jimenita de mi alma, qué mal debía estar cuando creía ver al Telesforo de las narices diciendo eso de ‘Papa tontón”. Afortunadamente, tras un momento de alta tensión extraña y muda, mi chica suelta una monumental carcajada para añadir a continuación que lo que le he contado ha sido parte de una desternillante mini novela de radio, que me ha hecho soñar y cambiar a mi siempre rara manera, “que tu estás muy loco tontín”. Más que loco, moscardón es lo que me quedo, eso sí, con la sonrisa en la boca, y hasta feliz de que me digan que todo ha sido un sueño especialmente extraño. Bueno, no pasa nada. Ahora, tras un divertido desayuno comunitario y entre dos, me dispongo a salir de casa. Toca divertirse aunque sea solo y meditar. ¿Meditar qué? Sobre mi pasado de años ha, que eso de encontrarme un monstruito debajo de la cama y que me llame papá, invita a hacer todo un ejercicio de memoria interna y no a voces, por si acaso. Lo de que ahora me salga un hijo, pase, que puede ser o no. ¿Y cuantos años tendría ahora…? Todo eso pase. Lo malo es que encima el mal bicho me diga tonto. Ten un hijo y anónimo, extraño, pero que encima deba aguantarme lo de tonto. Eso no lo perdono. Como no entiendo nada de nada, decido irme por las riveras y cantar a pleno pulmón eso de “Doce cascabeles lleva mi caballo…”. Eso sí, sin GPS.

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