Blogia
Mundo mágico

SE ME HA ESCAPADO LA BRÚJULA

SE ME HA ESCAPADO LA BRÚJULA

 

Me busco y no me encuentro. ¿Tan pequeño soy? No, creo que he perdido el Norte, y que el Sur hace mucho que lo dejé atrás, y el Este, y el Oeste... Vamos, que la brújula que mueve mis impulsos se ha convertido en una cabra desatada (que me perdonen las cabras), y así me oriento yo, que de loco surrealista he pasado a ser un auténtico majara. Por una vez sin que sirva de precedente, no le culpo directamente al Gobierno. ¿O sí? Pero qué equivocado estoy, que el Gobierno siempre tiene la culpa, entre otros aspectos, por no poner remedio a tamaños desmanes en torno a esas cosas pequeñas que unidas una a una hacen un daño desenfrenado al hermano pueblo ante la huelga monclovita de brazos caídos no reconocida pero real, con su “pasar por la vida siendo romero, sólo romero…”, parafraseando lelamente a León Felipe.  Y luego con la mirada perdida y con los dedos acusadores de sus manos apuntando hacia nosotros, serán capaces de vociferar haciendo una mala parodia de Don Juan Tenorio, aquello de ¡Cuál gritan esos malditos!/
Pero, ¡mal rayo me parta
/ si en concluyendo la carta/
no pagan caros sus gritos!”. Y encima, con amenazas. Si serán…

Así podría sucederles a quienes no tiene medios propios de mantenimiento doméstico personal, se dedican a hurgar en los contenedores de basura a fin de mitigar sus necesidades, y encima se ven amenazados por organismos oficiales que ya han lanzado sus globosondas y que son capaces de multarles por apoderarse de material de propiedad pública que está en la calle. ¿Y con qué van a pagar las multas? Que no, que no quiero citar personas en concreto, que si vamos por lo legal también podemos decir que los señores xxxxx y zzzzzzz son presuntos honrados, pero que tienen colegas y adjuntos aspirantes trepas aquejados de una escasa visión desde su propia inteligencia, que en sus ojos se refleja una caja de caudales. Más de un lector me agradecería que diera nombres, y ya he dicho que no tengo asesores ni secretarios. Siempre habría quien podría cabrearse conmigo, y buscarme las cosquillas, a mí que tanta tendencia tengo a la risa es que a veces excita en demasía.. Claro que, en este país donde proliferan los negocios turbios puede suceder de casi todo, porque puede que hasta servidor tenga su precio, que aquí no cabe descartar nada... Si quieren dejar inmaculado mi buen nombre, no hagan ofertas.

Puestos a explicar algunas otras pequeñas cosas que nos hacen ir de cráneo a los españolitos que no disponemos de secretarios y asesores, y que funcionamos con pasitos analógicos por mantener nuestra dignidad y economía ante la insoportable presión de determinadas empresas exprimidoras que nos hacen prisioneros de sus exigencias, me referiré, entre otras, a las denominadas Telefónicas. Hay “cuatrocientas” y todas ellas para captar a sus incautos clientes, que somos tantos…, ofrecen unas condiciones magníficas, generosas, a través de unos operarios que te tratan con la máxima simpatía, que te llaman “cariño” y hasta llegas a creer que son sinceros, que en un minuto de conversación parecen amigos de toda la vida y dan toda clase de facilidades con tarifas maravillosas, facilidades sin límites, que te dan un número teléfono privado directo por si tienes algún problema a lo largo de los primeros días de contrato, si bien cuando has firmado y llamas a esos “privados” ya no se pone nadie en línea. Te hacen creer que te han dado un trato muy especial y quedas tan agradecido que aún les indicas que tienes amigos que pensaban cambiarse de operadora, que te piden sus números, se los das y te quedas de lo más satisfecho. ¡Menudo chollo… para ellos, claro! Y esto sucede jornada a jornada, casi minuto a minuto, en este país todavía llamado España, a lo largo de 365 días al año (366 si son bisiestos).

Mi amigo Pepón estaba descontento con su operadora, ya que un día le funcionaba el ADSL otro día no y otro tampoco, y no podía hablar por el Skype con su hermano David que estaba en Nueva York, lo que quería decir que Internet se le había ido al carajo, toda una tragedia en unos tiempos que somos tan dependientes del artilugio este. O llamaba por conferencia uno o el otro, con el consiguiente recargo en las tarifas, dado que las llamadas al extranjero no están incluidas. Y mi amigo reclama que te reclama día tras día, ya estaba harto. Un día le tenían colgado durante media hora al teléfono, otro hasta una hora intentando aclarar conceptos,  y harto ya de dialogar con educación y hasta de ligar con telefonistas colombianas, chilenas o argentinas que siempre le decían dulcemente aquello de “cómo no, mi amor” y demás frases que que le calmaban un poco, decidió pasar al ataque fuese con quien fuese al otro lado del teléfono. Así que altamente excitado, dijo que esa llamada a Atención del Cliente iba a ser la definitiva. A Pepón le contestó una voz recia masculina y nada seductora, que le facilitó las cosas: “Señor teleoperador, o me atiende bien o me doy de baja” le dijo al telefonisto, quien de forma seca pero educadamente, le dijo: “Tranquilícese, que estoy a su servicio. ¿Cuál es su problema?”

Pepón._ ¿Pero es que usted no sabe quien soy?

Operador._ Lo leo en la pantalla, usted es don José…. Aquí tengo su historial y mi deseo es atenderle.

Pe._ ¿Entonces por qué me pregunta cual es mi problema?

Op._Porque lleva tres días sin llamar y no sé si ha cambiado la situación.

Pe._ Pues cada día está peor, Oiga, que….

Op._¿Puedo ayudarle en algo?

Pe.-En el otro recibo me cobraron de más, Internet no me funciona, con ustedes llevo casi veinte días perdiendo el tiempo, y…

Op._Mi deseo es atenderle…

Pe._ Pues déjeme hablar y no me corte. ¡¡¡¡¡Quierooooo queeee meee dennnnn de bajaaaaa!!!!

Op._ Así que desea que le demos de baja…..

Pe._ Exijo que me den de baja.

Op-_ Cálmese señor Quevedo…

Pe._ ¡Que no me llamo Quevedoooooooooooo!

Op._ Cálmese, don José. ¿Qué me ha dicho que desea?

Pe._ ¡Baaaaajaaaaaaaa!

Op._ ¡Ah! Lo que usted quiere es rescindir el contrato, ¿no es así?

Pe._ Es usted muy inteligente, ha acertado. Enhorabuena.

Op._ No hay de qué. Estamos a su servicio. Sus deseos son órdenes, si bien lamento decirle que no podemos atender su demanda si no aporta una penalización que aplicaremos en razón del contrato firmado y grabado con la voz de usted.

Pe._ Oiga, que a mi me dijeron que la lectura del contratito dichoso era puro formulismo, que dijese a todo que sí. Y yo obedecí.

Op._ Ahí erró usted. Su deber era haber leído hasta la letra pequeña. Repase la copia, repásela…

Aquí acabó con cierta brusquedad la conversación trasatlántica, así acabó de ponerse el inicio del punto final de un problema surgido en España. En realidad todas las compañías telefónicas que operan en este país tienen operarios en el extranjero, con los inconvenientes que ello acarrea. Algunos me han confesado muy amistosamente que si ellos tienen ocupación laboral es porque a las empresas les resultan más barato contratarles ahí que en España, que los españoles cobran más. ¡Qué ironías tiene la vida!, que encima tenemos que estar contentos.

El caso es que Pepón, a instancias de sus amigos,  hizo lo que se debía hacer. Fue a la oficina del consumidor de su comunidad autónoma y allí le atendieron muy eficazmente, si bien hay que reconocer que existen igualmente las opciones de las asociaciones de consumidores, tan diligentes ellas, y sin  intereses comerciales en las gestiones.

Pero los problemas que acarrean una a una las pequeñas cosas de la vida a las que no se saben dar soluciones en el origen, abarcan también a las llamadas facturas de las Eléctricas, que no hay quien las entienda. Desaparecido el anterior y  trasnochado monopolio y tras la liberación de las tarifas por parte del Gobierno, se ha establecido la competencias entre empresas. Algunas de ellas recorren las casas una a una ofreciendo descuentos por compromisos bianuales como mínimo, con lo cual vienen los casos de nuevas ataduras, que no funcionan todas bien.

¿Qué hace el Gobierno para solucionar estos pequeños problemas que se convierten en enormes y dan tanto trabajo al multiplicarse día a día? Aquí algo se les escapa a los responsables monclovitas, que no saben atacar bien las soluciones desde un principio y que pequeñas cosas se les convierten en gigantescas. Con esta forma de proceder todos perdemos la brújula y los cuatro puntos cardinales no sabemos a qué corresponden. Menos mal que ante “el pasar por la vida siendo romero, sólo romero”, otros, aunque sea con nuestra sonrisa cada vez más apagada, pedimos cordura aunque seamos locos surrealistas.

 

MANUEL ESPAÑOL

 

 

0 comentarios