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Mundo mágico

EL CLUB DE LAS GATAS LOCAS

EL CLUB DE LAS GATAS LOCAS

Dedicado a mi sobrino Ignacio Español Sagorrín

 

Una de las manifestaciones mas bellas del ser humano es la de compartir los sentimientos más nobles que parten del interior de uno mismo, y se suele decir en España que nobleza obliga. Provocar una sonrisa, o una risa no cuesta nada nada, y el humor puede llegar a ser el arma eficaz para sacar a más de uno de una situación triste. Que sí, que con humor y amor es mucho lo que se puede resolver. Pero al final lo verdaderamente cierto es que a pesar de las buenas intenciones nadie se pone de acuerdo en definir unidireccionalmente los conceptos que deberían arrancar del alma humana, que lo que es bueno para unos resulta malo para otros o no tiene importancia para muchos. Que los hay quienes van a misa con la cartera a rebosar, creen que cumplen sus obligaciones con santidad, y miran con desprecio al mendigo que les espera a la salida de la iglesia, para luego en su despacho apoyar algunos recortes inhumanos. Otros dan limosnas porque necesitan de los pobres para lavar su conciencia pletórica  de sentimientos errados. Y como no quiero elaborar una tesis sobre buenos y malos o de falsos salvadores del mundo, que tanto abundan, uno quiere confesar que no anda mal en su economía, pero que tampoco nada en la abundancia, y que es curioso que me sienta el ser más rico sobre el orbe terrestre. Puedo todavía llegar a fin de mes sin grandes agobios, adoro Biescas donde tengo mis raíces, me siento feliz en Madrid y disfruto intensamente cuando me hallo en mi casa de Zaragoza. Por si fuera poco ejerzo una profesión  vocacional como es el periodismo, y de esa forma me encuentro capacitado para decir que soy un privilegiado. Mi intención vital es la de no hacer conscientemente daño a nadie, y como soy humano a veces puedo ser víctima de mis propias imperfecciones, meter la pata y amargar a alguien.

 Tío Gabino, no filosofes tanto, que te pones muy serio, que así  no te conozco, dice preocupado mi sobrino Adolfo, muy guasoncito él. Me habías dicho que me traías a Madrid para divertirnos un poco. Pues a reír que nos vamos, que no te arrepentirás de haberme acompañado, le contesto alegremente.

Así que íbamos por la Cava Baja y el chico que está tan majara o más que yo, le daba por cantar con voz alta eso de Mi tío es bajo y rubio, mi tío es bajo y rubio, mi tío es cojonudo   y siempre lo será“. Tu invitas a las copas y yo ligo por los dos dice muy seguro y fanfarrón. Como no estaba dispuesto a dejar que tomase la iniciativa porque Adolfo que en el fondo es un miedicas y en esta ocasión yo tenía ganas de ponerle en apuros, le dije que te voy a llevar a un local muy original que ni conoces ni conocerás  otro igual!. Cuida tío que te tengo miedo, que aun me acuerdo de cuando me llevaste al camerino de una explosiva actriz de teatro (calificativo este que entra en tus preferencias), a la que le hiciste una entrevista. Que yo entonces tenía 12 años y ella para congraciarse contigo no hacía más que pasarme la mano por la  cara y decirme eso de vaya niño tan hermoso, mientras yo me ponía colorado del todo. La chica -le respondi- es que

 era muy cariñosa y lo que quería ella era hacerte caricias porque le habías caído muy bien. Eres más tonto, ¡Ay si me las hubiese hecho a mí....¡”

“¿Sabes?  Eres un viejo verde Ahí sí que el mocoso de 24 años me tocó la fibra sensible, que aplicarme el calificativo de viejo, eso no tiene nombre, por lo que con toda mi rabia grité a pleno pulmón cuando la calle estaba llena de gente, eso de que mas vale un viejo verde que un viejo borde, a fin de poner colorado al chico. Y ahora sigo pensando  lo mismo. Pero que conste que no soy ni VV ni VB, que uno asume con todas consecuencias su propia condición.

Al pobre ya lo tenía asustado y con cara de preocupación sobre el destino de su futuro más inmediato. Así que paramos en un local con puerta verde y en ella estaba colocada una placa de quita y pon escrita manualmente, que ponía Club de las Gatas Locas. Solo mujeres. Hombres abstenerse, si alguno entra no respondemos de su integridad física. Prepárate Adolfo, que vamos a entrar en un sitio que no tiene nada de vulgar, que son unas mujeres muy hábiles con el sable, más que El Zorro cuando hacia la Z montado a caballo. Y Adolfito se echaba una mano a la entrepierna para proteger sus vergüenzas  toreras, y con la otra me tiraba de brazo para irnos a escape, con lo cual yo estaba de lo mas feliz. Que no tío, que no, que no tengo ganas de líos, que me das mucho miedo, que eres un peligro total, que no quiero ir con mujeres malas, que serán todo lo buenísimas que digas, pero a mi esos ambientes no me van, que si me entras se lo diré a tu hermano y también mi señor padre, y a tu cuñada, mi madre, que en tal alta estima te tenía hasta ahora". Y como a mi las amenazas no me gustan, llamé decidido pulsando el timbre (un toque corto, uno largo y otro corto) y segundos después aparecen unos ojos hermosos al otro lado de la mirilla, y a la vez una voz cálida que decía: Gabino, Adolfin, que alegría veros   de nuevo. En un minuto os abro.  Mientras, el chico se quedaba mudo y con el semblante marcado por la palidez, aunque igualmente me apuntaba a la vez con una mirada asesina. Me explicarás cómo sabe mi nombre. La pregunta, a decir verdad, me produjo una carcajada auténtica para mayor desesperación suya.

Por fin la puerta se abrió, mientras Laura, vestida con un ropaje singularmente atrevido pero sin enseñar nada de su anatomía, nos ofrecía la mejor de sus sonrisas y empezó pronto a derretir el hielo. Sobrino -dije con cierto énfasis- te presento a la Puta Respetuosa, si, la que creó Jean Paul Sartre para su obra de teatral, que se ha encarnado en Laura. Pero no le tengas miedo, que no muerde, que ya quisieras tu“. Al  otro, para mosqueo mío, no se le ocurrió otra cosa más inmediata, que la de ponerse a reír como nunca en su vida lo había hecho. Había identificado a Laura, porque más de un aperitivo he tomado con ella acompañando a tu Jimena. Que la tita es mucho más generosa que tu y me tiene un cariño muy especial. Pero qué cabrito es mi sobrino, es lo único que se me ocurrió pensar en ese momento. Y servidor de usted, apreciado lector, que había preparado todo hasta el último detalle en el Club de las Gatas Locas compuesto por tres mujeres maravillosamente locas y de poco sentido común, comenzaba a pensar que de verdugo había  pasado a ser apaleado mentalmente por un mocoso que casi me tiene cogida la medida, en la misma proporción que yo a él. Aquello no había hecho mas que comenzar.

Este club tan singular solo para el sexo femenino, aunque algunos hombres son aceptados tras superar varios filtros con cierto aire de intelectualidad, nació gracias al acuerdo alcanzado por Laura, Natacha y Marieta, según el cual la sociedad estaba abierta al humor inteligente, al arte, la literatura y la historia. Lo singular del caso es que una vez llegadas a la sede, tenían un cuarto-vestuario donde guardar los trajes y tomar el disfraz pertinente, dado que en cada jornada de sesión lectiva, cada una debía de vestirse de acuerdo con la época  del personaje literario o histórico a debatir. El local, tras atravesar un pequeño vestíbulo separado por cortinas, constaba de un suelo de tarima, una mesa central redonda con capacidad para ocho personas, y otras cuatro pequeñas y cuadradas. Al fondo, una barra de bar con botellas, neveras, vasos y copas, y una cafetera a presión, mientras que en los dos laterales unidos con el fondo se daba paso a una buena biblioteca con sus fondos de documentación. Por faltar no faltaba ni un cuartito de cocina a donde me destinan a mi si es que me invitan, y con la intención de que les haga algún arroz, unas patatas al chef, borraja con gambas, o fideua, o.... La repostería, como no se me da bien, me dicen que no les importa que la compre. Les digo que si me invitan a una de esas sesiones académicas suyas, iré disfrazado de Fhurer, y sabrán lo que es bueno. Y claro, a esas no me invitan.

Le explico a Adolfo, una vez hechas las presentaciones y tras los besos de rigor, ya mas calmado, que Laura,  morena y de labios carnosos, es una licenciada especializada en literatura francesa y lo pasa bien citando a Sartre, y ella tan existencialista, para reirse de sí misma le gusta vestirse de “puta respetuosa“. Con su nombre, Natacha solo puede ser rubia, y lo es por su ascendencia balcánica tras pasar a lo largo de varias generaciones por el barrio madrileño de Salamanca, y a ella le gusta la historia vivida por la desgraciada de Sissi Emperatriz. Marieta, medio rubia medio castaña, es la de carácter más fuerte, por lo que le vendría bien caracterizarse de Napoleon, y aunque yo quería influirle para que se especializase en Golda Meir, ella con cara de desprecio me aseguraba que prefería ser Evita Peron.

Entre los cinco presentes en la mesa redonda, solo tuve un voto a mi favor en todas mis propuestas, para así alimentar  la juerga que se llevaba a mi costa Adolfo con sus ya nuevas amigas, aunque no del todo desconocidas. Tan solo me hicieron caso a la sugerencia dada de que abriesen el bar y sacasen del congelador las croquetas que quedasen de las cien que había preparado hacía dos semanas. “Croquetas no quedan para todos, Gabino. Deberás ponerte a hacer más. y en cuanto al bar, barra libre. Por alli tenemos algún que otro paquete de patatas fritas“, me dijo Natacha. Marieta me explicó a continuación que como tenemos un saco de patatas recién recogidas del campo, porfa, haznos unas del Chef que tan bien te suelen salir. Lo malo es que como no sé decir que no a nada, me puse manos a la obra, y Adolfito y las chicas no paraban de reír mientras una víctima como yo se dedicaba a las labores propias de un cocinero y loco surrealista a la vez. Una vez acabado el guiso, cuando quise llevarlo a la mesa, observe que entre los cuatro habían  dado cuenta de cinco cubatas y dos cervezas. Y no sé como lo hicieron, porque en ningún instante habían parado de hablar y de reír.

No sabes lo simpático que es Adolfo, que tiene una gracia.... Deberías aprender de él. Nos ha dicho cada cosa.... De esta manera se expresaba Natacha, mientras por mi parte, aunque no lo pareciese en mis gestos, la realidad  es que  me sentía muy satisfecho. Sin duda, este sobrino mío me vence siempre que se lo propone. Laura, tan expresiva como es habitual en ella, me aseguró que lo estamos pasando en grande con este chico, aunque eso para mi, insisto,  no es nuevo, que ya lo conozco hace mucho tiempo a través de Jimena cuando voy a su casa en Zaragoza. Lástima que él  no tenga unos años mas o yo unos años menos, que eso sería mas de desear. Golda Meir, perdón, quiero decir Marieta, no pudo morderse la lengua y poner su granito de arena, que no de cal Gabino, este chico es guapo e inteligente, y tiene unas ocurrencias que te superan en gracia y en talento, y lo decía de esta manera mientras le estampaba un beso al chico, que en esta ocasión si se puso, pero que muy colorado. Joer con la Golda esta, no valdría  para diplomática, que con ella la guerra estaría asegurada. Y so lo decía mientras no paraba de comerse mis patatas recién hechas. Beso a mi chiquitín y patata, patata y beso a mi chiquitín de 1,85 metros de estatura. Si será cabrita...

Bueno, Adolfito, y tu ¿que les has has piado para hacerles reír tanto?.

Mira Tito. Les he contado lo que me has dicho antes de llegar, que me estabas enseñando Madrid, que me ibas a llevar a un club de alterne donde habla  una tías muy buenas, impresionantes. Y visto lo visto, es que tenias toda la razón. Me arrepiento de haber pensado lo que no te he dicho. Encima de borde le señalé con cara seria- eres un mentiroso, que nunca te he dicho que te llevaría a un club de alterne, que...

Gabino, corta y no me asustes a nuestro chico, que parece que has perdido ese sentido del humor del que tanto presumes, que Adolfo tiene mucha chispa, y que a partir de este momento le hacemos miembro de honor de este club con derechos de numerario y podrá venir aquí siempre que quiera. Por cierto, ¿que le has dicho tu eso de que manejo con destreza la espada y hago el signo del zorro con la rapidez de Antonio Banderas, me dice Marieta Golda Meir, como no podía ser otra. Así que las risas se generalizan hasta el punto de que me uno a ellas, como no podía ser de otra manera en el Club de las Gatas Locas. "Chicos, -dice Marieta- antes de que cada cual se vaya a su casa, sería bueno hacer un brindis por el nuevo socio. Así que saquemos el cava, que Adolfo descorche las botellas y bebamos todos. Que Gabino diga las palabras de rigor". Decido recoger el desafío, y no se me ocurre otra cosa que decir: "Un día, muy cerca de aquí en las Cuevas de Luis Candelas, los mismos que ahora estamos aquí y algunas personas más decidimos fundar en Madrid un club medio serio aunque con muchas ganas de broma, dedicado a los debates culturales y  políticos en los que reinase la paz y la concordia, y como no nos poníamos de acuerdo en ningún punto, a instancias mías quitamos todos los condicionantes que nos excitaban psíquicamente y tratar de evolucionar hacia unos ciertos aires de surrealismo. Marieta propuso que cada cual debatiese lo que le diese la gana, Laura propuso que se tratasen en broma, pero con rigor, temas culturales. Y como estábamos en época de carnaval, a Natacha se le ocurrió lo de los disfraces. Estábamos todos pirados, y  como los hombres éramos una minoría muy minoritaria, aceptamos que las chicas se encargasen de hacer los estatutos y darle nombre al nuevo centro: Club de las Gatas Locas; gatas, por estar en Madrid, y lo de locas es evidente, porque aquí la locura es variada y el mosaico de posibilidades resulta enorme...". Adolfito, muy impertinente él, me interrumpió, tomó el relevo del brindis. "Como cuando se pone mi tío es un plasta, voy a concluir diciendo, que gracias a él, he visitado el mejor club de alterne de Madrid, porque no me digas tito que este no es un sitio de gran categoría en el que el humor está bien asegurado mediante el buen uso del gesto y la palabra". En esto que Marieta, que de verdad es profesora de esgrima, saca el sable y empieza a hacer filigranas en el aire con gran maestría, mientras el chico se va poniendo nervioso y se atasca en el discurso para mi propia satisfacción, y la copa le cae al suelo con todo su cava mientras su expresión le hace poner cara de susto. "Pero mi cielo -señala Marieta Golda Meir- ¿qué te ha pasado? Bébete esta otra copa, y después me sujetas bien por la cintura. Gabino, cariño, pon la música, que Adolfo y yo vamos a bailar un tango muy desgarrado". Y vaya si bailaron, que lo hacían muy bien, con todos los pasos correctos y sin errores, mirándose fijamente a los ojos, cada vez mas pegadizos, o eso es lo que me parecía a mi, ya que dados los efectos de las bebidas espiritosas no distinguía muy bien los gestos. Era igual, que ponían cara de pasarlo en grande. Como bailar un tango a tres (Laura, Natacha y yo) es imposible, les permitimos terminar la pieza, y a fin de que cada uno fuese tomando el camino de su casa, puse a toda potencia el himno del club, que no podía ser otro que la música de CATS. Cuando sobrino y tío íbamos ya solos por la calle, un Adolfo alegre tarareaba "Volver".  Aún habrá que rebautizar la fundación y ponerle el nombre de “Adolfo y el Club de las Gatas Locas”.

 

MANUEL ESPAÑOL 

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