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Mundo mágico

QUE UESTED LO PASE BIEN. CANTAR, BAILAR Y REIR

QUE UESTED LO PASE BIEN. CANTAR, BAILAR Y REIR

He estado todo el día dejando huellas de mi paso, y en algunos casos con testigos accidentales, o accidentados, según se mire. Cuando la hora bruja ya está más cerca, ya no sé si soy un brujo, un bicho raro o que estoy majara. Si me llaman el loco surrealista, por algo será. Me inclino por esto último, que he hablado con los patos del Ebro, he cantado en solitario el Brindis de La Traviata imitando las propias voces de Violeta y Alfredo, he pisado un charco helado donde intentaba hacer piruetas al estilo  de la estrella del patinaje sobre hielo Marta Olazagarre y me he caído, he pensado muchas malicias, dado pasos de ballet con testigos, y más… Como consecuencia, mi reacción en estos momentos es que, fiel a mis principios, opto en vez de decir “lo siento”, por saber reírme de mi mismo antes de acostarme, algo que me justifica poder meterme con los demás y hasta soñar… Pensad lo que queráis. Que mañana será otro día distinto, y tampoco espero pasarlo mal. Vamos, que quiero divertirme, y cuanto más mejor. Y al que no le guste…

La juerga ha comenzado a primera hora de la mañana, debajo de la ducha y con el recuerdo de la danza del vientre que tanto me impresionó y entusiasmó en una sala de fiestas canaria. Y así, bajo ducha bailaba un servidor, desnudito del todo. Imaginaos lo horrible que estoy y haciendo el ridi para mí mismo, eso sí, con el agua calentita cayéndome encima, lo que me daba unos aires de felicidad… Después, un buen desayuno saltándome la censura, y…  a correr haciéndome el héroe, porque el viento en Zaragoza cada día está más fuerte y los ciudadanos más castigados. Tampoco exageraré demasiado, que lo que he hecho hoy, más que carrera a pie, ha sido una buena caminata, algo pausadilla, que me ha aireado más que oxigenado. Es igual, que ello  no ha impedido que una vez cruzado el Ebro en un día aparentemente solitario, ya que he creído no iba a encontrarme con nadie ante la mala fe manifestada por el señor Eolo, haya dado rienda suelta a mis desmanes. Así, entre árboles y mirando al río imaginaos a “a este Alfredo” que muy poca pinta tiene de galán, y a “esta Violeta” tan nulamente creíble , o sea, yo, haciendo  ambas voces, y por extensión las del coro. ¡Ay, libiamo, libiamo, tarará, tarará, tarará!. Un guasón que estaba por ahí, me aplaude, y su  compañero excursionista me grita. “Muy bien, pero no repitas, que vas a espantar a los peces”. Y colorado como un tomate, como soy muy correcto, les he dicho adiós con la mano, y con deseos de que se me tragase la tierra, he desaparecido corriendo por la arboleda. Jo, ni a bajo cero puedo desmadrarme un poco de mis casillas. Tocan las campanadas de las doce del mediodía en la basílica del Pilar, y ya más calmado, veo una bandada de patos, a los que les digo “cua”, me miran y ni caso; después me encuentro con dos patitos, un poco feos, la verdad, les hablo en su idioma y se acercan cuando les enseño unas migas de pan diciéndoles eso de “bonitos, ¿sois patito y patita?”, y nada más comerse el pan se van diciendo “cua cua”, que no sé si quiere decir gracias o gilipollas.

Y muchas cosas más que me han pasado a lo largo del día, de las cuales no me arrepiento (¿o sí?), porque en el fondo y en la superficie me he reído como hacía tiempo. Eso es lo que tiene ir por la vida con mucho cariño hacia los demás, sin intentar jamás herir a nadie, pero yendo siempre a mi manera, sin tener que rendir cuentas, que es como más me gusta. Así que os deseo una noche fantástica y que a la hora de levantarse lo hagáis con los más generosos aires de optimismo.

 

MANUEL ESPAÑOL

 

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