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Mundo mágico

EN LAS RETINAS DE MIS OJOS

EN LAS RETINAS DE MIS OJOS

 

No sé si la cabeza me da vueltas, tampoco sé si estoy mareado, o simplemente, que no me encuentro en mis cabales, algo tan normal en mi... Puedo llorar y reír en cuestión de un breve espacio de tiempo. La mente es a veces tan variable y el estado de ánimo tan cambiante, que hasta es posible que dentro de cuatro horas no sepa hacia donde voy, ni cómo he llegado al momento presente. Está muy claro que valoro con la máxima intensidad lo que se puede dar en el ser humano sensible, la imaginación  y el sentido del humor, que para mí la inteligencia absoluta y la memoria no van a la zaga, pero que interiormente son conceptos esencialmente básicos, aunque no vitales. Era impresionante la imaginación de Julio Verne y de Leonardo da Vinci, quienes sentaron bases  y dieron alas a tantos y tantos científicos que hicieron evolucionar al mundo sorprendentemente. El humor, lejos de los sentires frívolos, ayuda a resolver problemas a veces irreversibles. Una simple sonrisa puede cambiar los signos de una discusión. En realidad, todo lo descrito hasta ahora se puede transmitir si se tienen ánimos comunicativos. Pero hay temas que se graban tan profundamente, sea en la edad que se tenga, que tan solo quedan y se sienten inexplicablemente, con exclusividad en las retinas de cada uno. Es un solo instante para toda tu vida, sin más testigos que tus retinas transmisoras a tu propio interior y no tienen que ser forzosamente momentos claves, serios y trascendentales en la historia de tu vida

 Algunos de esos instantes los cuentas muchos años después y nadie te cree, y serás hasta motivo e risa por parte del prójimo. Lo entiendo perfectamente, que si intento transmitir uno de esos casos, puede ser motivo de chanza. Como soy en potencia un provocador nato, os contare que cuando todavía era un bebe de pocos meses, sentí que me quedaba solo en la cuna, que de frente tenía una ventana que daba a un pasillo por el que pasaban muchas personas y como se me apodero el miedo, para llamar la atención,  llore en plan desagradable y a pleno pulmón, lo que supuse era un rato inacabable. Puedo tener imaginación, que no lo dude nadie, pero fue un momento que llevo grabado en la mente desde hace muchos, demasiados años, y que me vuelve al primer plano frecuentemente. Hoy me da vergüenza hacerlo público, pero espero también que haya alguien que lo entienda y hasta me crea. Y lo de reír lo entiendo muy bien, que uno de mis sobrinos tiene una inteligencia especialmente alta, y que cuando le da por entrar en estados de regresión, el muy comediante me hace soltar la carcajada especialmente si  dice acordarse del día en que nació. No sé si lo hace por tomarme el pelo el muy guason, o que lo dice de verdad. Si, de esta manera a veces establecemos diálogos para besugos de tierra, mar y aire,  de lo mas divertidos, tanto, que parecemos saltar por encima de los Cerros de Úbeda.

 Igualmente diré, y con ello no descubro nada, que el mundo onírico está cargado de surrealismo, pero que no deja de formar una parte muy vinculante a tu propia vida, que si no resulta chispeante y jocoso, si que puede resultar dulce y hasta entrañable provocando buenas dosis de emoción. Este fue el caso de un sueño que no creo llegue a olvidarse jamás, en el que yo era el único testigo, risueño y además feliz, y los protagonistas eran mi padre y mi sobrino Pablo. Ellos nunca se conocieron físicamente, hasta que llegaron a juntarse dentro de una unión comunicativa total, en una casa con aires familiares, con puerta de entrada a la calle y otra puerta posterior que daba directamente a un mar intensamente iluminado. Pablo Manuel y Pablo Manuel (ambos tenían el mismo nombre) se abrazaban y besaban y el nieto le decía al abuelo: Yayo, vamos a jugar juntos. Todavía se me ponen los vellos como escarpias al recordar esos momentos tan indescriptiblemente hermosos, y que han quedad grabados con una fuerza amatoria imposible de borrar, que queda también en la trastienda de mis retinas, que no son otra cosa que el disco duro de los propios sentimientos.

Por si fuera poco, y puesto a hacer una especie de confesión onírica, os diré que igualmente permanecerá en un primer plano mío interior, el día que soñé con mi propio fallecimiento. Ni mucho menos lo recuerdo con tristeza, ya que hay veces en las que cierro los ojos y trato de repetir imágenes sin formas concretas. Salía de mi propio cuerpo e inmediatamente me vi flotando dentro de un mar de estrellas, sobre el que volaba a mi antojo, en las direcciones que quería. Y carente de cualquier tipo de carga y sin tener sensación alguna de ejercicio físico ni de dolores. Así hasta que me sucedió lo que creí era un despertar, sin haber regresado a mi lecho. Pise suelo, y como seguía flotando, no cese hasta el despertar con la sonrisa en la boca.

 Lo que si puedo asegurar es que actualmente estoy encantado con la vida. Soy de los que siempre dice que la vida es bella y que tiene magia, que con humor y mucho amor es, sencillamente, maravillosa. De aquí a otros 70 años os invito a ser testigos de mis continuas tonterías.

 MANUEL ESPAÑOL 

 

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