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Mundo mágico

LA NOVIA DEL METRO

LA NOVIA DEL METRO

 

Paseaba el loco surrealista por la Cava Baja madrileña emulando a Plácido Domingo con las notas de "Los de Aragón", y muy pronto tuvo que oír eso de "maño, que te has equivocado de pueblo". Como el loco soy yo y me gusta presumir de aragonés allá donde por donde voy, no se me ocurrió hacer otra cosa que sonreír, y decirles que soy de Zaragoza. "Siendo así -me contestaron- sigue, sigue que nosotros te escuchamos, y si nos aguantas y te aguantamos intentaremos hacerte el coro". Un poco idos estábamos todos. Fuimos a ello, tratamos de conjuntar nuestras voces y artísticamente el "bel canto" resultó un desastre,  pero lo pasamos de bien... El caso es que para agradecerles su buena acogida les invité a un bar, y entre vaso y vaso y tapa de callos, bien jaleado entoné tabernariamente pero con inmenso cariño, ese chotis que tan amorosamente escribió Agustín Lara dedicándoselo a este pedacito de cielo que es la capital de España. La juerga y la buena sintonía eran elementos garantizados. Es que, aun a pesar de que pueda sonar a tópico, no hay nada más cierto de que "a la hora de estar en Madrid, posiblemente la ciudad mayormente comunicativa de este país, ya te sientes felizmente diluido entre millones de personas, por lo que la integración es total.

Pero aquello no era otra cosa  que el inicio de mi reciente estancia, en la que me pasaron cosas de lo más surrealista. Y con vivas a Madrid y a Aragón, me separé del grupo y continué mi camino por la gran ciudad de la Villa y Corte, disfrutando del inmenso y variado paisaje urbano, de ese hermoso escaparate lleno de calor, color y sabor, sea en verano o en invierno. Así que pasada la resaca del vino y los callos, en una mañana que me parecía sorprendente, a la altura del tramo de la calle Fuencarral cercano a la Gran Vía, casi me tropiezo con Gaspar Llamazares, uno de los líderes de Izquierda Unida y diputado en las Cortés. Me entraron ganas de iniciar un diálogo, de preguntar muchas cosas, pero el hombre iba con aires tan preocupados, que dejé pasar la ocasión, que no quería molestarle, ni a él ni a nadie, que por muy loco que esté, en el fondo no soy malo. El caso es que al rato me encontré con una manifestación en contra de la privatización de la sanidad pública, después otra contra los recortes llevados a cabo por el Gobierno de Rajoy en materia de enseñanza, y a todo ello teniendo como escenarios calles llenas de suciedad por aquello de la aún reciente huelga llevada a cabo por los trabajadores de la empresa concesionaria encargada de mantener las vías limpias. Y no le hubiera preguntado solo a Llamazares, sino a Rubalcaba, Wert, Ana Mato, Rajoy, etc., etc..... Que en España, en el pueblo de Madrid, no nos merecemos esto.

Meditando y preocupado por todas estas cosas, decidí  tranquilizarme y alegrar de nuevo mi higiene mental, y disfrutar de las bellezas y buen ambiente que siempre te sorprenden en el Retiro, por lo que tomé el metro. Había dos asientos vacíos, me senté en uno de ellos, y de repente, como una aparición, se presento ella, vestida de novia, con su traje blanco largo, su tul y unas gafas ahumadas que le estaban enormes. Lógicamente, ante la mirada atónita de todos los pasajeros, hizo uso del lugar contiguo al mío. Al principio la miré sorprendido, luego estaba que me partía de risa diciendo para mis adentros eso de "otra más loca que yo, que ya es decir". La situación prometía, ya que ella, que era auténtico tipazo y muy guapa, contestó con otra risa, estableciéndose un diálogo para besugos entre los dos:

-¿Verdad que estoy un poco loca?

-Loca no sé, pero a mí me parece que eres una mujer sorprendente

-¿Buscas novio?, ¿Subes al metro para ir a casarte?

-Así que te he sorprendido.

-A estas alturas no me sorprende nada, pero es que lo tuyo...

Y entre sonrisas salpicadas por alguna carcajada, me contó que se trataba de una apuesta con las amigas. Y que yo, ya que iba bien vestido, podía hacer una buena pareja con ella. El caso es que entre frases interrumpidas por una nada habitual tartamudez, este loco más surrealista que nunca, le dijo que estaba casado y bien casado, pero eso a la chica no le importaba nada. Lo gracioso del caso, no sé para quien, es que con sus dotes de persuasión consiguió salir del transporte público conmigo del brazo, por lo que parecíamos una pareja de recién casados, y yo decía para mis adentros: "Joer con la loca esta, en que lío me he metido. Y yo que estaba tan bien antes cantando "Madrid"... Para mayor recochineo sacó su cámara fotográfica a fin de inmortalizar nuestra estancia en el Retiro, ante la guasa de muchos madrileños. Ella estaba con un rostro muy feliz y satisfecho. Me dijo que había ganado la apuesta, y que su novio real estaba ya obligado a llevarla sin límite de gasto, de viaje a Pekín y Shanghái. Le pedí que por lo menos me enviara alguna copia de las fotos, pero ella me dijo que esas imágenes eran exclusivamente para ella y para su chico. Pero eso sí, me dio un par de besos en las mejillas, y me dijo que yo lo había hecho muy bien, que muchas gracias, que se acordaría de mí toda la vida. El caso es que me quedé con una auténtica cara de gili y más colorado que un tomate de pera maduro.

 

MANUEL ESPAÑOL 

1 comentario

Marisol -

!que cosas te pasan a ti en el metro, Manoliño !,,