Blogia
Mundo mágico

CON LA LOCA DE MI TÍA

CON LA LOCA DE MI TÍA

 

Estoy en Biescas, en casa de la tía Cuqui. Acabo de escuchar el dueto de Adán y Eva de “La creación”, de Haydn, y suavemente, despacito y en sentido ascendente, alzo mis brazos por un mundo de ensueño. Hoy parece que será un día plácido para mi, sí, para este loco surrealista que sueña hasta despierto. Y si soñar es libre no voy a entrar en detalles indiscretos, que luego la imaginación también es libre y hay quienes se imaginan lo que no es. Acaba de llegar el otoño tan cambiante para la mente y que nos inunda con sus colores parlantes. Me queda sin embargo la armonía del recuerdo de Haydn y creo encontrarme en el paraíso, en esas montañas magníficas que me atrapan, que según el día o la hora cambian su fisonomía o las hago a mi manera. Así es la orografía de mi tierra a la que me transporto siempre que mi mente no se halle en estado obtuso, este es mi Biescas donde me he criado y donde todavía quiero vivir muchas emociones, porque aquí me encuentro en el paraíso. Tu me entiendes, ¿verdad Cuqui?. Cómo no me vas a entender si tienes más años que yo… Ah, y no me pongas esa cara, que no vamos a entrar en una guerra de edad, ni de sexos. Ya sé que tienes mucho mérito, tita, que me aguantas y que cuando sacas a relucir esa sonrisita tan maliciosa, barrunto que ha llegado el momento de hacer un cambio de rumbo en la conversación.

“Mal te veo, Gabino, que eres un capullo bueno, pero capullo a fin de cuentas. ¡Menos mal que te sientes todo un amante de la música y que en mi casa tengo una discoteca enorme, que es tuya! ¡Ay, tontón,  tan mal te veo, que te voy a confesar lo que nunca he dicho a nadie: eres mi sobrino favorito, que tienes casa en el pueblo y te vienes a la mía cuando no te acompaña Jimena: Pero no te soy fiel, que aunque me hiciste reñir con don Casto, otras personas  vienen a degustar mi chocolate con churro. Y hablamos de ti, ya lo creo, y de vez en cuando me acompaña tu  primo Marcelo, que te adora, y al que le he prohibido tocar la trompeta, que sus conciertos me ponen de los nervios. Sí, sí, ríete del muchacho, que él y su mujer son también más buenos que el pan”.

Un Gabino más entonado contesta: “Ya lo creo que es bueno, que de vez en cuando y siempre que viene a Zaragoza se hospeda en mi “mansión urbana”, porque mi Jimena, que es una santa, no quiere que vaya a otro sitio. Oye, tita, que llega cargado de morcillas, huevos grandes, chorizos, jamón, salchichas de su fábrica, no sé si con la sana intención de que reventemos o qué, pero lo cierto es que las viandas son de vicio. Bueno, en realidad, quienes revientan son él y ella, que luego me dan la noche y ni duermen ellos ni yo. Sí, que Jimena se ha empeñado en que tengo el colesterol alto y el azúcar subidito de tono. Y yo, con pescado y latas de sardinas, tortillas francesas, así con ensaladas aliñadas con aceite virgen de oliva extra, y no mucho, porque dicen que  en exceso es muy malo para la salud. Y aun con todo, aquí tienes mi barriguita… Por cierto, has traído del esas cervezas dobles de importación alemana que te trae Mauricio el traficante de vinos?. Que no sé que líos te llevas con él tita, que aún estás de muy buen ver. Y no te pongas colorada, que parece que consientes mis palabrerías”. Me da la impresión de que con esta última tontería me la he jugado, pero ella reacciona a tiempo con una sonora carcajada que atraviesa media  España para que pueda oírse en la  Plaza Catalunya de Barcelona. “Gabino, como sigas diciendo más tonterías de esas, es que me vas a matar de risa. Que Mauri (no Maguregui) es un buen hombre que se gana la vida con este tipo de representaciones, que me vende pequeñas partidas que tu me las agotas. Anda, ¿te apetece una buena birra acompañada de queso de Radiquero del que hace Manolo Monclús?, ¿y si además te pongo chorizo del que hace Marcelo?. Pero no se lo digas a Jimena, que me querrá menos. Anda, quédate esta noche a dormir en mi casa y nos divertiremos con nuestras locuras, que aquí ya me empiezan a llamar “la tía loca del loco surrealista”. Bailaremos la lambada, que  me dijo Salus que lo haces muy bien, que  hiciste que ella se sintiera en el séptimo cielo.

“Que no, tía, que no, que esta joven me hizo sentir este verano una vergüenza en el baile de la plaza, que hasta mi mujer se mosqueó. Oye, y por qué no bailamos el cha cha cha del tren?” Ella, que me tiene bien tomada la medida, suelta: “No se hable más, ya lo he decidido:  bailaremos un rock muy loco. Pero antes, como el tiempo no es malo del todo, prepararemos los caballos y nos daremos un paseo por el campo”.

“Esta es mi tita, ¡cuánto la quiero! Pero a mi me gusta el “caballo viejo y cansao”, que me conoce muy bien y adivina que le voy a dar terrones de azúcar”.

“Concedido”.

 

MANUEL ESPAÑOL

0 comentarios